viernes, 30 de octubre de 2015

La mística para el hombre de hoy

Por feliz iniciativa del Colegio de Altos Estudios Quirama, la Universidad Católica de Oriente, la Casa de Espiritualidad Monticelo y la Universidad de la Mística-Ávila, se llevó a cabo esta semana en Rionegro un importante seminario sobre “La mística, vocación de toda la creación”.

Los promotores del evento tuvieron para conmigo la amable deferencia de invitarme a decir algunas palabras sobre lo que representa la mística para el hombre de hoy.

Trataré de reproducir algo de lo que ahí dije para futura memoria y darlo a conocer a los lectores de este blog.

El tema propuesto suscita muchas reflexiones, pero en razón del tiempo limitado hube de centrarme tan solo en algunas de ellas.

Ante todo, como punto de partida, se hace menester definir qué es la mística o, mejor, lo místico.

El DRAE enseña que son palabras que proceden del latín mystica-cus y tienen que ver con lo misterioso, lo arcano, “lo que incluye misterio o razón oculta”. Hay dos acepciones que interesan especialmente para lo que luego diré. Una, más amplia, que toca con el mundo de lo suprasensible, es decir, lo que va más allá de lo que percibimos ordinariamente a través de nuestros cinco sentidos; otra, más precisa, alude a la experiencia de lo divino y, en especial, a las relaciones del alma con Dios.

Esas relaciones pueden examinarse, entre otras, a partir de dos perspectivas: la psicológica y la ontológica.

Desde el primer punto de vista, la mística puede considerarse como un estado mental en el que el sujeto supera, por así decirlo, la actitud natural ante sí mismo y ante lo que lo rodea, para contemplarse y contemplarlo bajo otras coloraciones que en general pueden catalogarse como de luminiosidad, aunque no exentas de penumbra u oscuridad.

Para entender esto, conviene considerar el concepto que el filósofo Searle ofrece acerca de nuestra naturaleza humana. Él dice tajantemente que somos bestias biológicas. Según este concepto, nos experimentamos a nosotros mismos y nos relacionamos con el entorno como animales, vale decir, como organismos que se mueven por pulsiones y por necesidades vitales que se satisfacen con lo que la naturaleza pone a su disposición. Los valores supremos se concretan entonces en la satisfacción de nuestros apetitos y la utilidad que para el efecto nos reportan los demás y las cosas del mundo tangible, que es lo único que existe. Como ente natural, el hombre vive confinado en una sola dimensión real, la de la naturaleza físico-química, biológica y psicológica, si bien se admiten otras cuya índole es tema de arduos debates y suele catalogárselas dentro del rubro de lo imaginario, tal como sucede con los contenidos de la cultura.

Pero esta no es la idea que a lo largo y ancho de la historia ha prevalecido entre los seres humanos, que siempre hemos considerado que vivimos entre dos mundos, el sensible, que Kant llamaba fenoménico, y el suprasensible, que el mismo filósofo denominaba nouménico. El primero es accesible a los sentidos ordinarios; con el segundo, en cambio, solo podemos habérnoslas a través de ejercicios que en resumen definimos como de trascendencia.

Esa trascendencia implica por así decirlo un salto, un ascenso hacia estados mentales en los que la visión del mundo cree hacerse más amplia y profunda, y en la que se dan cambios cualitativos en cuya virtud el individuo deja de verse como aprehensor y manipulador de lo que lo rodea, con miras a satisfacer sus apetitos, y deja de ver las cosas del mundo y su conjunto como útiles adecuados para ello, para contemplar el todo como un vasto escenario de belleza, de amor y, en suma, de bondad, cuya visión justifica el negarse a sí mismo y reprimir los deseos que lo apremian.

Estas experiencia místicas están al alcance de todo ser humano, pero suelen ser pasajeras o episódicas, a menos que se haga un esfuerzo deliberado por alcanzarlas, sostenerlas y profundizarlas.

Pues bien, la interpretación de este fenómeno se presta a  discusiones de varia índole. Unas versan sobre cómo producirlo. Otras se refieren a su valoración para la vida humana. Y en este escenario caben básicamente tres posturas: las de quienes consideran que ofrecen la máxima realización de la existencia individual; la de los que piensan que son experiencias ilusorias, pero útiles para aliviar las penalidades de la vida cotidiana; y las de aquellos, bastante influyentes hoy en día en los medios académicos y hasta en los de comunicación social, que las miran como aberraciones peligrosas o fenómenos patológicos.

Quedémonos, por lo pronto, con la constatación del hecho mondo y lirondo de que esas vivencias se experimentan realmente y suelen ofrecer satisfacciones intensas a quienes pasan por ellas. Pero, ¿se asocian efectivamente a correlatos reales?

La ontología del hombre corriente en todas las épocas y todos los lugares, que los filósofos con su petulancia suelen calificar como “pensamiento ingenuo”, ha optado siempre por respuestas afirmativas a esta cuestión, aunque no siempre ellas sean uniformes. Más bien, de hecho exhiben una abigarrada variedad de soluciones de las que dan cuenta los mitos que pueblan el imaginario de las distintas culturas.

¿Hay, sí o no, un mundo suprasensible al que, en efecto, tenemos acceso por vías diferentes de las de los sentidos ordinarios, tales como lo que San Agustín llamaba el órgano intelectivo del corazón que obra a partir de la fe?

Para dar respuesta a ello, toca suponer, por una parte, la hipótesis de una visión ampliada de nuestro aparato intelectivo y, por otra,  la idea de que  la realidad misma es más amplia y compleja que lo que la experiencia empírica nos ofrece. La ciencia corriente hoy en día se caracteriza porque parte de premisas de una racionalidad y una realidad estrechas y, en últimas, recortadas.

El cristianismo y, en particular, el catolicismo, postulan que la espiritualidad individual cuenta con sólidos fundamentos en la realidad. Mejor dicho, que la realización plena del ser humano se logra a través de estados espirituales, y que estos no son ilusorios ni patológicos, sino que la realidad misma está impregnada de la acción del espíritu, el cual a través de ella se manifiesta.

Es más, la vida individual solo cobra sentido si se la considera a través del prisma de lo espiritual. Y la vida colectiva solo se mantiene y se torna fecunda si está animada por la mística.

Pero esta concepción tropieza hoy en día con dos grandes obstáculos que es necesario considerar cuidadosamente: el que ofrecen las falsas espiritualidades, como la del New Age, y el que surge del materialismo dominante hoy en los altos círculos sociales, una de cuyas proyecciones es el deletéreo relativismo moral imperante,

La mística para el hombre de hoy

Por feliz iniciativa del Colegio de Altos Estudios Quirama, la Universidad Católica de Oriente, la Casa de Espiritualidad Monticelo y la Universidad de la Mística-Ávila, se llevó a cabo esta semana en Rionegro un importante seminario sobre “La mística, vocación de toda la creación”.

Los promotores del evento tuvieron para conmigo la amable deferencia de invitarme a decir algunas palabras sobre lo que representa la mística para el hombre de hoy.

Trataré de reproducir algo de lo que ahí dije para futura memoria y darlo a conocer a los lectores de este blog.

El tema propuesto suscita muchas reflexiones, pero en razón del tiempo limitado hube de centrarme tan solo en algunas de ellas.

Ante todo, como punto de partida, se hace menester definir qué es la mística o, mejor, lo místico.

El DRAE enseña que son palabras que proceden del latín mystica-cus y tienen que ver con lo misterioso, lo arcano, “lo que incluye misterio o razón oculta”. Hay dos acepciones que interesan especialmente para lo que luego diré. Una, más amplia, que toca con el mundo de lo suprasensible, es decir, lo que va más allá de lo que percibimos ordinariamente a través de nuestros cinco sentidos; otra, más precisa, alude a la experiencia de lo divino y, en especial, a las relaciones del alma con Dios.

Esas relaciones pueden examinarse, entre otras, a partir de dos perspectivas: la psicológica y la ontológica.

Desde el primer punto de vista, la mística puede considerarse como un estado mental en el que el sujeto supera, por así decirlo, la actitud natural ante sí mismo y ante lo que lo rodea, para contemplarse y contemplarlo bajo otras coloraciones que en general pueden catalogarse como de luminiosidad, aunque no exentas de penumbra u oscuridad.

Para entender esto, conviene considerar el concepto que el filósofo Searle ofrece acerca de nuestra naturaleza humana. Él dice tajantemente que somos bestias biológicas. Según este concepto, nos experimentamos a nosotros mismos y nos relacionamos con el entorno como animales, vale decir, como organismos que se mueven por pulsiones y por necesidades vitales que se satisfacen con lo que la naturaleza pone a su disposición. Los valores supremos se concretan entonces en la satisfacción de nuestros apetitos y la utilidad que para el efecto nos reportan los demás y las cosas del mundo tangible, que es lo único que existe. Como ente natural, el hombre vive confinado en una sola dimensión, la de la naturaleza físico-química, biológica y psicológica.

Pero esta no es la idea que a lo largo y ancho de la historia ha prevalecido entre los seres humanos, que siempre hemos considerado que vivimos entre dos mundos, el sensible, que Kant llamaba fenoménico, y el suprasensible, que el mismo filósofo denominaba nouménico. El primero es accesible a los sentidos ordinarios; con el segundo, en cambio, solo podemos habérnoslas a través de ejercicios que en resumen definimos como de trascendencia.

Esa trascendencia implica por así decirlo un salto, un ascenso hacia estados mentales en los que la visión del mundo cree hacerse más amplia y profunda, y en la que se dan cambios cualitativos en cuya virtud el individuo deja de verse como aprehensor y manipulador de lo que lo rodea, con miras a satisfacer sus apetitos, y deja de ver las cosas del mundo y su conjunto como útiles adecuados para ello, para contemplar el todo como un vasto escenario de belleza, de amor y, en suma, de bondad, cuya visión justifica el negarse a sí mismo y reprimir los deseos que lo apremian.

Estas experiencia místicas están al alcance de todo ser humano, pero suelen ser pasajeras o episódicas, a menos que se haga un esfuerzo deliberado por alcanzarlas, sostenerlas y profundizarlas.

Pues bien, la interpretación de este fenómeno se presta a  discusiones de varia índole. Unas versan sobre cómo producirlo. Otras se refieren a su valoración para la vida humana. Y en este escenario caben básicamente tres posturas: las de quienes consideran que ofrecen la máxima realización de la existencia individual; la de los que piensan que son experiencias ilusorias, pero útiles para aliviar las penalidades de la vida cotidiana; y las de aquellos, bastante influyentes hoy en día en los medios académicos y hasta en los de comunicación social, que las miran como aberraciones peligrosas o fenómenos patológicos.

Quedémonos, por lo pronto, con la constatación del hecho mondo y lirondo de que esas vivencias se experimentan realmente y suelen ofrecer satisfacciones intensas a quienes pasan por ellas. Pero, ¿se asocian efectivamente a correlatos reales?

La ontología del hombre corriente en todas las épocas y todos los lugares, que los filósofos con su petulancia suelen calificar como “pensamiento ingenuo”, ha optado siempre por respuestas afirmativas a esta cuestión, aunque no siempre ellas sean uniformes. Más bien, de hecho exhiben una abigarrada variedad de soluciones de las que dan cuenta los mitos que pueblan el imaginario de las distintas culturas.

¿Hay, sí o no, un mundo suprasensible al que, en efecto, tenemos acceso por vías diferentes de las de los sentidos ordinarios, tales como lo que San Agustín llamaba el órgano intelectivo del corazón que obra a partir de la fe?

Para dar respuesta a ello, toca suponer, por una parte, la hipótesis de una visión ampliada de nuestro aparato intelectivo y, por otra,  la idea de que  la realidad misma es más amplia y compleja que lo que la experiencia empírica nos ofrece. La ciencia corriente hoy en día se caracteriza por que parte de premisas de una racionalidad y una realidad estrechas y, en últimas, recortadas.

El cristianismo y, en particular, el catolicismo, postulan que la espiritualidad individual cuenta con sólidos fundamentos en la realidad. Mejor dicho, que la realización plena del ser humano se logra a través de estados espirituales, y que estos no son ilusorios ni patológicos, sino que la realidad misma está impregnada de la acción del espíritu, el cual a través de ella se manifiesta.

Es más, la vida individual solo cobra sentido si se la considera a través del prisma de lo espiritual. Y la vida colectiva solo se mantiene y se torna fecunda si está animada por la mística.

Pero esta concepción tropieza hoy en día con dos grandes obstáculos que es necesario considerar cuidadosamente: el que ofrecen las falsas espiritualidades, como la del New Age, y el que surge del materialismo dominante hoy en los altos círculos sociales, una de cuyas proyecciones es el deletéreo relativismo moral impertante,

lunes, 26 de octubre de 2015

La lucha continúa

El Centro Democrático libró en la jornada electoral de ayer una ardua batalla en medio de circunstancias extremadamente adversas: sin maquinarias políticas, sin medios masivos de comunicación, sin financiación del gran capital y con el gobierno nacional, la bien aceitada Mesa de Unidad Nacional y las Farc en contra.

Fue su primera irrupción en elecciones departamentales y municipales, y si bien los resultados no fueron los que se esperaban, quedó claro que es una fuerza política con la que se tendrá que contar en el inmediato porvenir.

Le quedan grandes tareas para emprender en lo que a su frente interno respecta: ajuste de fallas en los estatutos, examen y corrección de los errores cometidos. Pero lo más importante es la continuidad con renovado vigor en sus grandes propósitos.

El primero de ellos, desde luego, es frenar y enderezar en la medida de lo posible el proceso de claudicación ante el narcoterrorismo de las Farc en que está empeñado Juan Manuel Santos.

Hay otros temas en que le corresponde papel protagónico.

Ayer quedó claro que la corrupción y la politiquería siguen siendo vicios letales de nuestra democracia. Contra ellos hizo campaña el hoy expresidente y senador Uribe en 2002, y ahora es necesario reemprenderla con convicción y entereza, pues inexorablemente esas taras terminarán erosionando la confianza de las comunidades en la institucionalidad. Y esa confianza es lo que en últimas la sostiene.

Es muy importante continuar con la promoción de nuevos liderazgos que incorporen a la dirigencia política a personas que se han destacado en otros campos y están en capacidad de prestar servicios eminentes a la república, así como a jóvenes idealistas e incontaminados que refresquen y aireen un ambiente que ya está enrarecido de modo asfixiante.

La representación del Centro Democrático en el Congreso se ha destacado por la seriedad con que se esmera en dar respuesta a sus compromisos con el electorado. Ese ejemplo debe inspirar a los que acaban a ser elegidos bajo sus banderas en gobernaciones, asambleas, alcaldías, concejos y juntas administradoras locales. Todos ellos están obligados a mostrarles a las comunidades que integran un partido responsable que se inspira en la promoción del bien común y no en la satisfacción de apetitos de individuos o de grupos particulares que a menudo constituyen verdaderas bandas criminales.

Es hora de reflexionar a fondo sobre la importancia de los partidos políticos para el funcionamiento regular de la democracia.

El deterioro evidente de los partidos históricos ha dado lugar a nuevas formaciones nacionales, regionales y locales que no necesariamente cumplen en forma adecuada las tres funciones básicas que le competen al sistema de partidos, a saber:

-La configuración de programas de gobierno que satisfagan las necesidades comunitarias.

-La formación de personal especializado en el manejo de la cosa pública.

-El encuadramiento político de las masas.

Los programas de gobierno deben basarse en fundamentos ideológicos que identifiquen los valores cuya promoción constituye el desiderátum de la acción política. Esta se  propone, según el autorizado concepto de David Easton, la “adjudicación autoritaria de valores”. Pero estos prácticamente han desaparecido en el debate público o por lo menos se los ha ubicado en planos secundarios, como si no interesaran.

¿Cuáles son en definitiva los valores que inspiran la acción política de los que resultaron triunfantes en los comicios de ayer? Parafraseando lo que tal vez dijeron Carlos V o Felipe II, digamos que “Averígüelo, Vargas”.

Leo en el excelente escrito que hizo el P. Leopoldo Durán sobre Graham Greene, al que he tenido acceso gracias a la amabilidad de mi caro amigo José Alvear Sanín, algo que parece venir como anillo al dedo respecto de la calidad de nuestra clase política. Lo transcribo a continuación:

“La definición que del político da Graham Greene es terrible.<El político es un hombre totalmente amoral, corrompido hasta la médula. Con las excepciones que pueda haber.> El  político es, para Greene, un mal necesario …” (Durán, Leopoldo, “Graham Greene, amigo y hermano”, Espasa, Madrid, 1996, pag. 83).

El Centro Democrático debe proponerse la formación de personal especializado en la tarea de la conducción política que involucre en su vida valores eminentes y no descienda a la caracterización que acabo de mencionar, la cual, desafortunadamente, corresponde al común de nuestra clase política. Aprovechándose de la amoralidad reinante en la misma, el diabólico Santos ha estimulado sus vicios para ganar adeptos a sus muy cuestionables proyectos. A esa ralea hay que contrarrestarla con gente que obre según principios y no movida por sus apetitos.

Hay pendiente todo un vasto empeño de educación política de las comunidades, de modo que la acción colectiva se encuadre dentro de propósitos que realmente las beneficien y no de unos lemas engañosos y hasta fraudulentos, como la de la fementida paz que ofrece Santos. Si no hay ese adecuado encuadramiento, la gente del común se desorienta, tal como a las claras se vio ayer con votos depositados en favor de candidatos que piensan y buscan algo muy diferente de lo que le hicieron creer al electorado que promoverían

En síntesis, si bien los resultados electorales de ayer le dejan al Centro Democrático mucho que desear, los mismos le suministran una base respetable para seguir luchando en pro de una Colombia que tome un rumbo de progreso creíble, y no el que bajo la mala conducción de Santos y su perversa cauda política amenaza con arrojarla por un despeñadero.

Insisto, pues, en mi “ritornello”:

¡COLOMBIA, DESPIERTA ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE!

viernes, 23 de octubre de 2015

Elecciones decisivas

A la ciudadanía no solo le corresponderá el próximo domingo pronunciarse contra la entrega del país a las Farc que está protocolizando Juan Manuel Santos en La Habana.

Por supuesto que este es el tema más importante que ocupa hoy las preocupaciones de la gente del común, pues todo el proceso de diálogo con las Farc está plagado de traiciones, mentiras y claudicaciones cuyo cometido es darle a esa banda de criminales la posibilidad de instaurar en Colombia no solo un régimen totalitario y liberticida, sino un narcoestado constitutivo de un verdadero peligro para la civilización.

Pero los desastres del gobierno de Santos no paran ahí.

Santos representa, al igual que su amigo Samper, la imagen del político amoral que carece de talanqueras cuando de promover la realización de sus cometidos se trata.

Sabedor de que su personalidad y sus procedimientos le restan apoyos por doquier, ha decidido corromper toda la institucionalidad, sea a través de la “mermelada” o de la intimidación, para adelantar su proditoria empresa de capitulación frente a la criminalidad.

De ese modo, como bien suele recordarlo Fernando Londoño Hoyos en “La Hora de la Verdad”, ha derrochado descaradamente los ingentes recursos que obtuvo de la bonanza petrolera en los últimos años, endeudando al país en niveles exorbitantes, adjudicando contratos multimillonarios a sus validos, creciendo  sin freno la burocracia y negociando apoyos con autoridades regionales y locales dizque para financiarles sus proyectos, a sabiendas de que esos recursos se destinarán a enriquecer a sus titulares, a promover el clientelismo político y a la compra de votos.

No en vano en muchos departamentos y municipios los candidatos santistas son señalados como adalides de la corrupción, que es un verdadero cáncer que está destruyendo la democracia. Esta ha dejado de reflejar la voz de las comunidades, pues la han capturado unos políticos inescrupulosos que buscan el poder para su propio beneficio.

Lo que está sucediendo con la salud en muchos lugares es elocuente.

Pero hay algo más.

Es bien sabido que las Farc se financian por medio de grandes empresas criminales, las dos más importantes de las cuales son el narcotráfico y la minería ilegal.

El primero fomenta el consumo interno, que se alimenta a través del microtráfico que se está tomando el país y amenaza con envenenar incluso a los niños, tal como lo denunció esta mañana el expresidente y hoy senador Álvaro Uribe Vélez en “La Hora de la Verdad”.

Según información que publicó hace algún tiempo El Especador, el 8% de los pobladores de Medellín, unas 227.000 personas, son consumidores  habituales de drogas, lo que constituye una verdadera calamidad (Vid. http://www.elespectador.com/noticias/salud/medellin-ciudad-donde-mas-se-consumen-drogas-articulo-502166). Pero este es tan solo un ejemplo de lo que está ocurriendo en Colombia ante la mirada unas veces indiferente y otras complaciente de las autoridades locales.

Hay tras ello, por una parte, el contubernio de no pocas autoridades con el narcotráfico. Pero,  por otra, el proyecto que ya está en marcha, aupado por Santos y la elite depravada que lo rodea, de legalizar el consumo de drogas y, por ende, su producción y distribución.

¿Cómo no mencionar dentro de esta deletérea tendencia la atrevida recomendación que hace unos meses dio Petro sobre lo de “fumarse un “bareto”? (http://www.pulzo.com/bogota/fumarse-un-bareto-la-propuesta-que-petro-tuvo-que-patrasear-pero-no-completamente/365201).

Darle respetabilidad al narcotráfico al declarar que constituye delito conexo con los delitos políticos, que gozan de favor institucional dizque por la filantropía de sus propósitos, es algo que solo a mentes perversas como las que hoy nos gobiernan puede ocurrírseles.

No desconozco que dentro de los aspirantes santistas y criptosantistas haya personas respetables, que individualmente consideradas sería dignas de la mejor estimación. Pero el electorado debe pensar que no solo se vota por personas, sino por equipos y proyectos políticos que se mueven dentro de ciertos entornos. Y el entorno de Santos es de claudicación ante las Farc y destrucción de la institucionalidad por la vía de la corrupción.

Así las cosas, sin que ello implique cuestionamientos personales, tengo que manifestar con toda claridad que, a mi juicio, votar por los Federicos en Antioquia y Medellín es hacerlo por Santos y lo que él significa de ominoso para la salud de la patria.

martes, 20 de octubre de 2015

A votar por el Centro Democrático

Aunque el constituyente de 1991 separó las fechas de las elecciones regionales y locales de las nacionales con el propósito de que el debate en aquellas se centrara en la problemática seccional y sin interferencias de los debates globales, es lo cierto que estos no pueden dejarse de lado al momento de decidir por quienes se vota en departamentos y municipios.

El gran debate hoy en Colombia versa sobre la política de paz que adelanta Santos con las Farc y, de hecho, los candidatos están alineados bien sea en favor de la misma o en su contra.

Estar en contra de esa política no significa preferir la guerra sobre la paz, como lo creen algunos con criterio simplista, sino aspirar a una paz digna y duradera, que es lo que a ojos vista no ofrece ni puede garantizar Santos con sus vergonzosas claudicaciones ante los narcoterroristas de las Farc.

Pues bien, el único partido político que ha mostrado una línea consistente en defensa de la institucionalidad que está siendo severamente amenazada por la política santista, es el Centro Democrático que lidera el expresidente y hoy senador Álvaro Uribe Vélez.

El Centro Democrático es el único dique serio de contención frente al peligrosísimo avance del proyecto de instaurar un régimen totalitario y liberticida que promueven las Farc.

No es, como arteramente lo predica la propaganda gubernamental, un partido de derechas y, muchísimo menos, de tendencias extremas. Su orientación es claramente de centro, como su nombre lo indica. Está fundado sobre el famoso trípode que propuso Uribe y se comprometió Santos a garantizar cuando lo eligieron en 2010: la seguridad democrática, la confianza inversionista y la cohesión social.

Estos tres principios son indispensables para que Colombia avance por sendas promisorias de progreso y no solo son válidos para el país en general, sino también para cada departamento y cada municipio.

La seguridad no es viable si no hay colaboración eficaz de las autoridades regionales y locales con las nacionales. La confianza inversionista desaparece cuando menudean los abusos de las autoridades locales, como está sucediendo hoy en Bogotá. Y la cohesión social se resiente cuando, por obra de la corrupción, se hace imposible atender las exigencias de las comunidades, tal como ocurre en vastas áreas del territorio nacional que Santos ha entregado como coto de caza para la más vulgar oleada de clientelismo que haya conocido nuestra patria en toda su historia.

Es necesario que la opinión que está en desacuerdo con este régimen corrupto y perseguidor se manifieste dándole al Centro Democrático el apoyo que requiere para convertirse en la primera fuerza política del país.

De ese modo, quizás podría contrarrestarse la dictadura que pretende Santos que se le adjudique a través de unas reformas que de hecho subvierten el orden constitucional, tal como valerosa y claramente lo ha señalado en expresidente Pastrana.

Estamos, pues, en vísperas de un debate electoral cuyos resultados serán cruciales para nuestra institucionalidad. El que quiera arrasar con ella, que vote por los candidatos santistas o criptosantistas, pero el que aspire a un proceso de paz que, como lo pidió S.S. Francisco, sea acorde con la institucionalidad tanto nacional como internacional, debe pensar seriamente en depositar su voto por los candidatos del Centro Democrático.

viernes, 16 de octubre de 2015

Lo que vendrá

Ya es indudable que Juan Manuel Santos, sobre quien pesa la acusación de haber sido agente cubano en el pasado, tiene la firme e irrevocable voluntad de someter al país cuya institucionalidad juró solemnemente defender a los dictados de las Farc.

Los diálogos de La Habana no conducen a la sujeción de uno de los más peligrosos grupos narcoterroristas del mundo al ordenamiento jurídico colombiano, ni al de la comunidad internacional, sino a ubicar al mismo en el umbral del poder para que lleve a cabo su viejo empeño de instaurar en Colombia un régimen comunista, que por definición es totalitario y liberticida.

Conviene, entonces, que nuestros compatriotas reflexionen acerca de lo que significa que los comunistas tomen el poder o influyan decisivamente sobre sus orientaciones.

La historia de los países de Europa oriental que sufrieron ese ominoso yugo es elocuente. Más lo es la cercana a nosotros en el tiempo y en el espacio, específicamente la de Cuba y la de Venezuela.

Ambas son similares, aunque exhiben diferencias ostensibles.

En Cuba se instauró el comunismo por la vía de la defección de las tropas que respaldaban al régimen de Batista, el rechazo de la comunidad civilizada a ese gobierno corrupto y arbitrario, la admiración que rodeó a los “barbudos” que ofrecían libertad y democracia para el bien de un pueblo oprimido, y las demoníacas maniobras de los hermanos Castro, que una vez en el poder montaron una supuesta justicia popular para llevar al paredón a quienes acusaban de haberle servido al tirano, llenar las cárceles de presos políticos, forzar la colectivización de la economía y expulsar de la isla a más del 10% de la población.

Los Castro expropiaron toda la riqueza, galvanizaron a los más miserables a través de una intensa propaganda contra el enemigo interno, los “gusanos” contrarrevolucionarios, y el enemigo externo, el “Imperio Yanqui”, bajo la consigna de hacer de Cuba el “territorio libre de América”, emancipar al pueblo de la “explotación del hombre por el hombre” y hacer que corrieran ilusorios ríos de leche y miel que dieran satisfacción a sus necesidades.

El resultado de esas políticas fue contrario a lo que la propaganda ofrecía. Cuba se convirtió a lo largo de muchos años en un país satélite de la URSS. No hubo tal instauración de la soberanía popular, sino un cambio de amos. Eliminó todo régimen de garantías individuales para convertirse en un Estado policíaco mil veces más represivo que el de los tiranos caribeños que antecedieron a los Castro. Destruyó, además, su floreciente economía y condenó a sus habitantes a mal vivir en condiciones de mera subsistencia en las que, como reza la leyenda que Dante puso en la puerta de su Infierno, había que abandonar toda esperanza.

El Paraíso que anunciaban las consignas del régimen terminó siendo una triste región sombría en la que no es posible pensar en el bienestar material, y muchísimo menos el espiritual, dado que los Castro, fieles a su ideología materialista y atea, se propusieron erradicar la religiosidad entre los cubanos, especialmente la católica.

Estos rasgos atroces del proceso cubano suscitaron, desde luego, el repudio de los pueblos americanos. Para mejorar su presentación, Castro, Lula y, después, Chávez, inventaron el Socialismo del Siglo XXI, una especie de socialismo más benévolo, dotado de cierto rostro humano, que aspira a instaurar la sociedad comunista sin el paredón, las detenciones masivas, la persecución policial abierta o la expropiación generalizada, y procurando mantenerse dentro de los lineamientos de una Constitución que formalmente consagra el régimen de libertades, las apariencias democráticas y la separación de poderes.

Pero ese Socialismo del Siglo XXI no es otra cosa que un lobo feroz que mal se disimula bajo una raída piel de oveja institucional.

Lo que hay en Venezuela es ilustrativo. Su régimen es una dictadura monda y lironda. Para peor, es una dictadura corrompida hasta los tuétanos, una verdadera banda criminal. Y en las calles impera una multitud de otras bandas criminales que se rigen por la Ley de la Selva y aterrorizan a la población. Todo ello, en medio de una economía arruinada.

Bajo el gobierno que actualmente nos manda ya estamos presenciando atisbos de lo que inexorablemente nos ocurrirá cuando las Farc empiecen a ejercer así fuere parcialmente el poder.

Nuestra justicia está en manos de una secta nociva y desafiante como la que más, la de los “mamertos”, que hoy anda enardecida contra el Centro Democrático y mañana lo estará contra todo el que reclame garantías. Nuestra institución armada está cada vez más debilitada y desmoralizada, presta a que dentro de poco se la infiltre con gente afecta a las Farc. Y las entidades que ejercen el control de la economía no se paran en pelillos al momento de decidir de un plumazo la destrucción de todo un sector de la actividad económica libre, tal como acaba de suceder con la multa expropiatoria que acaba de imponerse a azucareros y cañicultores por la Superintendencia de Industria y Comercio.

Piensen los dirigentes empresariales que se han doblegado ante este régimen corrupto, intimidante y vengativo  en lo que ocurrirá cuando los organismos de seguridad y los que dirigen o controlan la economía estén en manos de la secta de los “mamertos”. Cuando la Dian y las superintendencias estén bajo su mando, entonces, como en el fatídico anuncio que hace el Evangelio, vendrán “el llanto y el crujir de dientes”.

La paz de Santos no es la armonía de los distintos sectores de la sociedad que predica el pluralismo, sino una vergonzante sujeción a los dictados de esa peligrosísima banda de facinerosos que se escuda bajo el rótulo de Farc.

¡COLOMBIA, DESPIERTA ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE!

lunes, 12 de octubre de 2015

Colombia invertebrada

Don José Ortega y Gasset escribió hace cerca de 90 años un adolorido ensayo sobre la caótica situación que vivía España por esa calendas. Lo tituló “España Invertebrada” (Vid:http://hermanotemblon.com/biblioteca/Literatura%20en%20General%20/Ortega%20y%20Gasset,%20Jose/Ortega%20y%20Gasset,%20Jose%20-%20Espana%20invertebrada.pdf).

Consideraciones análogas cabría hacer ahora acerca del confuso estado en que Santos tiene a Colombia, con una institucionalidad que amenaza naufragar.

Ayer publicó El Espectador un delicadísimo informe sobre la república independiente que opera en Arauca debido a la alianza entre las Farc y el Eln.(Vid:http://www.elespectador.com/noticias/nacional/republica-independiente-de-arauca-articulo-591977).

Pero lo mismo parece estar ocurriendo en Catatumbo, Chocó, Putumayo, Nariño, Cauca y otras regiones del país en las que, de hecho, la autoridad ya no la ejerce el Estado, sino que está en manos de grupos insurgentes que han recuperado el control territorial que les había  arrebatado el gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Y es bien dudoso que si se firma la paz que a toda costa quiere Santos, esos grupos desalojen los espacios que están controlando. Lo más probable es que aprovechen las ventajas de que ya gozan, para ampliar sus dominios y extender su acción a las zonas urbanas.

Pero el problema no radica solo en los grupos insurgentes. Las famosas Bacrim (bandas criminales) también dominan en vastos sectores de la geografía nacional en los que controlan cultivos de coca, minería ilegal y otras actividades delincuenciales. Y están presentes en muchas ciudades, como Bogotá y Medellín, que en la práctica están en manos del hampa.

Las excesivas concesiones que Santos les está otorgando a las Farc han suscitado un clima de zozobra que se está extendiendo por todo el país.

Ya se habla de separatismo en distintas regiones, como Antioquia y el Valle del Cauca, que no estarían dispuestas a caer fácilmente bajo la férula de las Farc, algo que Juan Gossaín advirtió hace algunos meses y lo corrobora en crónica reciente Gustavo Álvarez Gardeazábal.

Santos aspira a que con golpes publicitarios se produzca un fuerte viraje de la opinión en pro de su política con las Farc. Pero es un hecho notorio que la gran mayoría de los colombianos no estamos de acuerdo con darles trato de favor que equivalga a otorgarles impunidad y ponerlas en posición de tomar el poder para instaurar entre nosotros el régimen totalitario y liberticida que anuncian sus manifiestos ideológicos.

En el mejor de  los casos para Santos, podría hablarse de una opinión dividida o, mejor dicho, fracturada.

Así diga respaldarse en una supuesta Mesa de Unidad Nacional, lo que se pone de manifiesto es un proceso de desintegración de una sociedad a la que le ha costado muchísimo trabajo la configuración de una nacionalidad, como lo han demostrado destacados historiadores como David Bushnell en “Colombia: una nación a pesar de sí misma” (https://historiadecolombia2.files.wordpress.com/2012/09/bushnell-david-colombia-una-nacion-a-pesar-de-si-misma.pdf), o Frank Safford y Marco Palacios en “Colombia: país fragmentado, sociedad dividida”(Vid.http://www.academia.edu/10199927/SAFFORD_Frank_PALACIOS_Marco._Colombia_Pa%C3%ADs_fragmentado_sociedad_dividida; además,  comentario en https://historiadecolombia2.files.wordpress.com/2012/09/bushnell-david-colombia-una-nacion-a-pesar-de-si-misma.pdf).

Santos no solo es vanidoso y prepotente; es, además, un personaje ignorante que desconoce la magnitud de la problemática que su mente inexperta está manejando. Carece de conciencia histórica bien formada, y eso lo lleva a desatar una dinámica que muy seguramente suscitará nuevas y letales confrontaciones en la sociedad colombiana.

Por eso, hay que insistir en esta consigna:

¡COLOMBIA, DESPIERTA ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE!

martes, 6 de octubre de 2015

Cortejo de mentiras

Acabo de leer en Crisis Magazine un excelente escrito de Clifford Stapples Ph. D. acerca de la pendiente que, a partir de la negación de la verdad, nos lleva hacia el nihilismo, situación en la que según lo previó Nietszche “…todos los valores terminan subordinándose a la voluntad humana”.(Vid. http://www.crisismagazine.com/2015/down-the-sociological-road-to-nihilism).

Pues bien, si en alguna circunstancia la verdad ha quedado tan maltrecha como el viajante que nos recordaba el Evangelio de ayer (Lucas 10, 25-37) y se ha dado vía libre para que la voluntad de unos pocos genere una realidad virtual que pretende imponerse no solo sobre las mayorías, sino sobre los hechos mondos y lirondos, es la que estamos viviendo en Colombia al tenor de los fementidos diálogos de paz que se desarrollan en La Habana.

Esos diálogos se iniciaron a la sombra y a espaldas de los compromisos que Santos asumió con el país en 2010. Los presidieron la traición y la mentira, y así han continuado, tal como lo acredita el reciente episodio del supuesto acuerdo sobre justicia transicional, que las Farc dicen que está vigente y es inmodificable, mientras que el gobierno, lleno de contradicciones internas, sostiene que sigue en discusión.

Yo les pregunto a los jerarcas eclesiásticos, a los dirigentes empresariales, a los educadores y, en general, a las personas de bien, si lo que está sucediendo les parece ejemplar.

¿Qué pensarían, por ejemplo, la junta directiva de una gran compañía y sus accionistas, si sus administradores se caracterizaran por ser mentirosos redomados que adelantan proyectos distintos de los que se han comprometido y falsean o sesgan la información sobre los mismos? ¿Qué se les ocurre pensar a a los altos dignatarios de la Iglesia cuando apoyan unas políticas basadas en la traición y la mentira? ¿Con qué cara se presentan los educadores ante sus alumnos cuando a sabiendas se prestan para recomendar unas gestiones de gobierno que se realizan a la sombra del engaño?

Santos y sus conmilitones parecen defenderse con la tesis de que así es la política. Y como ese es su talante moral, no es extraño que los líderes de la mayoría que controla el Congreso sean sujetos de la calaña de Roy Barreras y Benedetti, por no mencionar a Musa, Ñoño y compañía.

Hace cerca de 2.500 años hubo una reacción en Atenas contra esa concepción perversa de la política. Sócrates, Platón y Aristóteles enseñaron que aquella debe someterse a los cánones de la razón y no a los de la voluntad de poder, y que su racionalidad se funda en la búsqueda del bien común. Según ellos, y la egregia tradición que los ha seguido a lo largo de siglos, la política hace parte de la ética, es decir, del buen obrar, y es indisociable de la misma. El bien común que constituye su razón de ser es, ni más ni menos, la condición para que los bienes particulares de los individuos y las comunidades puedan realizarse adecuadamente.

No se busca el bien con mentiras, engaños y  traiciones, que son obras del Padre de la Mentira que destruyen la confianza que es indispensable para el correcto funcionamiento de las instituciones en la sociedad. Muchísimo menos se lo obtiene premiando a terroristas y narcotraficantes que manifiestan a los cuatro vientos que no tienen nada de qué arrepentirse ni víctimas para resarcir de sus depredaciones.

Todo esto es profundamente inmoral y pone en juego el buen orden social. No pavimenta el camino de la paz, sino el de nuevas confrontaciones que amenazan severamente la existencia misma de la colectividad, pues cuando los malvados ven que sus crímenes triunfan nada los arredra para continuar con ellos.

El caso de Venezuela es especialmente significativo. Un apreciado corresponsal que padece lo que se vive en el vecino país me escribe:

“Aceptar las propuestas de la Farc es aprovecharse de la democracia para conquistar el poder, como lo hizo Chávez  y entregar a Colombia al narcotráfico y políticamente al socialismo del siglo XXI, porque en el fondo todos son comunistas. A Venezuela Chávez y su grupo la destruyeron. Cualquier cosa que le cuente, me quedo corto. En Venezuela el hampa es la dueña de las calles. La vida nocturna se ha terminado. La clase alta y la media se cierran en sus casas a partir  de las 6 de la tarde hasta el día siguiente y las bajas sufren los asaltos y los arrebatones de carteras, paquetes de comida y cualquier cosa que lleven a sus barrios en las afueras o en los cerros. Uds tienen que unirse todos, para impedir las pretensiones de estos grupos disidentes.”

¡COLOMBIA, DESPIERTA ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE!

viernes, 2 de octubre de 2015

Lo que mal comienza mal termina

Ya son muchos los que piensan con enorme preocupación, cuando no con miedo, que las negociaciones con las Farc  son imparables, es imposible enderezarlas y culminarán en unos acuerdos en que aquellas llevarán todas las de ganar a expensas de la seguridad y las esperanzas de progreso de la mayoría de los colombianos.

Para mí ha sido claro desde el principio que las Farc solo firmarán unos acuerdos que las sitúen ad portas de la toma del poder que tanto han ansiado conquistar a lo largo de más de medio siglo de depredaciones de toda índole con las que han cubierto de sangre los campos de Colombia.

Nuestra suerte está echada y solo un milagro podría salvarnos de las desventuras de la falsa paz que promueve Santos.

Como se dice coloquialmente, a la hora del desayuno se sabe cómo va a ser el almuerzo.

Y todo este proceso comenzó con la aceptación de Santos acerca de que las Farc serían “Altas partes contratantes” y sus delegados, “Plenipotenciarios”, como si estuviésemos regresando a los momentos postreros de la devastadora Guerra de los Mil Días, a la que se  puso término mediante los supuestos Tratados de Neerlandia y el Wisconsin (Vid. http://www.colombia.com/colombia-info/historia-de-colombia/epoca-contemporanea/despertar-siglo-xx/la-guerra-de-los-mil-dias/).

A poco andar quedó claro que las Farc no se contentaban con la posición de pariguales de las autoridades legítimas del Estado colombiano, pues de entrada y a todo lo largo del proceso fueron mostrando su arrogancia, su intransigencia, su ferocidad y su imperturbable voluntad de someter a los voceros del gobierno a sus dictados. El acuerdo que se vislumbra será entonces, ni más ni menos, un “diktat” impuesto por las Farc a la nación colombiana en cabeza de un gobernante cobarde y, en consecuencia, indigno, con la anuencia de unos dirigentes igualmente cobardes e indignos.(Vid. https://en.wikipedia.org/wiki/Diktat).

¿Para qué devanarse los sesos, como lo he venido haciendo respecto de otros esperpentos urdidos para demoler la juridicidad y, por ende, la institucionalidad, cuando la Jurisdicción de Paz que se anuncia y seguramente terminará instaurándose en medio del aplauso de los medios “enmermelados” entraña los más groseros atentados que haya sido posible imaginar contra el Derecho y la Razón?

A Santos solo le falta besar la suela de las botas manchadas de sangre de los verdugos de la patria. Y nos convocará muy orondo a los colombianos para que lo acompañemos en ese infame ejercicio.

Muchas personas preguntan sobre lo que podrían hacer frente esta ignominia. No faltarán quienes tomen las de Villadiego para protegerse de lo que sienten venir. Otros invocarán el sagrado derecho de resistencia a la opresión. Pero no dejará de haber los que, como ciertos generales, aspiren a acomodarse a los pareceres y los humores de quienes osan presentarse como los nuevos amos del país. Y a la mayoría silenciosa solo le quedará el recurso de la resignación.

Esto trae a mi memoria unas consideraciones de Simon Leys acerca de lo que se padeció en China a raíz de la Revolución Cultural.

Simon Leys era el seudónimo del escritor belga Pierre Ryckmans, que vivió de cerca el absurdo de esa perversa y atroz iniciativa de los maoístas. Estos llevaron las cosas a un estado tal en el que, según Leys, a los optimistas no les quedaba otro remedio que mirar hacia el pasado, mientras que los pesimistas tenían la mirada puesta en el futuro.(Vid.http://cultura.elpais.com/cultura/2014/08/14/actualidad/1407971544_413533.html)

Quizás lo que expondré en seguida constituya una simplificación inexacta que no faltará quién corrija. Pero surge de algo que leí hace tiempos acerca de la terminación de la guerra de Vietnam, que aparentemente ganaron los norteamericanos en la mesa de negociación, pero la perdieron vergonzosamente en el terreno de los acontecimientos.

Después de arduas negociaciones en Ginebra, que duraron algo así como un lustro, se lograron unos acuerdos en virtud de los cuales los norteamericanos evacuarían sus tropas a cambio de que el Vietcong admitiera la celebración de elecciones libres en Vietnam del Sur y se comprometiera a respetar sus resultados. Los norteamericanos cumplieron a las volandas su compromiso, pero, una vez salidas sus tropas de Vietnam, los comunistas del Norte invadieron el Sur, atropellaron a su población y anexaron violentamente su territorio. Muchos vietnamitas fueron ejecutados, otros miles fueron arrojados al mar y se los denominó “Boat people”. Se calcula que más de dos millones tuvieron que huir del país debido a la represión comunista.(Vid. https://en.wikipedia.org/wiki/Vietnamese_boat_people).

Se habla de que en Colombia el conflicto ha dado lugar al desplazamiento, sobre todo interno, de más de 4.000.000 de personas.

Cuando los bárbaros de las Farc terminen de tomarse la justicia y las fuerzas armadas, comenzando con las de policía, el número de nuestros desterrados será incontable.

Ya la persecución comenzó, de lo que dan fe los uribistas que han tenido que irse para el exterior porque acá carecen de toda garantía bajo un gobierno que, conchabado con el fiscal y la judicatura, no vacila en inventar delitos y hacer montajes probatorios contra sus opositores.

La justicia que padecemos se está pareciendo demasiado a la que proclamaba Lavrenti Beria en la URSS, cuando según cuentas decía:”Dadme el sujeto y yo os daré el delito”.

He ahí las bases del novísimo Derecho Penal que se impondrá entre nosotros en los tiempos venideros.

Ya Anncol anuncia los procesos que se instaurarán ante la Jurisdicción para la Paz contra empresarios acusados de financiar al uribismo, lo que muestra que es explicable la posición de empresarios del Valle del Cauca que por miedo se han abstenido de colaborar con la campaña del candidato del Centro Democrático a la gobernación de dicho departamento, según denunció esta mañana en “La Hora de la Verdad” el senador Ramos Maya.

¿Y que´decir del pánico que ha cundido entre los empresarios antioqueños por las visitas de revisión exhaustiva que ha iniciado la Dian?

A un empresario que fue acusado por paramilitarismo en Urabá se lo acaba de condenar a la pena mínima de prisión por tres años. La juez que lo condenó le dijo que sabía que era inocente, pero si lo absolvía su carrera judicial llegaría a su fin, pues tras el acusado andaban León Valencia, Piedad Córdoba, Gloria Cuartas y el siniestro cura Giraldo.

Evocaré de nuevo al “Tuerto” López a propósito de sus versos sobre el emocionado canto a la paz que entonaba un dulce colibrí mientras una feroz mapaná lo acechaba:

“Viva la paz, viva la paz!”

Así cantaba alegremente un colibrí, sentimental sencillo,

de flor en flor.

Y el pobre pajarillo trinaba tan feliz sobre el anillo

feroz de una culebra mapaná;

mientras que en un papayo

reía gravemente un papagayo

bisojo y medio cínico: 

“¡Cuá,Cuá!

"Diablos,estas cosas dan ganas de llorar"

(Vid.http://www.elmundo.com/portal/opinion/columnistas/paz_a_cualquier_precio_a_otro_hueso_con_ese_perro.php#.Vg86z3p_Oko)

Ya no podremos exclamar, como lo hizo César Gaviria cuando ganó la elección presidencial en 1990, “¡Bienvenidos al futuro!”, pues este se muestra ominoso a más no poder.