viernes, 27 de abril de 2012
viernes, 20 de abril de 2012
¿Qué hacer?
En Twitter se planteó en estos días un interesante y fructífero intercambio de opiniones acerca de los pasos que convendría dar frente a lo que no pocos consideran, como lo destacó un titular de primera plana de El Colombiano, la traición de Santos, y respecto del giro que se teme que él le está imprimiendo a la conducción política del país.
Lo segundo es, a mi juicio, lo más importante.
Por supuesto que, a la hora de decidir, cada elector examinará en la campaña que habrá de iniciarse el año entrante si Santos merece su confianza por acreditar que cuenta con las condiciones morales mínimas que se requieren para gobernar a Colombia, lo que para muchos desde ya da lugar a una tajante respuesta negativa. Pero la discusión de fondo tendrá que centrarse en lo que concierne al rumbo que conviene darle a la cosa política.
En otros términos, el asunto no radica en premiar o castigar a Santos, sino en discutir si su línea de acción es la que conviene a nuestras necesidades, pues si está equivocado será necesario corregir sus orientaciones.
Pero, ¿cuál es esa línea política?
A decir verdad, no es fácil identificarla, dado que Santos, a diferencia de Uribe, es sinuoso y ondulante. Además, es poco dado a la discusión abierta de sus tesis en foros abiertos al debate ciudadano, lo que contrasta también con su antecesor, que en cada consejo comunitario sometía sus puntos de vista al escrutinio de las comunidades y tomaba atenta nota de sus inquietudes. Santos es más bien hombre de camarillas, trapisondas y verdades a medias.
No obstante ello, hay suficientes indicios para afirmar que Santos está virando hacia la izquierda que la ciudadanía colombiana ha derrotado sucesivamente en las cuatro últimas elecciones presidenciales.
¿Por qué ese viraje?
He dicho en Twitter que Santos quiere congraciarse con la izquierda internacional para no sufrir la misma persecución que ha tenido que soportar Uribe, fuera de que de ese modo podría aspirar a los reconocimientos que esa secta les otorga a quienes sean dóciles a sus dictados.
Como proviene de una elite que se cree con derecho propio a gobernar, no se siente deudora de nadie y piensa que está llamada a imponer sus puntos de vista sin necesidad de someterlos al control de los gobernados, a los cuales le parece que es de recibo condicionar mediante la acción de la Gran Prensa, de los empresarios que no se quejan mientras hagan ganancias y de los políticos subvencionados a través de prebendas burocráticas, a Santos no se le ocurre que esté obligado a explicarles a sus electores cuáles son las razones de sus movimientos ni hacia dónde pretende llegar.
Ahí se advierte una peligrosa distorsión de la democracia, de la que habré de ocuparme después.
Ya Rafael Nieto Loaiza ha señalado el peligro que entraña la traición al electorado, a lo que procede agregar las repercusiones institucionales que se siguen del hecho de manipularlo a través de la acción dirigida por el gobierno a beneficiar a quienes inciden sobre la gente del común y no a esta misma.
Pero no perdamos el hilo.
El viraje hacia la izquierda se advierte nítidamente, desde el punto de vista de la política internacional, en su alianza tácita con Cuba, Venezuela, Ecuador y Nicaragua. Y, desde la perspectiva interna, en su política agraria, en su negativa a apoyar el fuero para los militares y en los pasos que está dando para dialogar con las guerrillas.
Todo ello va en contravía de sus compromisos electorales, pero Santos, como digo, confía en que la propaganda que le hacen sus áulicos en la Gran Prensa, la pusilanimidad del empresariado y la abyección de los políticos lograrán convencer a la opinión de que ahí está el futuro que él dice encarnar.
¿Qué hacer?
Pienso, con Luis Carlos Restrepo, que es indispensable conformar un vigoroso frente de oposición tendiente a impedir que Santos aspire a ser reelegido o trate de llevar a la Presidencia a alguno de sus comodines.
No pocos de mis interlocutores en Twitter opinan que para ello habría que buscar fórmulas tendientes a llevar de nuevo al poder a Uribe.
Pero, salvo si se trata de que encabece una lista de Senado, que sería a mi juicio algo digno de considerarse, desde luego que con su venia, la idea de que se presente como candidato para la Vicepresidencia me parece no sólo traída de los cabellos, sino francamente inconstitucional.
Lo deseable sería promover una coalición de uribistas y conservadores, con la candidatura presidencial para éstos y la vicepresidencial para aquéllos.
Lo pienso así porque el Partido Conservador, que fue el más leal de los socios de Uribe en su gobierno, tiene motivos suficientes para sentirse maltratado por Santos y descreer de sus propósitos, amén de que posee una base electoral que permitiría servir de soporte para proyectos de más vasto alcance.
El Partido de la U está llamado a desintegrarse, pues varios de sus más conspicuos dirigentes ya le dieron la espalda a Uribe y están filados con Santos. No hay más remedio, entonces, que promover una nueva formación política con los que estén dispuestos a atravesar el desierto siguiendo al expresidente.
Los conservadores tienen que ser conscientes de que del modo como jueguen en el inmediato porvenir dependerá definitivamente no sólo la suerte de su colectividad, sino la de Colombia misma, dado que Santos pretende liquidarlos y lanzar al país al ruedo del circo de los tres chiflados (Chávez, Correa y Ortega) y la Sra. Kirchner, con los hermanos Castro como maestros de ceremonia.
La colectividad azul está llamada a convertirse en el dique de contención del aventurerismo gubernamental y tiene que obrar en consecuencia, pues estamos corriendo peligro de que en las próximas elecciones el triunfo sea de alguien proclive a la guerrilla.
No hay que olvidar que en los últimos debates presidenciales ha habido una franja discordante en crecimiento que ya ha superado el umbral de los tres millones de votos. Es un sector de la opinión que en su momento podría inclinar la balanza en favor de candidatos “antisistema”.
El tiempo apremia y los enemigos son de cuidado. Por consiguiente, hay que tomar decisiones cuanto antes.
martes, 17 de abril de 2012
El soroche de Santos y la pesadilla colombiana
Hace unos años compré en Buenos Aires un ejemplar del libro de José Luis Busaniche que lleva por título “Bolívar visto por sus contemporáneos”, que publicó FCE en 1960. Lo leí con interés y provecho, pero lo tengo tan bien guardado que no me queda otro remedio que citarlo de memoria, pues no está ahora al alcance de mi mano.
Cuenta Busaniche que en el momento en que Bolívar estaba en su apogeo de su gloria emprendió la ascensión a la cumbre del Potosí, a raíz de la cual escribió una de las páginas más desafortunadas de su extensa literatura política, llena de odio contra los españoles y digna de la proclama de guerra a muerte que le valió que años atrás se lo denominara como el “Antropófago de Caracas”.
A partir de ese momento comenzó su declinación. Mientras soñaba con llevar la guerra hasta el Brasil e incluso hasta Chiloé, y se engolosinaba con su sueño del Imperio de los Andes, el descontento cundía en todos los países que estaban bajo su mando, lo que lo obligó a salir del Perú y regresar a Colombia para ocuparse de los conflictos que por doquier se estaban agudizando.
Traigo a colación esta anécdota de nuestra historia, por cuanto creo que, guardadas las debidas proporciones, otra cumbre, la de gobernantes de América que acaba de celebrarse en Cartagena, es el hito que señala el comienzo de la declinación política de Juan Manuel Santos.
Como lo ha observado Fernando Londoño Hoyos, ese evento fue un fracaso descomunal: “Nunca antes –son sus palabras- se han cometido tantas equivocaciones en tan corto tiempo.”
El que sus áulicos proclamaban como artífice de un protagonismo internacional nunca antes visto en un dirigente colombiano en los últimos tiempos, se mostró tan chapucero, que la gente de la calle lo ha convertido en objeto de todo género de burlas, a punto tal que parece haberle perdido el respeto. Y sin éste, la autoridad cae en barrena.
No entraré en el detalle de los estropicios. De ellos se ocuparon con esmero en el día de ayer, entre otros, el editorial de La Hora de la Verdad y un incisivo escrito que publicó en Diario del Caribe Raúl Lombana Hernández bajo el título “La Silla Vacía: De Pastrana a Santos”(vid. http://www.pensamientocolombia.org/DebateNacional/cartagena-la-cumbre-de-los-desplantes).
Según Hernández, a Santos y sus acompañantes se les subieron los humos dizque por el prodigio de haber logrado normalizar las relaciones con los regímenes de Chávez y de Correa, por lo que, “en el frenesí de tal logro, algunos contemplaron la posibilidad de postular al presidente colombiano al premio Nobel de Paz.”
Agrega el articulista:
“Peor aún, para algunos Santos se había convertido en el mediador de talla internacional que podría lograr la paz entre Israel y Palestina, hasta el punto de que su gobierno a través de la cancillería hizo un periplo por el medio oriente con ese loable propósito.”
Lo de Cartagena muestra que no hay de parte de Santos el tal liderazgo hemisférico que Semana, el “Lambicolor” del régimen, había venido cacareando.
Lo salvó Obama con su lucida presencia y la cordialidad hacia un gobierno que pretendía ponerlo contra la pared en los espinosos asuntos de Cuba, la legalización de la droga y las Malvinas, todos los cuáles se los enmochiló con inigualable maestría. Santos, que pretendió ladrarle, terminó lamiendo su mano.
Por supuesto que el fiasco en lo internacional repercute en lo interno, sobretodo porque la gente se está planteando con toda razón cómo es posible que Colombia, que ha sido víctima de la alevosía de los cubanos a lo largo de medio siglo, salga ahora a abogar por un régimen que representa precisamente lo que las guerrillas pretenden implantar aquí a sangre y fuego.
Le doy la palabra a Paloma Valencia Laserna, una muy lúcida observadora y analista de nuestro acontecer político, para citar el párrafo con que cierra el artículo que sobre el TLC con Estados Unidos publicó hoy en El Espectador:
“Unas preguntas sobre la Cumbre: ¿Shakira no se sabe el himno nacional? Maduro (el canciller de Venezuela) fue tratado como mandatario; ¿será qué nuestro país a través de la Canciller ya lo apoya como sucesor de Chávez sin necesidad de que sea elegido? Santos pidió por la inclusión de Cuba en las próximas Cumbres ¿Es qué al Presidente le parece que Cuba es democrática o es que no le importa que no lo sea? ¿se le olvida a nuestro mandatario que ha sido Cuba una pieza clave para la pervivencia de las organizaciones armadas de izquierda? ¿No recuerda que en ese país han recibido entrenamiento militar para venir a matar colombianos?”
Pero lo que me interesa señalar en esta oportunidad es lo que declaró Santos a Patricia Janiot en CNN a raíz de la malhadada Cumbre acerca del expresidente Uribe, cuando con una jactancia que sólo se había visto en boca de Alfonso López Michelsen, resolvió declarar que Uribe representa el pasado, mientras que él, Santos, es el hombre del futuro.
Tengo que acudir a mi memoria, que ya flaquea, para recordar los términos en que se refirió Laureano Gómez en su célebre discurso contra Ospina, para censurar lo que consideraba altamente descomedido para con él, diciendo que no era otra cosa que la salida en falso de “un vanidoso e ingrato corazón”.
Es lo mismo que los colombianos de a pie están pensando hoy acerca de ese impromptus de Santos, que, si bien se lo mira, no pasa de ser un torpe ejercicio de retórica.
En efecto, si uno le aplica la prueba ácida a ese dicho, lo encuentra insensato a más no poder.
Si Uribe es el pasado, ¿serán también cosa de éste la seguridad democrática, la confianza inversionista y la cohesión social, que fueron las banderas con que Santos ganó las elecciones presidenciales?
¿De qué futuro nos habla Santos cuando se proclama a sí mismo como su garante?¿Se trata de un futuro en el que ya no habrá más seguridad para los colombianos, ni protección para las inversiones, ni cohesión social?¿Cuáles son las alternativas que ofrece a cambio de las promesas que acaba de anunciar que ya no lo vinculan porque piensa que son cosa del pasado?
He dicho en Twitter que Santos no suele esmerarse, como sí lo hacía Uribe, en explicarle a la gente del común sus políticas. Prefiere más bien que la Gran Prensa, a fuerza de lugares comunes, de discursos superficiales y de consignas baladíes, vaya preparando a la opinión pública para tragarse enteras sus vanas ocurrencias.
Así las cosas, si para él lo de Uribe es el pasado que amerita superarse, su visión del futuro ha de entenderse entonces no como un ajuste del rumbo que aquél trazó (el de la “Gallina Rumbo”), sino como unas variaciones sustanciales, tales como: proceso de negociación con las guerrillas; desmonte de las garantías acordadas a los inversionistas; política social basada no en la cohesión, sino en la confrontación.
Pero, con todo respeto, digo que ello no significa mirar hacia el futuro, sino regresar a un pretérito imperfecto. Lo que Santos nos ofrece es, ni más ni menos, el dejá-vu de algo que para el país ha sido una pesadilla.
Por eso, insisto en que con la frivolidad de que hace constante gala, Santos está llevando al país a un salto al vacío. Hay que denunciarlo, combatirlo y señalarlo, exigiéndole con vigor que explique por qué está gobernando de espaldas a lo que les prometió a sus electores en la campaña presidencial. De lo contrario, nos arrastrará hacia no se sabe dónde.
sábado, 14 de abril de 2012
Satanismo y Brujería
Muchos piensan que estos dos fenómenos son irrelevantes para la sociedad y hacen parte bien sea del mundo de la superstición, ya del de las patologías mentales. Podría explicárselos, entonces, en función del desarrollo mental de la humanidad, que pasa, según se cree, por etapas asimilables a la de la infancia individual, o de perturbaciones del psiquismo, tratables por medio de las técnicas de la Psiquiatría.
Pero estos fenómenos son reales en distintos sentidos. Por una parte, lo son en la medida que mucha gente cree, adopta actitudes, se relaciona y actúa como si lo fueran, lo que da lugar a la formación de sectas, la adopción de rituales, la difusión de escritos y la realización de prácticas orientadas hacia la satisfacción de entidades y la manipulación de fuerzas malignas, independientemente de que tales entidades y fuerzas existan efectivamente o sean apenas imaginarias. Por otra parte, son fenómenos que, fuera de su significación económica y su influencia socio-política, suelen tener impacto en el mundo de la criminalidad e interesan, por ello, a la autoridad pública. En fin, si en efecto el satanismo y la brujería trasuntan la acción de entidades y fuerzas malignas reales, el tema trasciende entonces los linderos de la Antropología Cultural, la Psiquiatría, las Ciencias Forenses, etc., y entra a ser del dominio de la Religión.
En mi último escrito hice algunas anotaciones sobre el influjo de las creencias satanistas en el pensamiento político contemporáneo, particularmente en las doctrinas libertarias en que han desembocado últimamente las corrientes liberales, tanto en lo económico como en lo moral. Mi propósito, ahora, es examinar a vuelo de pájaro el asunto en lo que concierne a ciertas patologías ya no del pensamiento, sino de la práctica social.
La realidad del mundo de hoy muestra que el Satanismo no es exclusivo de pueblos poco evolucionados, pues se lo halla firmemente enraizado en sociedades desarrolladas e incluso en las elites que las dominan, de lo que dan cuenta escritos que he citado en varias ocasiones, como el de Craig Heimbichner o el de Gabriel López de Rojas.
Malachi Martin estudió el caso en Estados Unidos a fines del siglo pasado. Recuerdo que hablaba de la existencia de unos ocho mil templos satánicos en ese país, al estilo del que fundó en San Francisco Anton La Vey. También mencionaba el aumento de los casos de posesión que tenían que manejar los exorcistas, uno de los cuales era él mismo. Y al comienzo de su libro traducido al castellano como “El Último Papa”, hace el relato de una ceremonia satánica que se llevó a cabo simultáneamente en una de las capillas del Vaticano y en una ciudad estadounidense, en la que participaron altos dignatarios eclesiásticos. Se cree que ello dio lugar a que un afligido Paulo VI exclamara que “el humo de Satanás ha penetrado en la Iglesia”.
Un artículo reciente de “Signos de estos Tiempos”, que se difunde por la red, habla de que el Vaticano está cercado por sectas satánicas. Y, a propósito de ello, menciona la penetración del Satanismo en varios países europeos. Así, en Italia se cree que hay 8.000 sectas satánicas que agrupan a unos 600.000 seguidores. El segundo país con mayor número de satanistas es Inglaterra, en donde se calcula que hay más de medio millón de practicantes de ritos satánicos. Solo en Londres, la policía ha identificado más de 80 templos satánicos. En Francia se cuenta con 6.000 sectas satánicas catalogadas. España aparece con mil. Y en Rusia, aproximadamente hay un millón de integrantes de sectas, de los cuales cerca de 200.000 realizan prácticas satanistas.(vid.http://foros-testimonios.blogspot.com/2012/04/el-vaticano-cercado-por-sectas.html)
En una conferencia que dictó el año pasado en Medellín, el Dr. Ricardo Castañón mencionó que Pereira es algo así como la capital del Satanismo en América Latina. En un artículo de este blog presenté un resumen de dicha conferencia, cuyo tema principal fue el de los milagros eucarísticos.
Una de las derivaciones más ostensibles de los cultos satanistas es la brujería, de la cual trata un inquietante libro del padre Juan Gonzalo Callejas Ramírez que lleva por título “Contra la Brujería-Manual para prevenir, diagnosticar y contrarrestar los efectos de la hechicería”. Lo publicó Intermedio en Bogotá el año pasado y ha constituido un resonante éxito editorial, por lo menos en Colombia.
Es un libro impresionante que invita a reflexionar profundamente sobre la presencia del mal, no como una abstracción, sino como realidad viva y actuante, en las sociedades y en los individuos.
Hace poco encontré en un sitio chileno una carta de una española que, por jugar con la Ouija, sufrió una posesión diabólica de la que fue liberada gracias al exorcismo. Es un fenómeno ampliamente documentado, del que tengo conocimiento directo porque mi amiga Diana Patricia Montoya fue víctima suya. Y sé de otros casos elocuentes.
Pues bien, la corresponsal de marras dice en su carta que hay distintos grados de posesión, que van desde los más leves hasta los de mayor gravedad, que son de posesión total. De ahí que cuando uno hace examen de conciencia con toda seriedad, encuentra que hay episodios de su vida en que actuó como enajenado, probablemente bajo el impulso de fuerzas maléficas.
Hoy vi la película “Secretos Peligrosos”, que trata sobre la esclavitud sexual en Bosnia después de la última guerra que devastó esa región. Es una gran película que genera muchos interrogantes y deja el más amargo de los sabores. Uno de los interrogantes es: ¿cómo es posible tanta maldad en los seres humanos?
Yo, como Chesterton, Papini y muchos otros, creo en la realidad del Demonio y el Infierno.