Los conflictos humanos, sobre todo si se dan entre colectividades, tienen muchos componentes. Hay, en ellos, por supuesto, rivalidades personales e intereses contrapuestos, pero muy a menudo lo que los anima tiene que ver con ideologías y, en un sentido más amplio, con concepciones del mundo. Entonces, asumen el cariz de choque de civilizaciones (Huntington) o de religiones. Eso se ve con claridad en la confrontación del mundo occidental con el islámico. Pero también hay que admitirlo cuando se examina la discordia que amenaza con destruir o por lo menos debilitar severamente al primero de ellos.
En el fondo, el conflicto espiritual que se vive en el interior de nuestra civilización enfrenta a dos humanismos: el cristiano y el secular. Uno y otro exaltan al ser humano y alegan que el sentido de toda organización social es la promoción del Hombre, pero discrepan profundamente en sus concepciones antropológicas. En el centro de esas discrepancias están los temas de Dios y la espiritualidad humana.
El credo cristiano parte de la base de que Dios es creador del mundo y, por supuesto, del hombre, a quien hizo “según su imagen y semejanza”(Gen. 1,26) y con quien coronó su Creación (Gen. 1,28-31).
El Creador le dio libertad, y del abuso de esta provino su caída. Para redimirlo, envió a Jesucristo:“Porque tanto ha amado Dios al mundo que le ha dado a su Hijo unigénito, para que quien crea en Él no muera; sino que tenga vida eterna” (Jn. 3,16).
Su Ley tiene por cometido el perfeccionamiento del hombre:"Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”(Mt. 5,48). Ese perfeccionamiento es ante todo espiritual:"No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”(Mt. 4.4).
Y la Palabra tiene por objeto un mandamiento fundamental: el del amor. Así lo dijo el Señor en la Última Cena:"Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros. Como yo os amé que así también vosotros os améis mutuamente”(Jn. 13,34).
“Yo soy el camino, la verdad y la vida”, les anunció (Jn. 14,6). Y proclamó que “la verdad os hará libres” (Jn. 8,32). Según su enseñanza, la mayor esclavitud es la del pecado:"En verdad, en verdad os digo que quien comete pecado es un esclavo”(Jn. 8,34).
Es el corazón del hombre lo que hay que sanar:"Pero lo que sale de la boca procede del corazón, y eso es lo que mancha al hombre. Porque del corazón provienen los malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, blasfemias. Eso es lo que contamina al hombre…”(Mt. 15,18-20).
Satanás actúa a través del corazón:"Y durante la cena, cuando ya el diablo había metido en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la traición…”(Jn. 13,2). Pero es también en el corazón en donde se aloja el Reino de Dios:"El Reino de Dios está entre vosotros” (Lc. 17,21)…"Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”(Mt. 5,8)…"Atesorad en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corroen, ni los ladrones socavan ni roban, porque donde está tu tesoro, allí está también tu corazón” (Mt. 6,20-21).
Es un credo que proclama la dignidad, la libertad y la igualdad de los hijos de Dios, que lo somos todos los seres humanos, ya que nuestro Padre Celestial “hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos" (Mateo 5,45). A nadie se le niega el llamado a hacer parte de su Reino:"El Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”(Lc. 19.10). "Pues no envió Dios su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él”(Jn.3,17).
Pero hay quienes desatienden libremente su llamado y sus obras los condenan:"Atadlo de pies y manos, y arrojadlo a las tinieblas exteriores. Allí habrá llanto y crujir de dientes. Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos”(Mt.22,13-14).
Es un humanismo que llama al hombre al estado superior de realización de sus potencialidades, la santidad, pero al mismo tiempo le advierte el riesgo de perderse en los abismos del mal y la muerte espiritual que el mismo conlleva:"¿Qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su propia vida?” (Mc. 8,36).
En realidad, ese mundo entero es secundario, diríase que desdeñable y apenas el proscenio de una vida futura de plenitud o aniquilación:"Guardaos bien de toda avaricia; que aunque uno esté en la abundancia, no tiene asegurada su vida con la hacienda” (Lc. 12,15).
Todos estos enunciados, desde luego, son de índole religiosa. Su fuerza primordial deriva de la Revelación en que creemos los cristianos. Para nosotros, son Palabra de Dios, y somos centenares de millones los que profesamos esta fe, unos con más convicción que otros, y no todos con el mismo entendimiento de lo que los textos dicen.
Pero, según Claude Tresmontant, son además enunciados que hacen parte de una verdadera ciencia del orden espiritual, un orden que no se agota en lo psicobiológico o psicosomático, sino que apunta hacia el destino final y las transformaciones que el hombre debe promover en su interior para llegar a Dios.
Si ciencia, en el sentido propio del término, “es un conocimiento intelectual, fundado en una experiencia, de lo que existe”, la mística cristiana “es ciencia de un modo eminente, puesto que capta por medio de la inteligencia, lo que existe de un modo eminente y primordial. Hay que añadir también: es ciencia de lo que existe en estado de devenir, y de las condiciones de realización de lo que existe en estado de devenir. Es la ciencia del porvenir del hombre”(Tresmontant, Claude, “La Mística Cristiana y el Porvenir del Hombre”, Herder, Barcelona, 1980, p. 11).
El humanismo cristiano no ofrece entonces un catálogo de recetas piadosas surgidas de lo que Bergson denominaba la “función fabuladora” de la mente humana, sino de la Revelación, avaladas además por profundas experiencias espirituales y la observación de las mismas por parte de la inteligencia.
Evidentemente, fluye de una cosmovisión que diferencia a Dios de lo creado por Él y lo considera actuante no solo en la historia natural, sino sobre todo en el devenir humano. Es una cosmovisión que destaca la dimensión espiritual del hombre, no solo como una realidad, sino como su última realidad en su proceso de desarrollo. Y, por supuesto, lo que Jean Prieur ha llamado el “País del Después” es ingrediente fundamental de esa realidad.(Vid. http://jeanprieur.over-blog.com/).
La trascendencia que postula el humanismo cristiano nada tiene que ver con la que menciona Kant en sus obras. Es una trascendencia ontológica, real, efectiva, que entraña el tránsito del individuo natural hacia lo espiritual, esto es, hacia una humanidad que va en búsqueda de Dios, al que siempre al momento de la Consagración alabo porque nos auxilia con su gracia, nos fortalece con su presencia y nos lleva de la mano por el camino de de la bienaventuranza. La trascendencia kantiana es apenas de tipo lógico, la del Yo que pretende desasirse del mundo empírico y configurarlo idealmente en su entendimiento. De tipo lógico es, por otra parte, la noción del espíritu que desarrolla Hegel, según me explicó alguna vez el profesor Cayetano Betancur.
El humanismo cristiano es, además, una cosmovisión que toma nota de la gradación jerárquica de entes y valores, en cuya virtud reconoce la primacía de lo espiritual.
Este es tema del primer libro político de Maritain, sobre el que recomiendo el brillante escrito de Gabriel J. Zanotti,“Jacques Maritain: su pensamiento político y su relevancia actual”(http://www.eseade.edu.ar/files/riim/RIIM_57/riim57_zanotti.pdf).
La primacía de lo espiritual significa, ni más ni menos, la acción del espíritu sobre el mundo tangible, tal como se pone de presente en el comportamiento humano y lo está intuyendo, con diversos matices, la ciencia actual.(Vid. McTaggart, Lynne," The Field:The quest for the secret force of the universe”, Harper, NY, 2008; Tart, Charles O., “The End of Materialism”, New Harbinger Publications, Oackland, California, 2009; Ruyer, Raymond, “La Gnose de Princeton”, Fayard, Paris, 1974).
Volviendo a Tresmontant, este enseña que “todo lo espiritual es de otro orden que el psicológico y no se puede reducir a él”(p. 17).
Agrega:
“La cuestión de saber si lo espiritual, en el sentido técnico y preciso que el término tiene en Pablo y en toda la tradición mística cristiana, existe o no en el hombre, pertenece a una disciplina que todavía no se ha constituido como ciencia, y que sería la antropología global.{…} Es evidente que si no hay orden espiritual en el sentido de los místicos cristianos, si no hay sobrenatural, si el hombre no tiene un destino sobrenatural, si el ateísmo es verdad, entonces, las que hoy se llaman <ciencias humanas>--la psicología, la etnología, la sociología, etc.--bastan para constituir la antropología. Pero si por azar o de hecho los místicos cristianos tuviesen razón, es decir, si efectivamente el hombre es un animal que lleva en sí mismo una dimensión y una apertura que trascienden la competencia del psicólogo y del sociólogo, entonces la antropología que hoy nos presentan está gravemente mutilada, es incompleta y truncada por arriba. Le falta algo al hombre, tal como lo describen las llamadas <ciencias humanas>”(ps. 17-8){…}"Dicho de otro modo, la vida mística, la dimensión mística o sobrenatural, normalmente forma parte del hombre tal como existe en concreto. Una antropología completa, íntegra, debe tenerlo en cuenta, y una antropología que no quiere observarlo o descubrirlo es una antropología mutilada, decapitada” (ps. 40-1).
Hay, según esto, leyes de expansión del espíritu en el hombre, tanto en la esfera individual como en la social, que lo llevan a trascender a planos existenciales superiores al de la mera animalidad. Esa leyes son precisamente las que desde tiempos antiguos, a partir del concepto de ley eterna, se han conocido como leyes naturales, denominación que en realidad es inexacta o se presta a confusión, por lo que sería preferible reemplazarla por otra que diera cuenta cabal de su objeto: “La idea de una transformación radical , de una metamorfosis, de un nuevo nacimiento, de un paso del orden físico, biológico y psicológico, a otro orden ulterior y superior…”(Tresmontant, op. cit., p. 26).
A diferencia de las leyes naturales, que son deterministas, esta legalidad espiritual, la del “deber ser”, o como enseñaba Scheler, la del valor, obra a través de la libertad, si bien auxiliada por la gracia. El tránsito hacia estados superiores no se puede forzar por medio de la coacción, pues requiere la apertura de la mente y la disposición de la voluntad. Es la lección que tardíamente aprendió la Iglesia, después de reconocer los excesos de la censura y la inquisición en el Concilio Vaticano II.
En la cosmovisión cristiana se da cuenta de dos realidades que en los tiempos que corren la hacen ver como retrógrada y cargada de mitología: el pecado y los espíritus malignos.
El mal existe, es una realidad actuante en el interior de los individuos y en las colectividades. Pero hay hondas discrepancias acerca de su naturaleza, su origen y los modos de afrontarlo.
Para la cosmovisión cristiana, se trata de un misterio que desafía la explicación racional. Es uno de los temas más arduos de la Teología, como lo pone de presente Maritain en “Y Dios permite el mal”.
En un artículo publicado bajo el título de “A Collision of Worlds: Evil Spirits Then and Now” en el sitio Knowing & Doing, de C.S. Lewis Institute, Clinton P. Arnold Ph.D. observa que “los últimos 300 años en Occidente representan la única época de la historia humana en que la existencia de espíritus malignos se ha tratado con vasto escepticismo”.
(Vid.http://www.cslewisinstitute.org/A_Collision_of_Worlds_FullArticle).
La opinión dominante en la actualidad es más bien refractaria acerca de la identificación del mal en los individuos y las comunidades. Se niega a definirlo y más bien lo toma como un tipo de desorden de la personalidad, debido a trastornos bien sea cerebrales o psicológicos que pueden tratarse mediante procedimientos psiquiátricos o psicoterapéuticos, según sea el caso. Con frecuencia se lo mira como un asunto de educación o como una falla cultural. Y en las relaciones interpersonales se lo considera como resultado de desajustes, errores de conducta o algo semejante, susceptibles de corregirse mediante técnicas adecuadas. En el orden comunitario, la anomia, las conductas rebeldes o excéntricas, los conflictos, la criminalidad y la violencia, etc., se consideran como patologías que es posible solucionar mediante la acción social y la superación de los factores objetivos que se cree que facilitan o condicionan todos esos comportamientos desviados . Corregidas las injusticias que los explican, se logrará recuperar o instaurar una situación de normalidad . En todo caso, se rechaza la idea de pecado y, por supuesto, la de que tras estas desviaciones obran agentes maléficos de carácter espiritual.
El psiquiatra polaco Andrzej Łobaczewski le ha puesto el nombre de Ponerología a un estudio interdisciplinario de las causas de períodos de injusticia social. Según se lee en Wikipedia,"Esta disciplina hace uso de datos de la psicología, la psicopatología, la sociología, la filosofía y la historia para explicar tales fenómenos como la guerra de agresión, la limpieza étnica, el genocidio y los estados policiales”.(Véase en http://es.wikipedia.org/wiki/Ponerolog%C3%ADa).
Pero, como lo observaba el papa Benedicto XVI en alguna ocasión, hay manifestaciones extremas del mal que hacen difícil explicarlo con prescindencia de la acción del Maligno. Los exorcistas, por su parte, saben bien cuál es el agua que los moja cuando afrontan casos para los que la psiquiatría carece de explicaciones y de tratamientos. Y cada uno de nosotros, si hace un cuidadoso examen de conciencia, no dejará de encontrar el influjo de entidades perversas en su interior. De ello puedo dar fe, como también puedo darla de la acción de la gracia de Dios.
Los cristianos no podemos dejar de ver en los graves trastornos que individual y colectivamente nos aquejan los efectos de un verdadero drama cósmico en el que las fuerzas oscuras de las potencias demoníacas desafían el plan de Dios. Es la materia que aborda Andrew John Hoffman en un inquietante libro que lleva por título “ The New World Order and the Eugenics Wars: A Christian Perspective”.
Igual que otros analistas, Hoffman ha llegado a la conclusión de que el NOM desarrolla, ni más ni menos, una agenda satánica. Para muestra, lo que el Dr. Monteith denuncia en el artículo sobre la Agenda de Control de la Población que está en curso: http://no666nwo.info/StanleyMonteith/PopCon.htm.
A la cosmovisión cristiana, que suministró el fundamento religioso de las civilizaciones Cristiana Occidental y Ortodoxa (Toynbee), se contrapone la del humanismo secular que de hecho se ha impuesto en el mundo occidental.
Es un humanismo que pretende ser religioso a su manera o que suele considerarse de índole religiosa a pesar de sus pretensiones seculares. De tal jaez son, por ejemplo, libros como “El hombre-Dios o el sentido de la vida”, de Luc Ferry, o “Religión sin Dios”, obra póstuma del célebre iusfilósofo Ronald Dworkin. Se habla, por otra parte, de la democracia y los derechos humanos como sustitutos de la religión o como nuevas religiones, lo que otrora se había dicho del nacionalismo (Vid. Llobera, J.R.,“El Dios de la Modernidad”, Anagrama, Barcelona, 1996). A propósito de ello, observo que la versión XXI de las Conferencias Aranguren se ocupó del tema de la Religión sin Dios:http://isegoria.revistas.csic.es/index.php/isegoria/article/viewFile/787/786.
A pesar de ciertas connotaciones religiosas, como las que exhibe el trascendentalismo masónico, el humanismo secular tiende de hecho a ser más bien irreligioso, cuando no antirreligioso, o por lo menos anticristiano. Se proclama ante todo como racionalista, con fuertes inclinaciones materialistas y cientificistas. Pero trata de salvaguardar no solo en la teoría, sino en la práctica, valores que considera universales, como la dignidad de la persona humana, la libertad, la igualdad y la tolerancia, bajo el concepto de que la aspiración a la felicidad (que los norteamericanos han elevado a la categoría de derecho inalienable) debe realizarse en esta vida, que para muchos es la única que se nos ha concedido. Al Paraíso que Nuestro Señor en la cruz le ofreció al Buen Ladrón, se contrapone el de las utopías terrenales, bien sea la comunista, la del Estado de bienestar de los escandinavos o la del “American way of life”.
Se lee en Wikipedia que:
“En 1933, un grupo de 34 pensadores, ministros religiosos (principalmente de la Iglesia unitaria) y científicos publicaron un manifiesto en el que expresaban la necesidad de organizar la religión sobre bases científicas y éticas, dejando definitivamente de lado los dogmas del pasado que lastraban el avance humano. El documento incluía una lista de quince puntos en que se delineaban los cambios que debían aplicarse para avanzar hacia una religión natural y científica y una sociedad cada vez más igualitaria y basada en la cooperación.
“Desde entonces se han fundado diversos grupos y asociaciones basadas en los principios enumerados en el Manifiesto Humanista, entre las que destacan, la Asociación Humanista Americana. Asimismo, existe una corriente de humanistas religiosos dentro de la Asociación Unitaria Universalista norteamericana.
“Posteriormente se han publicado otros documentos con el propósito de renovar y actualizar los postulados del Manifiesto Humanista original. Cabe destacar el llamado Manifiesto Humanista II (1973) y el Manifiesto Humanista2000.” (http://es.wikipedia.org/wiki/Humanismo_religioso#El_Manifiesto_Humanista_.281933.29).
Los documentos de los referidos Manifiestos Humanistas pueden consultarse en los siguientes enlaces:
-Manifiesto Humanista I, de 1933: http://www.20desetiembre.org/index.php?option=com_content&task=view&id=22
-Manifiesto Humanista II: http://www.20desetiembre.org/index.php?option=com_content&task=view&id=23
-Manifiesto Humanista III: http://www.filosofia.org/cod/c1999hum.htm
A raíz de las críticas que desde posiciones religiosas se enfilaron contra el Manifiesto Humanista II, sus promotores dieron a conocer en 1980 esta Declaración del Humanismo Secular http://www.secularhumanism.org/index.php/11. La traducción al castellano puede descargarse en el siguiente sitio: https://bibliotecaesceptica.wordpress.com/2008/07/05/una-declaracion-humanista-secular-paul-kurtz-2/
Las tesis de estos Manifiestos Humanistas son moneda corriente en los círculos rectores de nuestras sociedades. Configuran el acervo de la “Razón Pública” en donde es admisible el debate sobre los asuntos que interesan a las comunidades, y en el que, por definición, se excluyen los argumentos sospechosos de coloración religiosa.
Pero la gente del común, heredera de las tradiciones religiosas, sigue mirando en muchas partes lo que sucede, valiéndose de las ideas y las valoraciones que aquellas les han transmitido, no obstante la presión mediática que se viene ejerciendo de modo persistente para que abandone o ablande sus convicciones.
Esa presión es tan fuerte, que hace algunos años el destacado escritor católico norteamericano George Weigel publicó un libro adolorido bajo el título de “El coraje de ser católico”. El libro versa principalmente sobre la crisis del Catolicismo en los Estados Unidos, ocasionada en gran medida por los escándalos sexuales de la Iglesia. Pero su trasfondo es la dificultad de profesar la religión en una sociedad sometida a fuertes procesos de secularización.
Estos procesos están dando lugar a la superación de los conflictos interreligiosos por otro que podría ser de inusitada gravedad: el conflicto entre creyentes y no creyentes.
Acabo de ver en Amazon un libro sobre el tema, “BLOOD ON THE ALTAR: The Coming War Between Christian vs. Christian”, de Thomas Horn.
En una reseña se denuncia que en los últimos seis años, es decir, bajo el régimen de Obama que declaró hace algún tiempo que los Estados Unidos dejó de ser una nación cristiana, el país “se ha convertido en el principal promotor de la persecución contra los cristianos en el mundo actual”(Vid. http://www.raidersnewsupdate.com/ChristianWar1.htm). Así lo establece 2014 World Watch List, que relaciona los 50 países en donde los cristianos son más perseguidos. Curiosamente, en un mapa que muestra los países de mayor riesgo para los creyentes figura el nuestro, probablemente por la acción de los grupos subversivos. Según informe de Amazon, el libro lleva ocho semanas ocupando el primer puesto en ventas.(http://blcs.wordpress.com/2014/08/03/8-weeks-running-blood-on-the-altar-remains-no-1-on-amazon/).
Pues bien, si se habla de sangre y de guerra, ello significa que el combate espiritual de que trata este escrito está pasando al plano de una no improbable guerra civil en el interior de los Estados Unidos.
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