miércoles, 4 de septiembre de 2013

Las trampas de la paz

Para decirlo en términos del finado Alfonso López Michelsen, Juan Manuel Santos fue elegido con un “mandato claro”, consistente en doblegar a las Farc y el Eln, rematando así la tarea iniciada por Álvaro Uribe Vélez, y salvaguardar la dignidad nacional frente a vecinos hostiles que sin recato alguno les han brindado refugio y hasta auxilio a los guerrilleros que pretenden imponernos un régimen totalitario.

En uno de los actos de traición más reprensibles que haya presenciado la historia colombiana, Santos decidió desconocer de modo rampante sus solemnes compromisos electorales, alegando que no es títere de nadie y puede gobernar como a bien tenga.

Todo indica que la traición al electorado se urdió desde la campaña presidencial con su hermano y el consejero Jaramillo Caro, quienes quizás le metieron en la cabeza que él estaba llamado por la historia a traernos la paz a los colombianos que hemos sufrido más de medio siglo de violencia promovida por los comunistas.

Esto trae a mi memoria lo que dijo Raymond Aron cuando supo que el recién elegido Giscard se proponía apaciguar a los soviéticos que amenazaban a Europa occidental con avasallarla con sus tanques en menos de una semana:"Ese joven ignora que la historia es trágica".

De Santos, cuya frivolidad es aterradora, bien podría decirse lo mismo. Engolosinado con su idea de convertirse en un personaje histórico, corre el riesgo de que la posteridad lo vea como una figura tragicómica.

Es risible que les diga a las Farc que se apuren en llegar a un acuerdo porque la oportunidad para ellas es “ahora o nunca”, pues bien se sabe que el de la prisa para exhibir un flamante compromiso de paz es él, que aspira a la reelección y no tiene otra carta para jugar que esa.

A toda costa aspira a que las Farc le firmen algo antes de que en noviembre se venza el término que tiene para anunciar si quiere que sus conciudadanos lo reelijan. Muy probablemente lo harán, pero bajo los términos que quieran imponerle, pues entienden que si Santos claudicó ante Chávez y Correa, nada le impedirá arrodillarse ente ellas.

Ese acuerdo se decidirá a puerta cerrada entre los negociadores de Santos y los de las Farc, que  se hicieron llamar plenipotenciarios en el grotesco documento que protocolizó el inicio de las conversaciones en La Habana.

Es un acuerdo para el que conviene reiterar que Santos carece del mandato claro de la ciudadanía. Se lo estipulará a espaldas suyas y sin que tenga oportunidad eficaz de agregarle o quitarle un ápice. La aprobación que se ha dicho que deberá otorgar el pueblo se le presentará en los términos draconianos de “tómelo o déjelo”.

Los golillas de Santos aspiran a convenir con las Farc un articulado dizque bastante simple para que la gente no se enrede al votarlo, quizás con unos pocos textos que deberán pasar primero por el Congreso y la Corte Constitucional, según lo dispone el artículo 378 de la Constitución Política.

No se han dado cuenta de que si el acuerdo se firma en noviembre, la convocatoria a referendo  tendría que tramitarse en medio de la campaña que rematará en marzo próximo con la elección de nuevos congresistas.

Para agilizar la aprobación popular del acuerdo con las Farc, sus consejeros llevaron a Santos a proponer la reforma de la ley estatutaria que prohíbe que los referendos se voten simultáneamente con las elecciones de congresistas o las presidenciales.

Ese proyecto, que trata de aprobarse a marchas forzadas en el Congreso, violentando los derechos de la oposición, tiene un cometido explícito y otro tan oculto como tramposo.

Santos y sus voceros han dicho que con ello se busca garantizar la participación copiosa de la ciudadanía, pues temen que. si el referendo se convoca como lo exige la ley estatutaria, tal vez no se logre el umbral que prevé la Constitución para que se lo apruebe.

Esta justificación es engañosa a más no poder, pues si algún tema sería capaz de convocar a la inmensa mayoría de los ciudadanos es precisamente el de un acuerdo de paz con los guerrilleros.

Sucede que hay un propósito que el gobierno no confiesa, porque es inconfesable.

En efecto, Santos y los congresistas de la U que traicionaron a sus electores no tienen otro programa para presentarse a elecciones que el acuerdo con las Farc. Entonces, pondrán a andar toda la maquinaria gubernamental con miras a presionar a la ciudadanía para que elija entre la paz que ellos representarían y la guerra que los escépticos y los enemigos del acuerdo, sobre todo los uribistas del Centro Democrático,  estarían aupando.

Al lado de la maquinaria oficial estarían las Farc presionando por la fuerza de las armas a las comunidades para que voten en sí a la propuesta de referendo y por los candidatos  amigos de la misma.

Queda claro, entonces, que en las elecciones operaría una auténtica tenaza Santos-Farc tendiente a forzar unos resultados favorables al acuerdo, bien sea por la presión mediática, por la compra de electores a cambio de favores oficiales o por la intimidación guerrillera.

Lo que no parecen haber previsto Santos y sus estrategas es la posibilidad de que el pueblo reaccione en contra, rechace la propuesta y se niegue a reelegir a los traidores, o que de la votación a favor y en contra resulte un empate técnico que haga políticamente inviable lo acordado con las Farc.

Santos y su claque andan diciendo que en aras de la paz habrá que tragarse unos cuantos sapos. Pero al tenor de la incompetencia de su equipo negociador, de la voracidad de las Farc y de la urgencia que él tiene de presentar algo para su reelección, lo que cabe esperar es que quieran que el país se trague la rana venenosa del Chocó, como lo escribí en Twitter esta mañana.

En tal caso, la disyuntiva para los ciudadanos no sería la de escoger entre la paz y la guerra, sino entre la rendición abierta o velada ante las Farc y la continuidad del actual estado de cosas.

Al país lo están engañando con el señuelo de una paz cosmética que, simple y llanamente, servirá para encubrir nuevas y quizás peores confrontaciones que las que hemos padecido.

Cierro con otra evocación del pensamiento de López Michelsen, quien decía que para negociar con las Farc sería necesario derrotarlas primero. Santos, con su prurito de pasar a la historia, no le dio tiempo al tiempo y corrió a presentarles la bandera blanca y tenderles el tapete rojo que les permitirá, como también lo dijo López, ganar en la mesa de negociación lo que no pudieron obtener en los campos de batalla.

Como dice atinadamente Rafael Nieto Loaiza, esperemos que cuando llegue ese momento estemos bien confesados.

12 comentarios:

  1. ¡Excelente artículo! Que ruede...Su contenido nos sirve de consuelo y amortiguador, ante un presidente, que también me causa escozor y fastidio y que parece gozar viendo a Colombia en la cuerda floja. JUANFER

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  2. Doctor, este un artículo muy objetivo ante una realidad que el gobierno quiere que no veamos. Sería bueno que comentara sobre la oportunidad histórica que JMS les ha dado a las FARC para que el secretariado en pleno, planee tranquilamente su estrategia, reunido en un hotel de cinco estrellas pagado por todos los Colombianos.

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  3. Apreciado doctor Vallejo que alegría volver a leerlo, este espacio es maravilloso y lo estábamos extrañando mucho.
    Saludos afectuosos.
    Mónica Aguilar T.

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  4. Sin duda alguna este es un articulo que muestra la radiografía de lo que realmente esta sucediendo, con este proceso de paz que sin duda alguna es un falso positivo mas de JMS. Felicitaciones y esos analisis son los que necesitamos cada dia mas leer.
    J.H.S

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  5. Sin duda alguna este es un articulo que muestra la radiografía de lo que realmente esta sucediendo, con este proceso de paz que sin duda alguna es un falso positivo mas de JMS. Felicitaciones y esos analisis son los que necesitamos cada dia mas leer.
    J.H.S

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  6. Me alegro mucho de volver a leer sus certeros escritos.

    Parece que Santos tiene todo preparado o manipulado para firmar un documento de rendición ante las FARC, y presenter esos acuerdos a aprobación en referendo. Va a ser necesario informar a los conciudadanos sobre las consecuencias e implicaciones de cada punto del referndo que se someta a consideración del pueblo. Ojalá lo de la impunidad de los miembros de las FARC no se someta a referendo, pues ya tiene soporte legal con el marco jurídico para la paz ( o impunidad). Si la firma del documento es con esa impunidad, cualquiera de las víctimas podría acudir a la Corte Penal Internacional con evidencia de uno de los numerosísimos de los horrendos crímenes de esa organización, para que se juzgue a sus miembros y los sentencie. Por otra parte, de la justicia colombiana ya nada se puede esperar.

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  7. Favor traducirlo al inglés para publicar al mundo esta realidad.

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  8. Excelente y objetiva columna; Santos traiciono al pueblo que le dio el mandato, que podemos esperar de el en este proceso (volver a ser traicionados) con esa unión de piedad C, Correa, Maduro, la Farc, la desteñida y corrupta justicia y algunos mamertos del partido liberal y conservador quienes con una política de impunidad llevaran al país a la miseria e incertidumbre (caos); pues la FARC no sabe hacer sino intimidar, asesinar, extorsionar,reclutar niños y niñas y con poder hay Dios mio que nos espera. los invito para que -Elijamos gente nueva al congreso, saquemos esos clientelistas.-

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  9. Dr. Vallejo, qué felicidad volver a leerlo. Que Dios lo bendiga y le dé fuerzas para continuar haciéndolo.

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  10. Dr. Vallejo, la corrupción de la rama judicial y la falta de verdaderos líderes en las fuerzas militares significarán la derrota de este pueblo. Qué dolor.

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  11. López Michelsen cambió de parecer muchas veces en su extensísisma vida. En sus años finales, criticó a Álvaro Uribe porque no quería una victoria sobre la guerrilla y no un acuerdo. Me extraña que el doctor Vallejo Mejía no tenga eso en cuenta. "Uribe quiere la victoria y no la paz", le oí decir a López en un foro sobre víctimas en Bogotá, en 2005.

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  12. CORRECCIÓN: Escribí incorrectamente una línea. Lo correcto es: "En sus años finales, criticó a Álvaro Uribe porque quería una victoria sobre la guerrilla y no un acuerdo".

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