martes, 26 de agosto de 2014

Un valeroso testimonio de fe católica

 

En buena hora la Universidad Pontificia Bolivariana ha decidido publicar una selección de artículos de opinión escritos inicialmente por Carmen Elena Villa para El Colombiano, medio del que es una muy distinguida colaboradora habitual.

 

Si bien los artículos de opinión suelen ser flores de un día, no pocas veces, bien sea por su forma o por su contenido, son dignos de conservarse y releerse, en razón de que trascienden el momento en que fueron escritos y ofrecen enseñanzas de valor permanente.

 

Es el caso de los que acá se recopilan.

 

Me atrevo a considerar que son modelos de claridad, precisión, concisión y elegancia que pueden ilustrar y orientar positivamente a quienes se aventuran en la difícil tarea de opinar para el público. Tanto los estudiantes de comunicación social como los comentaristas avezados, podrán derivar de la lectura de los textos que acá se recopilan valiosas lecciones acerca de cómo escribir artículos de prensa que estén al alcance de todos los lectores, les suministren informaciones confiables, les brinden argumentos sólidos, y susciten en ellos el interés por explorar y discutir temas de vital importancia para todos.

 

Pero, más allá de la forma impecable en que vienen presentados estos artículos, pienso que hay que destacar el hilo conductor que constituye su trasfondo y les suministra, dentro de su variedad, la unidad temática. Se trata de una corriente espiritual que los nutre y anima, dándoles vida fecunda que aspira a dejar huella en los lectores hacia los que van dirigidos.

 

En estos artículos hay, ante todo, una confesión de fe católica, una adhesión nítida a la Iglesia, un propósito expreso de dar testimonio de lo que en ella ocurre y lo que en ella se piensa, un compromiso decidido con la evangelización.

 

Este compromiso representa hoy una muestra de coraje. Siempre ha sido así desde hace veinte siglos, pero en los tiempos que corren se hace especialmente cierto que la proclamación del Evangelio exige una fuerte presencia de ánimo, un valor excepcional.

 

Hilaire Yves-Marie, en su “Histoire de la Papauté”, resume los 2.000 años de existencia de la Iglesia en dos palabras: misión y tribulaciones. La misión le fue impuesta por su Divino Fundador: “Vayan a todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16, 15). Pero Él mismo advirtió: ”Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más que su patrón. Si a mí me han perseguido, también los perseguirán a ustedes. ¿Acaso acogieron mi enseñanza? Tampoco, pues, acogerían la de ustedes” (Jn 15,20).

 

La difusión, la defensa y la puesta en práctica del Evangelio constituyen tareas fundamentales de la Iglesia y de quienes a ella pertenecemos. Y aunque el suyo es un mensaje de paz, amor y buena voluntad, destinado a mejorar la vida de los individuos y las sociedades, elevándola a planos superiores de espiritualidad, por un designio misterioso el mundo siempre lo ha recibido, más que con desgano, con hostilidad que va desde el rechazo y la burla hasta la persecución y el martirio.

 

Transmitir los pronunciamientos de los papas, recordar la doctrina de la Iglesia, ocuparse de los problemas que la afectan y las discusiones que median en torno suyo, argumentar en su favor y poner énfasis en su presencia en los distintos escenarios del mundo contemporáneo, como se lee en estas páginas, es empresa que traerá incontables beneficios a muchos católicos que encuentran hoy pocas posibilidades de enterarse de lo que está ocurriendo hoy en el mundo y sufren la desorientación que la cultura dominante pretende imponerles.

 

No somos muchos los creyentes que tenemos clara conciencia de los desafíos que enfrenta la Iglesia en la actualidad. Unos de esos desafíos provienen de su interior mismo, y tocan sea con temas doctrinales que ponen en grave peligro su unidad, ya con la corrupción de las costumbres tanto del clero como de los fieles. Y al lado de la división y la descomposición internas, la Iglesia sufre persecución violenta en distintos lugares del mundo, principalmente en Asia y África, y una persecución solapada pero no menos letal en Norte América y la Unión Europea, que se extiende sinuosamente a nuestra América Latina y se propone llegar a todos los países bajo el impulso de la ONU y sus controlantes discretos o secretos.

 

El cientificismo materialista, el pluralismo religioso, el laicismo, el relativismo, el inmanentismo, el libertarismo y la ideología de género son los principales caballitos de batalla de que el Príncipe de este mundo se sirve hoy para contrarrestar y disipar la luz del Evangelio. A partir de estos presupuestos ideológicos, se ha puesto en marcha toda una revolución cultural, social y, en últimas, política, cuyo propósito es erradicar el Cristianismo de la faz de la tierra. Y, desde luego, el objetivo fundamental de sus promotores es la destrucción de la Iglesia Católica.

 

Todo comienza imprimiendo en el espíritu comunitario unas ideas simples y harto sesgadas, como que la religiosidad es asunto meramente emocional y subjetivo, del todo refractario a la racionalidad; que la diversidad de credos no es susceptible de llevar a quienes los profesan a acuerdos racionales que hagan posible su convivencia pacífica; que el argumento religioso es de suyo impertinente dentro del debate colectivo, que debe sujetarse a las reglas de una hipotética “razón pública”; que la moralidad está desligada de las creencias religiosas y debe fundarse estrictamente en acuerdos intersubjetivos que respeten la dignidad, la autonomía y la igualdad de los individuos humanos, concebidas como supuestos formales a priori y no como categorías existenciales ancladas en la realidad del hombre como ser natural con vocación de trascendencia espiritual; que la medida de todo valor es relativa a la variedad y la intensidad del deseo humano; que todo proyecto humano se agota en la existencia temporal; que la realización del ser humano parte de emanciparse de todo condicionamiento natural, social y religioso o metafísico; y que su dimensión histórico-cultural, que no espiritual, hace de él una criatura radicalmente dúctil y maleable.

 

Acabo de leer acerca de un debate que está en el orden del día en Francia, dado que los mismos que en 1968 tenían como divisa “prohibido prohibir”, hoy promueven toda una serie de prohibiciones tendientes a reprimir las libertades de conciencia, de acción, de expresión y hasta de participación política de quienes descreemos de los postulados y las aspiraciones de esta revolución cultural que, según un ministro del actual gobierno francés, pretende culminar el trabajo interrumpido de la Revolución Francesa, que a su juicio es incompatible con la existencia de la Iglesia católica.

 

De ahí se sigue un proceso que ha sido objeto de minucioso estudio por parte de Janet L. Folger en su libro “The Criminalization of Christianity”, que muestra cómo la ideología de género y en particular los activistas del colectivo LGTB, se han propuesto, sobre todo a través de la dictadura instaurada por el activismo judicial, desterrar al Cristianismo de la vida pública. Los instrumentos jurídico-políticos urdidos para ello son diversos, pero todos apuntan hacia los mismos resultados, esto es, la destrucción de la familia tal como la configuró la Cristiandad, la prohibición de toda manifestación pública de creencias y hasta de sentimientos cristianos, la imposición forzada a los creyentes de prácticas contrarias a sus creencias, etc. La autora lo dice en serio: hay que leer su libro antes de que se prohíba su circulación.

 

No estamos lejos de que estas tendencias se impongan entre nosotros. Ya están presentes en ciertas interpretaciones de la Constitución; en los textos de leyes, ordenanzas, acuerdos, decretos y circulares administrativas; en fallos de las altas cortes; en instrumentos internacionales; en la enseñanza; y, sobre todo, en medios de comunicación abiertamente hostiles a la cultura católica.

 

Más temprano que tarde, los católicos colombianos, que poco nos fijamos en las ideas y los propósitos de aquellos a quienes beneficiamos con nuestros votos, tendremos que someternos entonces a la condición de exiliados en nuestra propia patria.

 

No deja de ser deplorable que periódicos que otrora facilitaban la acción evangelizadora de la Iglesia y hasta las instituciones educativas católicas, a menudo sirvan de vehículos de la descristianización de nuestra sociedad.

 

Ojalá que este valeroso y meritorio esfuerzo de Carmen Elena Villa, a quien no conozco personalmente, pero he aprendido a admirar a través de sus escritos para El Colombiano, contribuya en algo a contrarrestar el aflictivo proceso de descomposición espiritual que estamos viviendo en Colombia.

sábado, 23 de agosto de 2014

Ilusiones Perdidas

La conmemoración de la trágica muerte de Luis Carlos Galán hace ya 25 años suscita en mi interior no pocos recuerdos y reflexiones acerca de este fatídico tramo de la historia colombiana y de lo que el sacrificado dirigente representó para toda una generación de colombianos.

 

Galán irrumpió en el escenario nacional en vísperas de las elecciones de 1982 con un mensaje de rebeldía juvenil y renovación política que encuadró dentro del movimiento del Nuevo Liberalismo.

 

Tal como su denominación lo indicaba, su propósito se inscribía dentro de los objetivos del Partido Liberal, pero con el ánimo de renovar sus estructuras, su dirigencia, sus programas y sus procedimientos, para ponerlos a tono con las necesidades de la sociedad colombiana y corregir tendencias viciosas que a la postre terminaron rebajándolo a una posición secundaria en el espectro político.

 

Esas tendencias disolventes tenían que ver con la presencia del narcotráfico en la vida del país, sobre todo en la política liberal; el gamonalismo clientelista; la corrupción; la politiquería; la falta de programas adecuados para enfrentar las difíciles circunstancias de nuestra sociedad;  y los diques con que los jefes regionales del partido contenían las aspiraciones de una nueva generación que aspiraba a hacer acto de presencia en el gobierno del país.

 

Galán, con sus evidentes carismas, logró conjugar en torno suyo distintas vertientes de opinión que reclamaban acciones decisivas contra esas lacras de la vida política colombiana. Mencionaré, corriendo el riesgo de quedarme corto en la enumeración, las más significativas de esas vertientes, a saber:

 

-El “Llerismo”, compuesto por seguidores de Carlos Lleras Restrepo que consideraban radicalmente equivocado el rumbo que adoptó el Partido Liberal a partir de 1973, cuando proclamó la candidatura presidencial de Alfonso López Michelsen, triunfadora en 1974, y después la de Julio César Turbay Ayala, elegido presidente en 1978, y aspiraban a enderezarlo promoviendo a Galán, hechura política de Lleras Restrepo y heredero natural de sus banderas.

 

-Liberales de otras procedencias, desencantados de López Michelsen y de Turbay, como fue el caso de Rodrigo Lara Bonilla, cofundador del Nuevo Liberalismo y algunos más.

 

-Sus amigos de generación, muchos de ellos con buenas vinculaciones con la prensa capitalina.

 

-Profesionales jóvenes de tendencia tecnocrática, opuestos al gamonalismo y la politiquería de los jefes liberales.

 

-Universitarios que militaban en la izquierda y jóvenes idealistas, que vieron en Galán la oportunidad de incorporarse a la política activa.

 

-Lo que ahora se denomina los “indignados”, que es una franja sobretodo de clase media movida por la “antipolítica” y que por principio rechaza a los políticos, considera que hay que mantener la pureza de los ideales y se opone a todo pragmatismo.

 

Los seguidores de Galán no configuraban un todo homogéneo y en estas vertientes no dejaba de haber contradicciones no solo desde el punto de vista de los intereses, sino también el de las opiniones tanto de principio como de carácter estratégico, que el líder no siempre entendió ni supo encauzar adecuadamente.

 

A su alrededor se fueron generando tendencias negativas, como el culto a su personalidad; el fanatismo antipolítico y, por ende, antiliberal; y el triunfalismo que hacía creer que el electorado se iba a volcar en masa atraído por su figura y sus consignas.

 

El resultado efectivo de su primera campaña nacional fue la derrota de López Michelsen y, por supuesto, la elección de Belisario Betancur. Mirado desde la óptica de hoy, creo que el resultado fue bueno en lo primero y malo en lo segundo. Sabiendo uno ya lo que había en el interior del Partido Liberal en esos momentos, tiene que admitir que el triunfo electoral de López en 1982 habría sido desastroso para Colombia. Pero el de Betancur, dicho en la forma más amable que encuentro a la mano, no dejó de ser un mal menor. Fue un triunfo rodeado de oscuridades y el periodo que con él se inició produjo el desencanto que hizo posible la avasalladora elección de Virgilio Barco en 1986.

 

Alberto Lleras decía que la fórmula secreta de la vigencia del Partido Liberal residía en el cuidado de su unidad. La derrota de 1946, causada por la división entre Gabriel Turbay y Jorge Eliécer Gaitán, lo dejó marcado. A pesar de que este último contribuyó decididamente a esa derrota, su triunfo en las elección de congresistas en 1947 hizo que los liberales, sin distinción alguna, se congregaran en torno suyo y  aceptaran su jefatura. Eduardo Santos hizo entonces un gesto de gran valor simbólico entregándole las llaves de la Casa Liberal. Y el temor acerca de los estragos de la división condujo a Lleras Restrepo a atraer a las filas del partido al MRL de López Michelsen, así como al harakiri que se autoinfligió en 1973 convocando prematuramente la convención que habría de enterrar sus aspiraciones reeleccionistas para 1974.

 

El Nuevo Liberalismo colaboró con Betancur en una posición de sumo peligro: el ministerio de Justicia, encargado de librar la batalla contra los narcotraficantes que habían apoyado tanto a López como al contendor que lo derrotó en 1982. Rodrigo Lara Bonilla  pagó con su vida esa colaboración. Mejor dicho, la ofrendó en procura de limpiar su honra ensuciada por una atroz conjura en que, según me contó un testigo presencial, colaboró Alberto Santofimio y a la que, según otros decires que son de público conocimiento, no fue ajeno López Michelsen, a quien el sacrificado Lara llamaba “Satanás”. El sucesor de Lara, Enrique Parejo González, fue víctima después, cuando ocupaba el cargo de embajador en Hungría, de un gravísimo atentado del que prácticamente por milagro salió con vida.

 

Virgilio Barco simpatizaba con Galán y por eso no lo hizo objeto del desdén con que trató a los liberales que, como Jaime Castro o Iván Duque, habían colaborado con Betancur. Y a pesar de que Turbay lo había descalificado como “sepulturero del Partido Liberal”, lo fue atrayendo para que aceptara unas reglas de juego que podrían otorgarle la candidatura oficial para las elecciones de 1990, en competencia con Hernando Durán Dussán y Ernesto Samper Pizano, todo ello con el propósito de recuperar la unidad liberal. Igual que otros disidentes, como Gaitán y López Michelsen, que en su momento tuvieron la posibilidad de tomarse el partido, Galán estaba ad portas de convertirse en su jefe y candidato presidencial cuando la mano artera de la mafia segó su vida en 1989.

 

En ese momento había adquirido madurez política. El culto a la personalidad, el fanatismo de sus seguidores y el triunfalismo estaban quedando atrás, para cederle el paso a un pragmatismo que hiciera posibles sus aspiraciones.

 

No sabemos si una vez llegado a la presidencia hubiera tenido éxito ni incluso si  habría mantenido intactos sus buenos propósitos. Como sucede con todo lo concerniente al “Si” en la historia, pensar en ello nos internaría en el campo de especulaciones sin sentido. Pero es lo cierto que, como lo manifestó Misael Pastrana Borrero, con su muerte asesinaron las mejores esperanzas de la patria.

 

Recapitulemos los motivos de la lucha de Galán:

 

-La presencia del narcotráfico en la sociedad colombiana. Es verdad que los grandes cárteles que actuaban en 1982, como los de Cali, Medellín o el Norte del Valle, están desarticulados. Pero otros, menos vistosos, los han reemplazado. Y hoy hace presencia activa en nuestra vida política el más poderoso y desalmado que quepa concebir, el de las Farc, con el que el actual gobierno negocia en pie de igualdad.

 

-El gamonalismo clientelista o caciquismo, que sigue haciendo de las suyas y fue decisivo en la reelección de Juan Manuel Santos. No solo es dueño del Partido Liberal, sino también del de la U y el Conservador.

 

-La corrupción, que no obstante las reiteradas proclamas de los gobiernos, sigue tan campante. Ya hemos visto que la presuntuosa “Urna de Cristal” que prometió Juan Manuel Santos es en realidad un vertedero de aguas negras.

 

-La politiquería, esto es, lo que lleva a que las acciones gubernamentales se inspiren en consideraciones electorales inmediatistas y no en la ponderación de los más elevados intereses de la comunidad, o sea, en el bien común, está también en auge con Juan Manuel Santos. No es si no ver el crecimiento de la nómina oficial, la acción perversa de  auxilios presupuestales disfrazados bajo  nombres rimbombantes, o programas de claro sabor demagógico como el de las casas gratis.

 

-Galán y sus seguidores se quejaban de la falta de programas adecuados  para enfrentar las difíciles circunstancias de la sociedad colombiana. La queja sigue siendo válida y no se ve ahora cómo podría sintonizarse el actual gobierno con la problemática nacional, cuando ha hecho oscuros compromisos con los sectores más desprestigiados del país político. ¿Podremos esperar que la fétida montonera de la U, los sinuosos activistas de Cambio Radical, los liberales de la vieja guardia serpo-samperista o los “enmermelados” del Partido Conservador, apoyen las acciones necesarias para que la acción gubernamental de veras responda a lo que el pueblo colombiano demanda?

 

-La renovación de la dirigencia política sigue entrabándose por las dificultades que tienen que enfrentar los que aspiren a ser elegidos sin acudir a los mecanismos del clientelismo y la politiquería, cuando no, simple y llanamente, a los de la corrupción. Esa renovación solo es posible si se tiene el coraje de un Álvaro Uribe Vélez, que es capaz de atreverse a empeñar todo su prestigio para promover un equipo de gente nueva en la política, no comprometida con sus vicios y ajena a sus proditorios expedientes. Tiempo habrá para examinar en detalle lo que significa elegir un competente grupo de congresistas y lograr casi siete millones de votos en la elección presidencial, sin contar con los recursos de la maquinaria oficial, sin medios de comunicación favorables en el ámbito nacional y con muy escasos recursos financieros.

 

Razón de sobra tuvo el digno expresidente Andrés Pastrana para decir, como lo dijo ante los micrófonos de la W en esta semana, que todo lo que combatió Galán en vida sigue vigente en Colombia bajo el gobierno de Juan Manuel Santos, por desgracia con el apoyo de sus hijos Juan Manuel y Carlos Fernando  (Vid.http://www.wradio.com.co/escucha/llevatelo/andres-pastrana-cuenta-anecdotas-sobre-la-vida-de-luis-carlos-galan/20140819/llevar/2373561.aspx).

 

Galán era, en política, un idealista que estaba enfrentado cuando lo asesinaron al duro aprendizaje de conciliar sus principios con las realidades para hacerlos operantes y eficaces. El puesto al que parecía estar llamado quedó en manos de César Gaviria, su antípoda moral, y después en las de Ernesto Samper Pizano. Gaviria, Samper y, ahora, Santos, ofrecen los ejemplos más acabados del pragmatismo político, llevado a extremos de  amoralidad y diríase que de  abyección pocas veces vistos en nuestra historia. Todo lo contrario de lo que representaba Galán, que en su actividad pública siempre se veía como un hombre egregio, en el sentido orteguiano de la expresión.

 

Como suele suceder con los movimientos personalistas, Galán no dejó herederos dignos de su dimensión humana y capaces de seguir adelante con sus proyectos. Atrajo elementos valiosos a la política, pero no todos los que se iniciaron con él dieron la talla. Pienso, por ejemplo, en el controvertido Salvador Arana, cuya carrera política empezó en el Nuevo Liberalismo. Y no es el único botón para la muestra.

 

Quedan otras consideraciones por hacer, tales como las concernientes a las luchas generacionales en la política, a la temática moral en un campo que no pocos pensadores consideran que es demoníaco, a las confrontaciones entre técnicos y políticos, a la desconfianza que suscita la democracia en sectores dirigentes dentro de la sociedad, o a las enormes dificultades para ejercer racionalmente la política en medio de una cultura que no es propicia a ello.

 

Aplaudí y apoyé a Galán en su momento. Después, rompí con él y lo critiqué con acerbidad. Creo que ahora, en mi vejez, dispongo de mejores elementos para pronunciarme sobre su estatura histórica y admitir, así mismo, mis propias equivocaciones. La primera y más grave de ellas, haber puesto mi fe política en el Partido Liberal, creyendo con candor digno de mejor causa que el destino de Colombia se confundía con el suyo, cuando ya en 1982 era una estructura desvencijada y puesta al servicio de fuerzas deletéreas. Tarde desperté.

 

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domingo, 17 de agosto de 2014

El Combate Espiritual

Los conflictos humanos, sobre todo si se dan entre colectividades, tienen muchos componentes. Hay, en ellos, por supuesto, rivalidades personales e intereses contrapuestos, pero muy a menudo lo que los anima tiene que ver con ideologías y, en un sentido más amplio, con concepciones del mundo. Entonces, asumen el cariz de choque de civilizaciones (Huntington) o de religiones. Eso se ve con claridad en la confrontación del mundo occidental con el islámico. Pero también hay que admitirlo cuando se examina la discordia que amenaza con destruir o por lo menos debilitar severamente al primero de ellos.

 

En el fondo, el conflicto espiritual que se vive en el interior de nuestra civilización enfrenta a dos humanismos: el cristiano y el secular. Uno y otro exaltan al ser humano y alegan que el sentido de toda organización social es la promoción del Hombre, pero discrepan profundamente en sus concepciones antropológicas. En el centro de esas discrepancias están los temas de Dios y la espiritualidad humana.

 

El credo cristiano parte de la base de que Dios es creador del mundo y, por supuesto, del hombre, a quien hizo “según su imagen y semejanza”(Gen. 1,26) y con quien coronó su Creación (Gen. 1,28-31).

 

El Creador le dio libertad, y del abuso de esta provino su caída. Para redimirlo, envió a Jesucristo:“Porque tanto ha amado Dios al mundo que le ha dado a su Hijo unigénito, para que quien crea en Él no muera; sino que tenga vida eterna” (Jn. 3,16).

 

Su Ley tiene por cometido el perfeccionamiento del hombre:"Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”(Mt. 5,48). Ese perfeccionamiento es ante todo espiritual:"No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”(Mt. 4.4).

 

Y la Palabra tiene por objeto un mandamiento fundamental: el del amor. Así lo dijo el Señor en la Última Cena:"Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros. Como yo os amé que así también vosotros os améis mutuamente”(Jn. 13,34).

 

“Yo soy el camino, la verdad y la vida”, les anunció (Jn. 14,6). Y proclamó que “la verdad os hará libres” (Jn. 8,32). Según su enseñanza, la mayor esclavitud es la del pecado:"En verdad, en verdad os digo que quien comete pecado es un esclavo”(Jn. 8,34).

 

Es el corazón del hombre lo que hay que sanar:"Pero lo que sale de la boca procede del corazón, y eso es lo que mancha al hombre. Porque del corazón provienen los malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, blasfemias. Eso es lo que contamina al hombre…”(Mt. 15,18-20).

 

Satanás actúa a través del corazón:"Y durante la cena, cuando ya el diablo había metido en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la traición…”(Jn. 13,2). Pero es también en el corazón en donde se aloja el Reino de Dios:"El Reino de Dios está entre vosotros” (Lc. 17,21)…"Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”(Mt. 5,8)…"Atesorad en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corroen, ni los ladrones socavan ni roban, porque donde está tu tesoro, allí está también tu corazón” (Mt. 6,20-21).

 

Es un credo que proclama la dignidad, la libertad y la igualdad de los hijos de Dios, que lo somos todos los seres humanos, ya que nuestro Padre Celestial “hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos" (Mateo 5,45). A nadie se le niega el llamado a hacer parte de su Reino:"El Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”(Lc. 19.10). "Pues no envió Dios su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él”(Jn.3,17).

 

Pero hay quienes desatienden libremente su llamado y sus obras los condenan:"Atadlo de pies y manos, y arrojadlo a las tinieblas exteriores. Allí habrá llanto y crujir de dientes. Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos”(Mt.22,13-14).

 

Es un humanismo que llama al hombre al estado superior de realización de sus potencialidades, la santidad, pero al mismo tiempo le advierte el riesgo de perderse en los abismos del mal y la muerte espiritual que el mismo conlleva:"¿Qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su propia vida?” (Mc. 8,36).

 

En realidad, ese mundo entero es secundario, diríase que desdeñable y apenas el proscenio de una vida futura de plenitud o aniquilación:"Guardaos bien de toda avaricia; que aunque uno esté en la abundancia, no tiene asegurada su vida con la hacienda” (Lc. 12,15).

 

Todos estos enunciados, desde luego, son de índole religiosa. Su fuerza primordial deriva de la Revelación en que creemos los cristianos. Para nosotros, son Palabra de Dios, y somos centenares de millones los que profesamos esta fe, unos con más convicción que otros, y no todos con el mismo entendimiento de lo que los textos dicen.

 

Pero, según Claude Tresmontant, son además enunciados que hacen parte de una verdadera ciencia del orden espiritual, un orden que no se agota en lo psicobiológico o psicosomático, sino que apunta hacia el destino final y las transformaciones que el hombre debe promover en su interior para llegar a Dios.

 

Si ciencia, en el sentido propio del término, “es un conocimiento intelectual, fundado en una experiencia, de lo que existe”, la mística cristiana “es ciencia de un modo eminente, puesto que capta por medio de la inteligencia, lo que existe de un modo eminente y primordial. Hay que añadir también: es ciencia de lo que existe en estado de devenir, y de las condiciones de realización de lo que existe en estado de devenir. Es la ciencia del porvenir del hombre”(Tresmontant, Claude, “La Mística Cristiana y el Porvenir del Hombre”, Herder, Barcelona, 1980, p. 11).

 

El humanismo cristiano no ofrece entonces un catálogo de recetas piadosas surgidas de lo que Bergson denominaba la “función fabuladora” de la mente humana, sino de la Revelación, avaladas además por profundas experiencias espirituales y la observación de las mismas por parte de la inteligencia.

 

Evidentemente, fluye de una cosmovisión que diferencia a Dios de lo creado por Él y lo considera actuante no solo en la historia natural, sino sobre todo en el devenir humano. Es una cosmovisión que destaca la dimensión espiritual del hombre, no solo como una realidad, sino como su última realidad en su proceso de desarrollo. Y, por supuesto, lo que Jean Prieur ha llamado el “País del Después” es ingrediente fundamental de esa realidad.(Vid. http://jeanprieur.over-blog.com/).

 

La trascendencia que postula el humanismo cristiano nada tiene que ver con la que menciona Kant en sus obras. Es una trascendencia ontológica, real, efectiva, que entraña el tránsito del individuo natural hacia lo espiritual, esto es, hacia una humanidad que va en búsqueda de Dios, al que siempre al momento de la Consagración alabo porque nos auxilia con su gracia, nos fortalece con su presencia y nos lleva de la mano por el camino de de la bienaventuranza. La trascendencia kantiana es apenas de tipo lógico, la del Yo que pretende desasirse del mundo empírico y configurarlo idealmente en su entendimiento. De tipo lógico es, por otra parte, la noción del espíritu que desarrolla Hegel, según me explicó alguna vez el profesor Cayetano Betancur.

 

El humanismo cristiano es, además, una cosmovisión que toma nota de la gradación jerárquica de entes y valores, en cuya virtud reconoce la primacía de lo espiritual.

 

Este es tema del primer libro político de Maritain, sobre el que recomiendo el brillante  escrito de Gabriel J. Zanotti,“Jacques Maritain: su pensamiento político y su relevancia actual”(http://www.eseade.edu.ar/files/riim/RIIM_57/riim57_zanotti.pdf).

 

La primacía de lo espiritual significa, ni más ni menos, la acción del espíritu sobre el mundo tangible, tal como se pone de presente en el comportamiento humano y lo está intuyendo, con diversos matices, la ciencia actual.(Vid. McTaggart, Lynne," The Field:The quest for the secret force of the universe”, Harper, NY, 2008; Tart, Charles O., “The End of Materialism”, New Harbinger Publications, Oackland, California, 2009; Ruyer, Raymond, “La Gnose de Princeton”, Fayard, Paris, 1974).

 

Volviendo a Tresmontant, este enseña que “todo lo espiritual es de otro orden que el psicológico y no se puede reducir a él”(p. 17).

 

Agrega:

 

“La cuestión de saber si lo espiritual, en el sentido técnico y preciso que el término tiene en Pablo y en toda la tradición mística cristiana, existe o no en el hombre, pertenece a una disciplina que todavía no se ha constituido como ciencia, y que sería la antropología global.{…} Es evidente que si no hay orden espiritual en el sentido de los místicos cristianos, si no hay sobrenatural, si el hombre no tiene un  destino sobrenatural, si el ateísmo es verdad, entonces, las que hoy se llaman <ciencias humanas>--la psicología, la etnología, la sociología, etc.--bastan para constituir la antropología. Pero si por azar o de hecho los místicos cristianos tuviesen razón, es decir, si efectivamente el hombre es un animal que lleva en sí mismo una dimensión y una apertura que trascienden la competencia del psicólogo y del sociólogo, entonces la antropología que hoy nos presentan está gravemente mutilada, es incompleta y truncada por arriba. Le falta algo al hombre, tal como lo describen las llamadas <ciencias humanas>”(ps. 17-8){…}"Dicho de otro modo, la vida mística, la dimensión mística o sobrenatural, normalmente forma parte del hombre tal como existe en concreto. Una antropología completa, íntegra, debe tenerlo en cuenta, y una antropología que no quiere observarlo o descubrirlo es una antropología mutilada, decapitada” (ps. 40-1).

 

Hay, según esto, leyes de expansión del espíritu en el hombre, tanto en la esfera individual como en la social, que lo llevan a trascender a planos existenciales superiores al de la mera animalidad. Esa leyes son precisamente las que desde tiempos antiguos, a partir del concepto de ley eterna, se han conocido como leyes naturales, denominación que en realidad es inexacta o se presta a confusión, por lo que sería preferible reemplazarla por otra que diera cuenta cabal de su objeto: “La idea de una transformación radical , de una metamorfosis, de un nuevo nacimiento, de un paso del orden físico, biológico y psicológico, a otro orden ulterior y superior…”(Tresmontant, op. cit., p. 26).

 

A diferencia de las leyes naturales, que son deterministas, esta legalidad espiritual, la del “deber ser”, o como enseñaba Scheler, la del valor, obra a través de la libertad, si bien auxiliada por la gracia. El tránsito hacia estados superiores no se puede forzar por medio de la coacción, pues requiere la apertura de la mente y la disposición de la voluntad. Es la lección que tardíamente aprendió la Iglesia, después de reconocer los excesos de la censura y la inquisición en el Concilio Vaticano II.

 

En la cosmovisión cristiana se da cuenta de dos realidades que en los tiempos que corren la hacen ver como retrógrada y cargada de mitología: el pecado y los espíritus malignos.

 

El mal existe, es una realidad actuante en el interior de los individuos y en las colectividades. Pero hay hondas discrepancias acerca de su naturaleza, su origen y los modos de afrontarlo.

 

Para la cosmovisión cristiana, se trata de un misterio que desafía la explicación racional. Es uno de los temas más arduos de la Teología, como lo pone de presente Maritain en “Y Dios permite el mal”.

 

En un artículo publicado bajo el título de “A Collision of Worlds: Evil Spirits Then and Now” en el sitio Knowing & Doing, de C.S. Lewis Institute, Clinton P. Arnold Ph.D. observa que “los últimos 300 años en Occidente representan la única época de la historia humana en que la existencia de espíritus malignos se ha tratado con vasto escepticismo”.

(Vid.http://www.cslewisinstitute.org/A_Collision_of_Worlds_FullArticle).

 

La opinión dominante en la actualidad es más bien refractaria acerca de la identificación del mal en los individuos y las comunidades. Se niega a definirlo y más bien lo toma como un tipo de desorden de la personalidad, debido  a trastornos bien sea cerebrales o psicológicos que pueden tratarse mediante procedimientos psiquiátricos o psicoterapéuticos, según sea el caso. Con frecuencia se lo mira como un asunto de educación o como una falla cultural. Y en las relaciones interpersonales se lo considera como resultado de desajustes,  errores de conducta o algo semejante, susceptibles de corregirse mediante técnicas adecuadas. En el orden comunitario, la anomia, las conductas rebeldes o excéntricas, los conflictos, la criminalidad y la violencia, etc., se  consideran como patologías que es posible solucionar mediante la acción social y la superación de los factores objetivos que se cree que facilitan o condicionan todos esos comportamientos desviados . Corregidas las injusticias que los explican, se logrará recuperar o instaurar una situación de normalidad .  En todo caso, se rechaza la idea de pecado y, por supuesto, la de que tras estas desviaciones obran agentes maléficos de carácter espiritual.

 

El psiquiatra polaco Andrzej Łobaczewski le ha puesto el nombre de Ponerología a un estudio interdisciplinario de las causas de períodos de injusticia social. Según se lee en Wikipedia,"Esta disciplina hace uso de datos de la psicología, la psicopatología, la sociología, la filosofía y la historia para explicar tales fenómenos como la guerra de agresión, la limpieza étnica, el genocidio y los estados policiales”.(Véase en http://es.wikipedia.org/wiki/Ponerolog%C3%ADa).

 

Pero, como lo observaba el papa Benedicto XVI en alguna ocasión, hay manifestaciones extremas del mal que hacen difícil explicarlo con prescindencia de la acción del Maligno. Los exorcistas, por su parte, saben bien cuál es el agua que los moja cuando afrontan casos para los que la psiquiatría carece de explicaciones y de tratamientos. Y cada uno de nosotros, si hace un cuidadoso examen de conciencia, no dejará de encontrar el influjo de entidades perversas en su interior. De ello puedo dar fe, como también puedo darla de la acción de la gracia de Dios.

 

Los cristianos no podemos dejar de ver en los graves trastornos que individual y colectivamente nos aquejan los efectos de un verdadero drama cósmico en el que las fuerzas oscuras de las potencias demoníacas desafían el plan de Dios. Es la materia que aborda  Andrew John Hoffman en un inquietante libro que lleva por título “ The New World Order and the Eugenics Wars: A Christian Perspective”.

 

Igual que otros analistas, Hoffman ha llegado a la conclusión de que el NOM desarrolla, ni más ni menos, una agenda satánica. Para muestra, lo que el Dr. Monteith denuncia en el artículo sobre la Agenda de Control de la Población que está en curso: http://no666nwo.info/StanleyMonteith/PopCon.htm.

 

A la cosmovisión cristiana, que suministró el fundamento religioso de las civilizaciones Cristiana Occidental y Ortodoxa (Toynbee), se contrapone la del humanismo secular que de hecho se ha impuesto en el mundo occidental.

 

Es un humanismo que pretende ser religioso a su manera o que suele considerarse de índole religiosa a pesar de sus pretensiones seculares. De tal jaez son, por ejemplo, libros como “El hombre-Dios o el sentido de la vida”, de Luc Ferry, o “Religión sin Dios”, obra póstuma del célebre iusfilósofo Ronald Dworkin. Se habla, por otra parte, de la democracia y los derechos humanos como sustitutos de la religión o como nuevas religiones, lo que otrora se había dicho del nacionalismo (Vid. Llobera, J.R.,“El Dios de la Modernidad”, Anagrama, Barcelona, 1996). A propósito de ello, observo que la versión XXI de las Conferencias Aranguren se ocupó del tema de la Religión sin Dios:http://isegoria.revistas.csic.es/index.php/isegoria/article/viewFile/787/786.

 

A pesar de ciertas connotaciones religiosas, como las que exhibe el trascendentalismo masónico, el humanismo secular tiende de hecho a ser más bien irreligioso, cuando no antirreligioso, o por lo menos anticristiano. Se proclama ante todo como racionalista, con fuertes inclinaciones materialistas y cientificistas. Pero trata de salvaguardar no solo en la teoría, sino en la práctica, valores que considera universales, como la dignidad de la persona humana, la libertad, la igualdad y la tolerancia, bajo el concepto de que la aspiración a la felicidad (que los norteamericanos han elevado a la categoría de derecho inalienable) debe realizarse en esta vida, que para muchos es la única que se nos ha concedido. Al Paraíso que Nuestro Señor en la cruz le ofreció al Buen Ladrón, se contrapone el de las utopías terrenales, bien sea la comunista, la del Estado de bienestar de los escandinavos o la del “American way of life”.

 

Se lee en Wikipedia que:

 

“En 1933, un grupo de 34 pensadores, ministros religiosos (principalmente de la Iglesia unitaria) y científicos publicaron un manifiesto en el que expresaban la necesidad de organizar la religión sobre bases científicas y éticas, dejando definitivamente de lado los dogmas del pasado que lastraban el avance humano. El documento incluía una lista de quince puntos en que se delineaban los cambios que debían aplicarse para avanzar hacia una religión natural y científica y una sociedad cada vez más igualitaria y basada en la cooperación.

 

“Desde entonces se han fundado diversos grupos y asociaciones basadas en los principios enumerados en el Manifiesto Humanista, entre las que destacan, la Asociación Humanista Americana. Asimismo, existe una corriente de humanistas religiosos dentro de la Asociación Unitaria Universalista norteamericana.

 

“Posteriormente se han publicado otros documentos con el propósito de renovar y actualizar los postulados del Manifiesto Humanista original. Cabe destacar el llamado Manifiesto Humanista II (1973) y el Manifiesto Humanista2000.”         (http://es.wikipedia.org/wiki/Humanismo_religioso#El_Manifiesto_Humanista_.281933.29).

 

Los documentos de los referidos Manifiestos Humanistas pueden consultarse en los siguientes enlaces:

 

-Manifiesto Humanista I, de 1933: http://www.20desetiembre.org/index.php?option=com_content&task=view&id=22

 

-Manifiesto Humanista II:  http://www.20desetiembre.org/index.php?option=com_content&task=view&id=23

 

-Manifiesto Humanista III: http://www.filosofia.org/cod/c1999hum.htm

 

A raíz de las críticas que desde posiciones religiosas se enfilaron contra el Manifiesto Humanista II, sus promotores dieron a conocer en 1980 esta Declaración del Humanismo Secular   http://www.secularhumanism.org/index.php/11. La traducción al castellano puede descargarse en el siguiente sitio: https://bibliotecaesceptica.wordpress.com/2008/07/05/una-declaracion-humanista-secular-paul-kurtz-2/

 

Las tesis de estos Manifiestos Humanistas son moneda corriente en los círculos rectores de nuestras sociedades. Configuran el acervo de la “Razón Pública” en donde es admisible el debate sobre los asuntos que interesan a las comunidades, y en el que, por definición, se excluyen los argumentos sospechosos de coloración religiosa.

 

Pero la gente del común, heredera de las tradiciones religiosas, sigue mirando en muchas partes lo que sucede, valiéndose de las ideas y las valoraciones que aquellas les han transmitido, no obstante la presión mediática que se viene ejerciendo de modo persistente para que abandone o ablande sus convicciones.

 

Esa presión es tan fuerte, que hace algunos años el destacado escritor católico norteamericano George Weigel publicó un libro adolorido bajo el título de “El coraje de ser católico”. El libro versa principalmente sobre la crisis del Catolicismo en los Estados Unidos, ocasionada en gran medida por los escándalos sexuales de la Iglesia. Pero su trasfondo es la dificultad de profesar la religión en una sociedad sometida a fuertes procesos de secularización.

 

Estos procesos están dando lugar a la superación de los conflictos interreligiosos por otro que podría ser de inusitada gravedad: el conflicto entre creyentes y no creyentes.

 

Acabo de ver en Amazon un libro sobre el tema, “BLOOD ON THE ALTAR: The Coming War Between Christian vs. Christian”, de Thomas Horn.

 

En una reseña se denuncia que en los últimos seis años, es decir, bajo el régimen de Obama que declaró hace algún tiempo que los Estados Unidos dejó de ser una nación cristiana, el país “se ha convertido en el principal promotor de la persecución contra los cristianos en el mundo actual”(Vid.     http://www.raidersnewsupdate.com/ChristianWar1.htm). Así lo establece 2014 World Watch List, que relaciona los 50 países en donde los cristianos son más perseguidos. Curiosamente, en un mapa que muestra los países de mayor riesgo para los creyentes figura el nuestro, probablemente por la acción de los grupos subversivos. Según informe de Amazon, el libro lleva ocho semanas ocupando el primer puesto en ventas.(http://blcs.wordpress.com/2014/08/03/8-weeks-running-blood-on-the-altar-remains-no-1-on-amazon/).

 

Pues bien, si se habla de sangre y de guerra,  ello significa que el combate espiritual de que trata este escrito está pasando al plano de una no improbable guerra civil en el interior de los Estados Unidos.

 

 

 

 

 

 

 

viernes, 8 de agosto de 2014

¿Quiénes gobiernan el mundo?

Comparto con los lectores del blog el resumen de la charla que ofrecí en días pasado a los amigos de la tertulia conservadora que coordina don Carlos Vélez Londoño acerca de las sociedades secretas y su influencia en el mundo actual.

 

Es un tema difícil que se enmarca dentro de un cuadro más amplio, el de los poderes fácticos que influyen y hasta se imponen sobre los poderes jurídicos o formales.

 

Esos poderes muchas veces son discretos e incluso secretos, por lo que se estructuran y funcionan en medio de la penumbra, cuando no de la oscuridad. Son, por ello, refractarios a la investigación objetiva y solo es posible examinarlos a través de medios indirectos, bien sea por lo que a veces dejan entrever sus actores, ya por las huellas que dejan sus acciones en la vida social.

 

Como son poderes que actúan en las sombras, una de sus estrategias es la desinformación acerca de su existencia o su naturaleza. Otra estrategia es la satanización de quiénes se atrevan a investigarlos y denunciarlos.

 

De parte de estos hay, además, el riesgo de incurrir en la paranoia y los delirios de las teorías de la conspiración, que  llevan a menudo a dar por ciertas hipótesis descabelladas que son más fruto de imaginaciones calenturientas que del examen riguroso de los hechos.

 

Creo que para abordar la cuestión conviene distinguir entre poderes discretos y secretos, así como entre el poder de las bandas criminales y el de las sociedades secretas propiamente dichas.

 

Esta segunda distinción se basa en los propósitos que animan a unas y a otras. Las primeras viven del delito y toda su actividad se encamina a lucrarse de él y  asegurar el goce de sus beneficios. Las segundas tienen objetivos que pueden considerarse políticos e incluso espirituales. La distinción no siempre es fácil de establecer, dadas las interacciones que muy frecuentemente se dan entre los grupos criminales y las sociedades iniciáticas o las de cuño político.

 

Discretos o secretos, los poderes criminales que obran en el mundo actual constituyen un tema que ofrece muy serios motivos de preocupación. De hecho, hay sociedades en que la criminalidad está tan enquistada que no se exagera si se las cataloga como sociedades mafiosas.

 

En “El G-9 de las Mafias del Mundo”, J. F. Gyraud muestra que, al lado del G-9 de las grandes potencias, hay una estructura internacional de organizaciones criminales cuyo poder poco tendría que envidiarle al de los grandes cuerpos políticos. En un libro del que no conozco traducción castellana y que fue un “best-seller” hace un cuarto de siglo,"The Underground Empire", el periodista norteamericano James Mills se ocupó de la enorme influencia del narcotráfico en la sociedad norteamericana y las severas dificultades que median para actuar sobre una actividad que movía cuando hizo su investigación tres veces la cantidad de dinero circulante en los Estados Unidos. A partir de la lectura de este libro no me quedaron dudas de que la droga es, ni más ni menos, un problema de civilización contra el que no hay soluciones jurídicas eficaces. Traigo a colación el dicho de Paul Valéry que he citado en otras oportunidades:"Vosotras, civilizaciones, ahora sabéis que sois mortales".

 

Acerca de la segunda categoría de sociedades discretas y secretas que he mencionado, las que abrigan finalidades políticas e incluso espirituales, hay abundante bibliografía a la que es muy fácil acceder por medio de Google. Destaco la investigación que a lo largo de varias décadas hizo el Dr. Stanley Monteith, con base en la cual escribió su libro titulado “Brotherhood of Darkness”. A través de Amazon lo descargué en mi Kindle, pero con ocasión de este escrito lo busqué en Google, en donde es posible encontrarlo pulsando en http://www.keepandshare.com/doc/3537970/brotherhood-of-darkness-stanley-monteith-2000-pdf-february-10-2012-5-32-pm-229k?da=y&dnad=y

 

El Dr. Monteith parte de la base de los cambios tan profundos que hemos venido presenciando en las últimas décadas, tanto en lo político como en lo económico, pero sobre todo en el orden de la cultura, encaminados todos ellos hacia la instauración de un Nuevo Orden Mundial (NOM) presidido por un gobierno también mundial, respaldado por una economía globalizada e inspirado en la idea de una religión universal que supere las religiones tradicionales a través de sistemas de creencias comunes y códigos de ética aceptables para todos. Este, entre paréntesis, es un proyecto en que han venido trabajando personalidades como Hans Küng, el díscolo teólogo católico que ha dado tanto de qué hablar.

 

En el libro se pasa revista a los posibles agentes de estas transformaciones, unos de ellos discretos y otros rigurosamente secretos, para concluir que tras las mismas está a no dudarlo la Masonería. No parece osado, entonces, afirmar que el NOM pretende ser  en realidad un Nuevo Orden Masónico.

 

Para el examen de la Masonería y su acción sobre el mundo de hoy, se vale de muy variadas fuentes, entre las que se destacan el libro de Albert Pike, “Morals and Dogma of the Ancient and Accepted Scottish Rite of Freemasonry , prepared for the Supreme Council of the Thirty Third Degree for the Southern Jurisdiction of the United States”, y el de Manly P. Hall,"Lectures on Ancient Philosophy”. Este último es especialmente valioso, especialmente por su Capítulo 19 sobre  Rosacruces y Masones que puede leerse a través del siguiente enlace:http://www.masoniclib.com/images/images0/530441838615.pdf. Y puede tenerse acceso al libro completo titulado “The secret teachings of all ages: An enciclopedic outline of masonic, hemetic, qabbalistic, and rosicrucian symbolical  philosophy being an interpretation of the secret teachings concealed within the Rituals, Allegories, and Misteries of all ages”en este otro:  

http://www.framsteget.net/gratis/TheSecretTeachingsOfAllAges.pdf

 

Tanto Pike como Hall coinciden en que la Masonería es una religión cuyo credo proviene de tiempos muy antiguos. De hecho, Hall considera que mantiene la herencia de lo que podría considerarse la religión primordial de los egipcios, los babilonios, los persas y los indios, que a través de distintos cauces ha permeado al Judaísmo, el Cristianismo y el Islam, pero al mismo tiempo ha sido tergiversada por ellos. El Capítulo 19 del libro de Hall es especialmente ilustrativo al respecto.

 

Otra muy significativa coincidencia de ambas autoridades masónicas estriba en la afirmación de que en la Masonería hay dos órdenes, el discreto y el secreto.

 

Reproduzco a continuación el texto de Hall, que es supremamente ilustrativo al respecto:

 

“FREEMASONRY is a fraternity within a fraternity—an outer organization
concealing an inner brotherhood of the elect. Before it is possible to
intelligently discuss the origin of the Craft, it is necessary, therefore, to
establish the existence of these two separate yet interdependent orders, the
one visible and the other invisible. The visible society is a splendid
camaraderie of "free and accepted" men enjoined to devote themselves to
ethical, educational, fraternal, patriotic, and humanitarian concerns. The
invisible society is a secret and most august fraternity whose members are dedicated to the service of a mysterious arcanum arcanorum.Those Brethren
who have essayed to write the history of their Craft have not included in their
disquisitions the story of that truly secret inner society which is to the body
Freemasonic what the heart is to the body human.In each generation only a
few are accepted into the inner sanctuary of the Work, but these are veritable
Princes of the Truth and their sainted names shall be remembered in future
ages together with the seers and prophets of the elder world. Though the
great initiate-philosophers of Freemasonry can be counted upon one's
fingers, yet their power is not to be measured by the achievements of
ordinary men. They are dwellers upon the Threshold of the Innermost,
Masters of that secret doctrine which forms the invisible foundation of every
great theological and rational institution.”

 

Hay, pues, una sociedad secreta que actúa a través de una sociedad discreta y, quizás, de otras muchas, al servicio de un misterioso “Arcanum arcanorum”. Esa sociedad va más allá del Grado 33 de la Masonería aparente. Su existencia y su acción no solo se documentan en fuentes masónicas, como las que vengo citando, sino también en fuentes externas, tales como en “The Brotherhood”, de Stephen Knight; “Blood on the altar”,  de Craig Hembichner; o “Windswept House: A Vatican Novel”, de Malachi Martin, que se conoce en castellano como “El Último Papa”.

 

Dice Stephen King al comienzo del capítulo 5 de su libro:

 

“Hay un grupo de élite de masones en Inglaterra sobre el que la Gran Logia Unida carece de jurisdicción. Esa es la fraternidad de los Altos Grados, cuya existencia es desconocida incluso por la mayoría de los masones”( p. 38)

 

Dado su carácter ultrasecreto, resulta en extremo difícil saber cómo se integra y cómo actúa. Hay muchas especulaciones sobre quiénes son sus miembros. A menudo se los identifica con los Illuminati de Baviera, orden creada en 1776 por el exjesuíta de origen judío Adam Weishaupt, que penetraron las logias francesas, promovieron la Revolución e instigaron a los Jacobinos en su reinado del Terror, con el propósito de eliminar todo gobierno y toda religión para así instaurar un orden mundial, el “Novum Ordo Seculorum” que se proclama en los documentos constitutivos de los Estados Unidos. Pero este es un tema de discusión sobre el que no hay acuerdo entre los investigadores.

 

Todo indica, en todo caso, que sus integrantes pertenecen a las más altas esferas de la sociedad:  políticos,  financistas, diplomáticos, magistrados, empresarios,  militares, académicos, periodistas, científicos, religiosos, etc. Se habla, incluso, de conspicuos miembros de la jerarquía católica que hacen parte de esos Altos Grados.

 

Este es precisamente uno de los temas que trata Malachi Martin en su libro. Y Don Luigi Villa, a instancias del Santo Padre Pío de Pietrelcina, dedicó los últimos años de su vida a desenmascarar la presencia masónica en el Vaticano. Por otra parte, Stephen Knight sostiene que la Iglesia de Inglaterra se halla de hecho bajo el control de las logias.

 

Por definición, el “Arcanum arcanorum” (Secreto de los secretos) no está al alcance de los profanos y ni siquiera de los masones comunes y corrientes, incluso los de los más altos grados de la jerarquía ordinaria. Su conocimiento solo se brinda a los Príncipes de la Verdad de que habla Hall. Es conocimiento oculto, en un doble sentido: oculto, porque a él acceden unos pocos iniciados; oculto, porque se refiere a los arcanos del universo.

 

Dicho de otro modo, la Masonería es ocultista. Así lo declara uno de sus divulgadores más conocidos, por lo menos entre nosotros, Robert Ambelain, autor de “El Secreto masónico”. Ambelain es fantasioso y podría decirse que un charlatán en lo que a la historia del Cristianismo se refiere, pero sus credenciales como masón están bien establecidas(Vid. http://www.4shared.com/get/teRphFDa/ambelain_secretomasonico.html).

 

El ocultismo es, por así decirlo, una disciplina teórico-práctica. Una cosa son sus enunciados, que para muchos suenan a palabrería vana que parece reñir con la racionalidad y, por supuesto, con el método científico. Pero sus cultores consideran que se trata de verdades a las que se llega a través de rituales que comienzan con la iniciación y prosiguen superando etapas de construcción espiritual hasta llegar a los más altos niveles en que se tiene acceso a la iluminación.

 

En qué consiste ella y cómo se la logra, son temas de debate. En rigor, ahí es donde se pone de manifiesto la radical incompatibilidad entre la Masonería y el Cristianismo o, por lo menos, el Catolicismo. Aquella, en efecto, es heredera del Gnosticismo, cuyo concepto de la Luz, como opuesta a las Tinieblas, difiere sustancialmente del que recoge sobre todo el Evangelio de San Juan, por cuanto ignora que para salir de la oscuridad del pecado se requiere la acción de la gracia de Dios.

 

En rigor, el concepto de pecado está ausente en esa cosmovisión y se lo reemplaza por otros, como el oscurantismo, la superstición, la opresión, el fanatismo, el prejuicio o el temor, todos ellos de carácter socio-cultural. A la Luz se llegaría entonces por el conocimiento, la educación, el orden social y, según Pike, la armonía de los contrarios (Vid. la interesante explicación filosófica que ofrece Roscoe Pound en http://www.themasonictrowel.com/ebooks/freemasonry/eb0339.pdf), acompañados de una severa autodisciplina ritual que como por arte de magia eleva el espíritu.

 

No hay que olvidar, a propósito de ello, que Pike se inspiró en buena medida en los trabajos de Eliphas Levy, el conocido autor de “Dogma y Ritual de la Alta Magia”. El mismo Pike escribe que “La ciencia oculta de la Antigua Magia... se encuentra encerrada en enigmas que parecen impene­trables, en los Ritos de la Masonería Superior” (Vid. http://syllabus-errorum.blogspot.com/2013/10/un-mason-casi-se-convierte-en-papa-la.html).

 

Cierta corriente masónica identifica esta lucha contra las tinieblas con la acción de Lucifer, el ángel caído portador de la Luz, e incluso con  la de la serpiente tentadora que en el Edén excita a Eva y luego a Adán a desatender la prohibición y atreverse a ser libres, buscando por sí mismos el conocimiento del Bien y del Mal (Gen. 3,5).

 

Algunos llegan a identificar a Lucifer con el aspecto luminoso de Dios, que contrasta con el oscuro que una sesgada interpretación del Antiguo Testamento hace ver como colérico, violento y vengativo. Otros más, influenciados por Helena Blavatsky,  siguen “una tradición espiritual que considera a Lucifer como uno de los Ángeles solares, esos Seres avanzados de los que dice la Teosofía que descendieron (de ahí “la caída”), desde Venus a nuestro planeta hace eones para traer el principio de la mente al que entonces era el hombre-animal. En la perspectiva teosófica, el descenso de esos Ángeles solares no fue una caída en el pecado o en la deshonra sino más bien un acto de gran sacrificio, como sugiere el nombre de “Lucifer”, que significa portador de luz” (http://www.lucistrust.org/es/arcane_school/talks_and_articles/the_esoteric_meaning_of_lucifer).

 

Algunos comentaristas observan que el simbolismo de la Estatua de la Libertad, obra de nítida inspiración masónica, evoca a Lucifer, el portador de  luz. La antorcha encendida trae consigo la iluminación y, con esta, la libertad. Y aquí encontramos otra confrontación con el pensamiento cristiano, para el que la verdad es ante todo de carácter moral y condición necesaria para liberarnos de la esclavitud del pecado. La liberación que ofrece el pensamiento masónico es otra, tal como lo ponen de presente las consignas del gobierno socialista que hoy impera en Francia: liberación de todo condicionamiento o determinismo de orden natural o cultural, por no hablar de los de orden sobrenatural, que se excluyen por sustracción de materia. A ello se refiere toda la doctrina masónica de la emancipación humana.

 

Por este sendero se llega al Satanismo. La inspiración ya no viene de Lucifer, el portador de luz, sino de Satán, el Príncipe de las Tinieblas.

 

La acusación de Satanismo contra la Masonería ha sido persistente en el magisterio de la Iglesia a partir de la condena que lanzó el papa Clemente XII en la Encíclica In Eminenti en 1738. Años después, el papa Pío IX se refirió a ella denominándola la “Sinagoga de Satán”. Y el papa León XIII la calificó en los más severos términos en la Encíclica Humanum Genus de 1884. No obstante ello, la posición de la Iglesia se ha suavizado en los últimos tiempos, aunque persiste la prohibición a los católicos de afiliarse a organizaciones que promuevan la destrucción de la Iglesia u objetivos contrarios al credo católico (Vid.http://bibliaytradicion.wordpress.com/miscelaneo/francmasoneria/documentos-pontificios-que-condenan-a-la-francmasoneria/).

 

Independientemente de si tiene o no inspiración satánica, es un hecho que la Masonería ha instigado los peores ataques contra la Iglesia, desde la persecución que contra ella se desató en la Revolución Francesa hasta la reciente criminalización del Cristianismo que acredita el documentado libro de Janet L. Folger que he mencionado en este blog en varias ocasiones.(http://www.amazon.com/The-Criminalization-Christianity-Becomes-Illegal/dp/1590524683).

 

La descristianización de Francia es, a no dudarlo, obra de la Masonería, lo mismo que la que se está llevando a cabo en los Estados Unidos, según lo denuncia el Dr. Monteith en el libro que atrás he citado. A su entender, no nos encontramos acá frente a una Hermandad de los Hijos de la Luz, sino de las Tinieblas.

 

La vinculación de la Masonería con el  Satanismo es tema que se trata en los libros de Heimbichner y Knight que he citado arriba.

 

No es extraño que figuras tan representativas del Satanismo en los tiempos recientes hayan hecho carrera en las logias masónicas, como es el caso de Aleister Crowley, que ocupa un lugar destacado en el capítulo  que escribió William H. Kennedy sobre historia del Satanismo moderno para su libro “Satanic Crime-A Threat in the New Millennium”(Vid. http://www.whale.to/c/sataniccrime.pdf).

 

Escribe Kennedy que en su búsqueda de iluminación espiritual, Crowley combinaba consumo de drogas con prácticas de meditación y ritos sexuales que configuran un sistema de magia sexual. Sus seguidores sostenían que las drogas, la visualización y el frenesí sexual los hacían ascender hasta la visión de la deidad que buscaban.

 

Esta magia sexual es tema del “Arcanum arcanorum”, según observa Heimbichner en el capítulo Séptimo de “The Blood on the Altar”.

 

El Satanismo, según Kennedy, puede entenderse bien como la adoración de Satán entendido como un ser real, ya como un símbolo.

 

Aunque la Masonería ha declarado tradicionalmente su creencia en Dios como Gran Arquitecto del Universo, su idea de Dios oscila entre la del  Ser Supremo de los filósofos racionalistas, que es un ser bastante impersonal y desentendido de la suerte de su creación, y la de místicos de la Antigüedad, que combinan en un solo ente los atributos de Jahweh, Baal y Osiris, dándole el nombre de Jahbulon (Vid. Knight, pags. 236-40). Pero, siguiendo influencias gnósticas, es frecuente que tenga una concepción dualista de su Dios, en la que se integran, como atrás señalé, la Luz y las Tinieblas, el Dios bueno y el Dios malo. Y, al tenor de la Teosofía, se llega a considerar como malo al  Dios de nuestros padres, y como bueno a Lucifer/Satán. En fin, ya hay obediencias masónicas, como el Gran Oriente de Francia, que han dejado de exigirles a sus miembros la creencia en un Ser Superior.

 

La creencia y la adoración del Demonio como un ser real es fuente de los pavorosos crímenes satánicos que estudia Kennedy en su libro. De crímenes instigados por espíritus malignos se ocupa un libro que no dejo de recomendar, “Treinta años con los muertos”, del Dr. Carl Wickland , que se encuentra en la red (http://new-birth.net/booklet/30_years_among_the_dead.PDF).

 

Es también fuente  de la depravación sexual que, a partir de las elites, se extiende por toda la sociedad. Se acusa a la Iglesia Católica por la pedofilia del Clero, tema que dio lugar a la patética declaración de Pablo VI sobre la infiltración del humo de Satanás en su interior y que ocupa, además, los estudios de Randy Engel (“El Rito de la Sodomía”) o de William T. Kennedy (“Lucifer’s Lodge-Satanic- Ritual Abuse in the Catholic Church”). Pero se sesga lo relativo a las poderosas redes pedófilas que obran en altos sectores de Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Bélgica u Holanda, para citar tan solo algunos de los casos más conocidos hoy por hoy   (Vid. http://es.wikipedia.org/wiki/Historia_del_activismo_ped%C3%B3filo; http://www.barruel.com/info12.html). En este último sitio puede verse un terrible expediente sobre las conexiones masónicas con esas redes de pedofilia.

 

La segunda vertiente del Satanismo considera que Satán es un símbolo. Lo es, en primer término, del rechazo al Cristianismo; en segundo término, lo es de la emancipación del hombre y, en el fondo, de su divinización, en virtud de la cual el hombre se convierte en un dios para sí mismo.

 

Un aspecto muy significativo de este punto de vista es la divinización de la naturaleza, que da lugar al Naturalismo , el cual exalta las fuerzas telúricas y destaca en el hombre sus potencias biológicas, especialmente las de carácter sexual. De hecho, esta vía conlleva el regreso del paganismo. Por ese motivo, ahora se viene hablando con insistencia de un neopaganismo  llamado a superar la religiosidad cristiana, tal como se advierte en movimientos como New Age y Wicca.

 

Algunos observadores han llamado la atención acerca de esta incompatibilidad radical de ciertas tendencias de la Masonería de hoy con el pensamiento cristiano e, incluso, con las vertientes espiritualistas de aquella, a las que se llama “trascendentalistas”.

 

Sea que el Satanismo se tome por los masones en sentido literal o meramente simbólico, su anticristianismo y su naturalismo influyen decisivamente en la revolución cultural que está en curso y aspira con distintos pretextos a erradicar todo sentido cristiano de la vida, de la familia, de la sexualidad y, en suma, de las buenas costumbres, tal como se pone de manifiesto en el documento que lleva por título “El Nuevo Orden de los Bárbaros”, el cual recoge consignas de inocultable origen masónico (Vid. http://biblicalscholarship.net/barbarians.htm).

 

Estas consignas se ambientan en los medios de comunicación y en los sectores académicos, para luego imponerlas a través de instancias internacionales, órganos legislativos, autoridades administrativas o entidades judiciales, según convenga en cada caso. Por ejemplo, en un mismo año, 1973, el aborto se impuso en Estados Unidos por sentencia de la Corte Suprema, mientras que en Francia se lo adoptó mediante la llamada Ley Weill. Y lo mismo va sucediendo con las bodas y las adopciones de parejas homosexuales: al mismo tiempo se las aprueba por medio de leyes, si se cuenta con mayorías parlamentarias favorables, o de sentencias de altos tribunales, si están ellos sometidos al control masónico.

 

Craig Heimbichner observa en el prefacio de su libro que, para imponer en las comunidades las ideas de esta revolución cultural, se acude a técnicas de control mental que manipulan las actitudes, las opiniones, los valores y el comportamiento de la gente en la dirección deseada por la Criptocracia que mueve los hilos como si obrase sobre marionetas. A través del siguiente enlace se pueden leer en francés algunos extractos del libro: http://www.fichier-pdf.fr/2013/06/18/du-sang-sur-l-autel-extrait/du-sang-sur-l-autel-extrait.pdf.

 

Esa Criptocracia ejerce un gobierno invisible sobre las sociedades, tal como lo han señalado David Wise y Thomas B. Ross (“The Invisible Government”, New York , Random House, 1964;https://archive.org/stream/theinvisiblegove20224gut/20224-8.txt).

 

Creo que puedo rematar dando repuesta a la pregunta que sirve de título para este escrito: ¿en manos de quién o quiénes está el gobierno del mundo de hoy? Nada menos que en las del que el Evangelio llama el “Príncipe de este  mundo”, es decir, de Lucifer/Satán.