viernes, 26 de agosto de 2011

¿Espiritualidad sin religiosidad ni moralidad?

Circula por la red un mensaje tendencioso según el cual la espiritualidad no sólo no implica la adhesión a creencias religiosas y la obediencia a cánones morales, sino que se opone a unas y otros. Hay, incluso, un sitio que preconiza una espiritualidad racional libre de religión y moral, cuyo enlace es el siguiente: http://www.ianlawton.com/rsindex.htm

A primera vista, estos enunciados parecen ser inconsistentes, por cuanto la creencia en el espíritu, sea que se lo tome tan sólo como un dato psicológico individual o que se lo mire como una realidad trascendente, de suyo es de índole religiosa o, por lo menos, está fuertemente permeada por la religión. Además, si se toma la espiritualidad como una opción existencial, una tarea a realizar, una construcción que cada uno libremente emprende, es inevitable asociarla con la moralidad. En efecto, no se trasciende hacia la esfera espiritual si no se siguen ciertas reglas que son específicamente morales.

En rigor, lo que trata de promoverse a través de estos mensajes es una forma de religiosidad, con la moralidad inherente a ella, que se aparta radicalmente de las religiones tradicionales y sus códigos morales, especialmente del Cristianismo y el núcleo de éste, el Catolicismo.

Esta forma de religiosidad se inscribe dentro del movimiento de la Nueva Era, que según Manuel Guerra (“La Trama Masónica”), tiene su origen en  la Masonería.

Guerra muestra el carácter fuertemente anticristiano y sobretodo anticatólico de las logias. En el mismo sentido se pronuncia Stephen Knight en “The Brotherhood”(Granada Publishing, Londres, varias ediciones), cuando muestra que, a pesar de haber surgido de organizaciones católicas como los gremios de constructores medievales, ya en el siglo XVIII fue mostrando su desdén hacia Cristo y la religión cristiana, a punto tal que es fuertemente cuestionable la posibilidad de ser al mismo tiempo un buen masón y un buen cristiano.

No pocos estudiosos consideran que la Masonería es en sí misma una religión que resulta, como lo escribió René Guénon, de la amalgama de viejas tradiciones ocultistas e iniciáticas cuyos orígenes pueden encontrarse en  las antigüedades india, babilónica y egipcia, pasando por la vertiente talmúdica del Judaísmo y por el Gnosticismo, así como por el paganismo precristiano de los mundos mediterráneo, celta y germánico.

La tradición masónica exalta la religión de la humanidad, lo que puede entenderse en dos sentidos.

El primero de ellos tiene que ver con la idea de que hay una religión originaria o esencial, la que naturalmente profesa el ser humano, que ha sido desvirtuada por la religión organizada en dogmas, rituales y estructuras eclesiásticas, de donde se sigue que hay que regresar a las fuentes no contaminadas, es decir, a lo natural, lo vital, lo espontáneo. Para ello, habría que destruír las religiones artificiales, que se considera que surgen de la voluntad de dominio de castas sacerdotales que se imponen sobre los fieles por medio de dogmas, prohibiciones y castigos o amenazas.

Esa religión originaria o natural no sería otra cosa que el Paganismo, que se caracteriza por la adoración de fuerzas naturales, cosas o  hechos de diverso género, sean tangibles o intangibles, y la negación de un Dios trascendente radicalmente distinto del mundo y creador ex nihilo del mismo.

Una variante del Paganismo es la adoración del hombre, que se ve así convertido en objeto sagrado y por consiguiente de culto. Este es el segundo sentido de la expresión religión de la humanidad y es el que en los tiempos que corren trata de imponer la ideología dominante. Sea porque el hombre es partícipe de una “Chispa divina”, por ser emanación de la Divinidad y no mera creación suya, o porque al estar dotado de razón goza de autonomía moral y tiene la dignidad de ser un fin en sí mismo, según la trajinada fórmula kantiana, él constituye el Alfa y el Omega de cuanto existe dentro de su entorno y es a su exaltación a lo que deben tender todos sus esfuerzos.

Hay un libro que aparentemente es una suma de charlatanería, pero que en realidad debe tomárselo en serio. Se trata de “La Senda de Lucifer”, escrito por Gabriel López de Rojas y editado por Martínez Roca y Planeta en 2004. El subtítulo es revelador: “Confesiones del Gran Maestre de Los Illuminati”.

La traducción de la fórmula kantiana de la autonomía moral en la doctrina del Thelema difundida por el siniestro Aleister Crowley es la siguiente:"Haz lo que quieras. Eso debe ser la totalidad de la Ley". Así lo recuerda López.

Como esta fórmula es de suyo disolvente, se la matiza agregando que "siempre que no dañes a otro", lo que la hace más potable, o "que cuentes con el consentimiento del otro", lo que autoriza entonces el daño consentido.

Pero,¿qué significa dañar a otro?¿Cuáles son los límites del daño consentido?¿Hay daños, más que individuales, sociales?

Conviene observar que el “Haz lo que quieras” significa la exaltación del deseo individual, pero éste no es neutro respecto de los deseos de otros, pues su satisfacción suele implicar el sacrificio de los mismos e, incluso, la utilización de los demás como medios para satisfacer los deseos propios.

Esa utilización trae consigo la manipulación, la seducción, el engaño. Así, para obtener mis propósitos hedonistas, te convenzo de que lo que te propongo no hace daño alguno y hasta te aprovecha a ti también, pues, en el fondo, te estoy liberando de las ataduras de la convención, de la falsa moralidad, de los prejuicios sociales.

Para llegar a esto, hay que realizar un arduo trabajo de lo que los filósofos llaman ahora la “deconstrucción”, es decir, el desmonte de las ideas en que se basan nuestras actitudes morales y la crítica de las mismas como ideas “castrantes” o “mutiladoras” de las que es preciso emanciparse.

Hay dos concepciones que facilitan esa emancipación. La primera sostiene que la moralidad versa exclusivamente sobre el tema de la felicidad y es asunto del resorte exclusivo de cada individuo. De ahí se sigue que no hay espacio para una moralidad social y, por lo tanto, nada que pueda considerarse como atinente a un bien común, ya que éste sería tan sólo resultado de la sumatoria de las preferencias subjetivas de todos los individuos.

La relativización del daño y la eliminación de toda idea de daño social per se, conducen a restringir a lo mínimo las restricciones que formalmente se admite que pesan sobre la regla de oro del “Haz lo que quieras”.

Las tradiciones ocultistas e iniciáticas promueven unos pasos de supuesta liberación espiritual inspirados en la idea de la muerte del viejo hombre que ha sido aprisionado por los prejuicios sociales y su renacimiento a través del despertar de la conciencia que le permite acceder a la Luz. Pero ésta no es la de la beatitud de los místicos cristianos, sino más bien la iluminación o el destello  de la voluntad omnipotente  de un  superhombre al estilo del que concibió Nietszche. Esa iluminación es tema central del pensamiento gnóstico.

La transformación alquímica que dichas tradiciones promueven no tiene por objeto el ascenso a un plano espiritual en el que el ser humano se despoja de sus ataduras terrenales, sino, por el contrario, el reforzamiento de éstas, tal como se advierte en las diferencias tan profundas que hay entre la concepción cristiana de la sexualidad y la del neopaganismo contemporáneo. En efecto, mientras aquélla tiene, por así decirlo, una visión funcional de la sexualidad que la vincula ante todo con la procreación, y destaca además sus facetas oscuras, las cuales se esmera en controlar por la vía de la sublimación, el neopaganismo la considera como manifestación de la fuerza de la naturaleza, como plenitud vital y como parte de una esencia divina.

De ese modo, para la tradición cristiana el hombre espiritual que se acerca a Dios y logra la bienaventuranza es precisamente eso, un ser venido de la naturaleza pero transformado por el espíritu. En cambio, para el neopaganismo la transformación espiritual lo ancla más aún en lo natural, si bien lo proclama como señor de sus instintos y amo de las fuerzas telúricas que pone a su servicio. Ese hombre transformado a partir de la iniciación y la iluminación no es semejante a los dioses, sino un dios.

Cuando se habla de espiritualidad es necesario, entonces, discernir de cuál se trata, si de la que promueve la tradición cristiana o la que predica el neopaganismo.

viernes, 19 de agosto de 2011

El Testimonio del Dr. Castañón

El miércoles pasado tuve el privilegio de asistir en la iglesia parroquial de la Niña María, en Envigado, a la conferencia que dictó el Dr. Ricardo Castañón Gómez  sobre los rastros de la sangre de Cristo.

Castañón, nacido en Bolivia, es Doctor en Psicología Clínica y especialista en Medicina psicosomática y  Neuropsicofísiología cognitiva. Realizó sus estudios universitarios en Alemania e Italia. Asimismo, hizo estudios de especialidad de Psicoterapia en Londres, Patologías en Lyon, Tóxicodependencias en Berkeley, Bioquímica en Wheil  y Psicología aplicada en Lovaina.

Su formación universitaria lo moldeó en el ateísmo materialista que varias veces, citando a Charles E. Tart, he denominado en mis escritos bajo el rótulo de el “Credo Occidental”, a luz del cual la incógnita del hombre, que dijera Carrel, se resuelve tan sólo acudiendo a la teoría genética y la química del cerebro.

A los 44 años de su edad comenzó a estudiar, entiendo que bajo pedido, una serie de fenómenos místicos o sobrenaturales que lo llevaron a abandonar el ateísmo y acercarse a la fe católica, de la que es hoy ferviente defensor y difusor.

Lo que hace a lo largo y ancho de los cinco continentes es meritorio en grado sumo, pues su fe no se asienta en mitos, leyendas, supersticiones, tradiciones ni dogmas , sino en evidencias científicas rigurosamente establecidas a partir del examen de videntes, imágenes sagradas que sangran y lloran, y hostias consagradas que muestran tejidos y sangre humanos.

Los fenómenos de videncia han sido ampliamente documentados a través de los siglos, pero los escépticos los han atribuído a alucinaciones, delirios patológicos, efectos de drogas psicotrópicas, autoengaño o simple y llana charlatanería.

La neurociencia y las técnicas desarrolladas por los investigadores parapsicológicos están arrojando nuevas luces sobre la naturaleza de estos fenómenos, tal como lo anuncia un libro cuya reseña vi en Amazon  hace unos días , “Mysterious Minds: The Neurobiology of Psychics, Mediums, and Other Extraordinary People”, editado por Stanley Krippner y Harris L. Friedman.

En la página del Windbridge Institute  hay una interesante relación de documentos relacionados con esta temática.

El Dr. Castañón ha examinado mediante técnicas científicas varios casos de personas que dicen tener visiones y audiciones místicas. Según comentó en su conferencia, estudia ahora a un sacerdote que en Estados Unidos manifiesta que ve al Señor.

Pero lo más importante ha sido su investigación  de imágenes religiosas católicas que exhiben manifestaciones del todo inexplicables al tenor de los criterios corrientes, así como de hostias consagradas que sangran.

El caso más significativo dentro de lo primero es el del Cristo de Cochabamba, que desde el año de 1995 ha presentado más de doscientas efusiones de sangre. A través del siguiente enlace podrán los lectores tener acceso a los videos de una de las múltiples conferencias que el Dr. Castañón ha  dictado al  respecto:http://virgendelanus.mforos.com/1672641/7865816-conferencia-del-dr-ricardo-castanon-gomez-la-ciencia-prueba-milagros/

Diré, en resumen, que la sangre que brota de la imagen es humana, del tipo AB, y es, además, sangre de un ser vivo. En las llagas aparecen también tejidos e incluso una espina correspondiente a una especie vegetal propia de un suelo árido y que no se da en Bolivia.

Son muchos los casos documentados y analizados de imágenes que producen manifestaciones de estas clases. Yo mismo he visto brotar acá en Medellín, en dos imágenes de la Rosa Mística, lágrimas, sangre, mirellas y una sustancia aceitosa con fuerte olor a rosas.

Como en el caso que estudió el profesor Castañón en Cochabamba, doy fe de que se puede descartar toda manipulación de parte de la dueña de las imágenes, que tiene, además, poderes psíquicos excepcionales y es persona consagrada a la Santísima Virgen, a cuyo amparo llegó después de haber sufrido a lo largo de un año una serie de terribles episodios de obsesión, agresión  y quizás  posesión demoníaca ocasionados por participar imprudentemente en el juego de la Ouija.

El examen de varios milagros eucarísticos ha llevado al Dr. Castañón  a la evidencia científica de la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía.

Dentro de los que ha estudiado, destaca los de dos hostias consagradas que en Buenos Aires presentaron manifestaciones de sangre.

Una de ellas había caído al suelo cuando el oficiante estaba repartiendo la comunión. La recogió y la puso en agua para que se disolviera, pero a los pocos día encontró que en el agua flotaba una masa sanguinolenta.

El Dr. Castañón, que ya había examinado el caso del Cristo sangrante de Cochabamba, estudió estos fenómenos por solicitud del cardenal Bergoglio y llegó a conclusiones similares. Se trataba de sangre de un humano vivo que padeció un infarto, pero no murió de éste, y soportó una enorme aflicción. En las muestras aparecían, además, tejidos del músculo cardíaco.

Tengo a la mano uno de los libros que ha publicado el Dr. Castañón. Se trata del  que lleva por título “Más Allá de la Razón…”, en el que, después de una seria introducción científica, aborda el tema de los milagros eucarísticos y explica detalladamente los procedimientos que siguió para llegar a las conclusiones expuestas.

Tengo a la mano también el libro “Belief: readings on the reason for faith”, en el que el prestigioso científico norteamericano Francis S. Collins, después de explicar el proceso intelectual que lo llevó a abrazar la fe, ofrece una preciosa antología de escritos sobre las posibilidades, los problemas y los misterios de la creencia religiosa. Se trata, como dice un comentarista, de los autores que le ayudaron a llegar a la fe.

No hay tal, pues, que la formación científica sea incompatible con la fe religiosa. La incompatibilidad se presenta, como lo señala Collins, entre dos fundamentalismos: el de cierta creencia demasiado apegada a textos que hay que saber interpretar y el de otra creencia que cierra las entendederas a todo lo que se salga del marco de la experiencia corriente. Pero, como suele decirse desde los tiempos clásicos, el honesto ejercicio de la racionalidad lleva a la contemplación de las verdades eternas.

Volviendo al tema de la conferencia del Dr. Castañón, otro de los tópicos de la misma fue el de la Sábana Santa de Turín, de cuya autenticidad está convencido pese a que falta que se haga el examen del tejido de lino, pues el que se efectuó hace unos años y dató su origen en el siglo XII o el XIII, se practicó sobre unos remiendos con hilo de algodón que se hicieron en los bordes.

Deo volente, dentro de poco abordaré la lectura del libro de Ian Wilson, “The Blood and the Shroud”, que versa sobre dicha reliquia y me lo facilitó mi caro amigo José Alvear Sanín.

La conferencia del Dr. Castañón comenzó con el relato de un episodio de agresión satánica que se produjo el 6 de junio de este año en un templo de Pereira, ciudad que se cree que es la sede del Satanismo en Colombia y tal vez en América Latina.

Es otro asunto que hay que considerar cuidadosamente. Hace poco leí un libro de Malachi Martin sobre el Satanismo en Estados Unidos, en el que dice que a fines del siglo pasado había más de ocho mil templos satánicos en ese país. Y en unas declaraciones recientes del Padre Amorth, el exorcista oficial del Vaticano, se habla de que hay cardenales satanistas.

Es algo, por otra parte, que advirtió con profundo dolor Dietrich von Hildebrand en una visión que tuvo del Concilio Vaticano II y que se se complementa con lo que su momento dijo Paulo VI acerca de que el humo de Satán se había filtrado en la Sede Apostólica.

Pero el fondo de su exposición fue que si, como lo demostró, hay una presencia viva en la Eucaristía, tal como ha sido la fe de la Iglesia desde sus orígenes, nuestra actitud ante ella ha de ser de veneración y amor. Es Dios, a través del Hijo que le entregó al mundo para su redención, quien ahí se manifiesta. Esa entrega representó  un sacrificio terrible que empezó en la noche del Jueves Santo a partir de la Oración en el Huerto y culminó el Viernes con la muerte en la Cruz. Se sigue proyectando en la Eucaristía.

El Dr. Castañón ha estudiado los sobrecogedores relatos de los místicos católicos que en sus escritos han reproducido los eventos de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor.

Nos invita, como lo hacía el santo Padre Pío en el momento de la Consagración, a revivir esos momentos y apreciar la inmensidad del don que a sus criaturas nos hizo el Señor al instituír la Sagrada Comunión.

viernes, 12 de agosto de 2011

Lo que está en juego

Comienzo por ofrecerle mis disculpas a David Roll por la mención equivocada que hice de él en mi último escrito como asesor del evento sobre la justicia que provocó la renuncia de la ex-decana de Derecho de la UPB, y como encarnizado enemigo de la Iglesia. En una comunicación muy amable aclara que no participó en ese programa y que en el Teatro Heredia de Cartagena fue el único que alzó su voz para rebatir a Fernando Vallejo cuando arrojó una de sus habituales diatribas contra aquélla.

Agradezco también los amables comentarios que sobre dicho escrito hicieron varios de mis amigos y discípulos. No responderé, en cambio, a los que me afrentaron. En primer lugar, porque creo que esas discusiones son inanes. En segundo lugar, porque varios de quienes lo hicieron se resguardaron en el anonimato, lo cual pone de manifiesto el deplorable déficit moral que padecen.

Los episodios recientes en la UPB dejan lecciones que conviene no dejar de lado, pues ilustran a los responsables de la institución acerca de la necesidad de velar por que quienes sean llamados a ocupar posiciones de dirección estén identificados con sus propósitos.

Acá sí que reviste actualidad lo que dijo alguna vez Miguel Antonio Caro acerca de que no se pueden celebrar concilios católicos con cardenales protestantes.

La Iglesia tiene que cobrar conciencia clara de los tiempos que corren, en los que los vientos le son del todo desfavorables.

Leí hace poco un escrito muy preocupante que señala cuatro focos de persecución, abierta o velada, contra los cristianos y los católicos en particular: a) la de los musulmanes, b) la de hinduístas y budistas; c) la de los comunistas, y d) la del secularismo occidental.

Las tres primeras se manifiestan en hostigamientos, discriminación y violencia física contra los fieles y los objetos sagrados. Se dice que cada cuatro minutos muere un cristiano a causa de la persecución.

Pero la más insidiosa y dañina es la persecución de los secularistas. Por eso en una publicación británica se repite hasta el cansancio que el secularismo es más peligroso  para el Cristianismo que el Islam. En efecto, la descristianización de Europa, promovida por los fundamentalistas del laicismo, la priva del más vigoroso baluarte con que podría contar frente a la penetración islámica.

Aunque nuestra cultura popular está fuertemente impregnada de Catolicismo, a lo que se suman las diversas corrientes cristianas que ofrecen otras alternativas religiosas a las comunidades,  hay una minoría, que se considera a sí misma como ilustrada y dueña del pensamiento racional, que propugna el menosprecio y hasta la erradicación en la vida pública de todo lo que tenga que ver con el Cristianismo.

Se invoca para ello el carácter laico y pluralista del Estado Social de Derecho que proclama la Constitución Política.

Según la interpretación dominante en círculos académicos, profesionales, mediáticos, políticos, judiciales y gubernamentales, entre otros, la normatividad constitucional que se adoptó en 1991 no sólo pone en pie de igualdad a todas las concepciones religiosas o irreligiosas, sino que las relega a ámbitos exclusivamente privados.

Una de las consecuencias que se extraen de ello se traduce en que en la esfera de la discusión pública son del todo irrelevantes los argumentos religiosos, pues se los considera, de entrada, irracionales y no aptos, por la tanto, para procurar los consensos que se dice que deben presidir la formulación de la normatividad jurídica y la adopción de las políticas públicas.

No sólo se cierran los oídos a la voz de las instituciones y los grupos religiosos, sino que se la quiere embozalar y acallar.

Así, cuando la Iglesia y las comunidades cristianas se oponen al aborto, los matrimonios homosexuales, la adopción por parejas de ese tipo, la eutanasia, la pésima educación sexual que se imparte en las escuelas, y otras medidas que en el fondo podrían ser destructoras de la civilización, esa minoría que controla las riendas del poder en todas las esferas vocifera al unísono que se callen, pues sus llamados son impertinentes y no ameritan escucharse.

El asunto va más allá. A algunos Torquemadas de nuevo cuño se les ha ocurrido que las universidades que reivindican su carácter católico no son tales, sino meras casas de estudio, y hasta las amenazan con el Ministerio de Educación y el ICFES, en los que al parecer tienen influencia, con miras a imponerles los contenidos que creen acordes con el tan trajinado Estado Social de Derecho. No faltan, además, los que recomiendan que se las excluya de la comunidad académica.

Adiós, pues, a la autonomía universitaria y la libertad de enseñanza, dado que una y otra, a su juicio, tienen que amoldarse al secularismo y el pluralismo que consagra la Constitución, pero en los términos concebidos por ellos.

En un escrito luminoso, “Premisas claras para una discusión sobre la crisis en la UPB”, el profesor Javier Tamayo Jaramillo ha llamado la atención sobre uno de los aspectos básicos del conflicto que se presentó con la Sra. Gómez, atinente a su empeño de implantar en la formación jurídica  a como diese lugar una concepción radical del llamado Nuevo Derecho, que a juicio del eminente tratadista conduciría a no dudarlo al totalitarismo judicial.

Tamayo no enfoca la cuestión, como lo he hecho yo, desde la óptica de los principios y valores que han informado la vida de la UPB. Prefiere observarla desde otra perspectiva que no resulta incompatible con la primera y hasta la complementa o refuerza, dado que el Nuevo Derecho se funda en una ideología harto discutible sobre la que amerita que se abra el debate y que mal puede imponerse como lo pretenden sus propulsores.

Ese Nuevo Derecho es una de las manifestaciones de un movimiento de más amplio espectro, el Nuevo Orden Mundial (NOM) o, en inglés, New World Order (NWO), que no es otra cosa que el New Order of Barbarians que se anuncia en el documento cuyo enlace incluí en mi artículo Ideologías en acción con una recomendación muy especial para que mis lectores lo abrieran.

Lo que hizo el Rector de la UPB fue, como lo da a entender el profesor Julio Enrique González Villa en su blog Sed Lex, una medida profiláctica contra los infiltrados y entrometidos que, digo yo, quisieron tomarse subrepticiamente su Facultad de Derecho para ponerla al servicio de una ideología radicalmente anticatólica, invocando para ellos la libertad de cátedra y negándola a los que consideraban anquilosados por hablarles todavía a los alumnos de la tradición de la Ley Natural y los Derechos Naturales o, al menos, de la necesidad de autocontrol de las autoridades judiciales.

Concluyo con una pregunta que formulo de modo recurrente:

Si las creencias religiosas no pueden tener peso alguno en la discusión pública,¿por qué sí se pueden imponer en dicho ámbito los contenidos ideológicos?¿Qué diferencia a la ideología de la religión?¿Son más racionales las ideologías?

sábado, 6 de agosto de 2011

¿Crisis en la UPB?

Conozco de cerca el caso de la UPB y por ello puedo afirmar a pie juntillas que no es un problema de libertad de cátedra, sino de deslealtad institucional y deshonestidad intelectual de parte de la Sra. Gómez.

Es bien sabido que la UPB es no sólo una universidad católica, sino de carácter pontificio. Sus fundadores le asignaron una misión muy clara: proyectar el pensamiento y los valores católicos en la educación superior. Por eso, cuando uno se vincula a ella como docente, firma una declaración acerca de que conoce y acepta esa circunstancia.

La UPB no exige que profesores y estudiantes sean católicos, ni se inscribe dentro de lo que podría considerarse como un fundamentalismo religioso. En consecuencia, no les exige a aquéllos que hagan profesión de fe ni que se sometan a prácticas religiosas. Ni siquiera impone en sus programas académicos una sujeción rigurosa a la ortodoxia católica. Pero, como es obvio y hasta de elemental buena educación, espera que sus huéspedes observen un mínimo respeto por los principios y valores que profesa y constituyen su razón de ser.

Desde luego, como corresponde a cualquier institución, busca en quienes la orientan, dirigen y administran una especial compenetración con sus propósitos.

No se concibe, por lo tanto, que quien ejerce el Decanato de una Facultad de la UPB oriente su acción para infiltrarla con enemigos declarados de la Iglesia, con el ánimo de poner a ésta a patrocinar manifestaciones que contrarían su sagrada misión y de socavar las creencias religiosas de sus alumnos.

Ello constituiría una grave traición a los padres de familia que buscan que sus hijos se formen dentro de unos valores espirituales y un ambiente cultural acorde con lo que ellos creen que es lo mejor para su desarrollo vital.

En ningún momento la Sra. Gómez mostró interés en ajustar sus políticas a la misión de la UPB.

Ella tiene su propia visión de lo que llama el abogado pertinente para la época en que vivimos. Es, por supuesto, una visión respetable, pero la pregunta de fondo es si la misma coincide con la que el espíritu de la UPB propende. Y a esta pregunta respondo tajantemente que no.

¿De quiénes se rodeó la Sra. Gómez para instrumentar sus políticas?¿A quiénes persiguió y excluyó?

Lo de Cartagena fue, simplemente, el episodio que rebosó la copa. En la Facultad de Derecho había ya una grave crisis que el Rector, según me han dicho personas dignas de entero crédito, trató de aminorar con la promesa de que pronto se produciría un cambio en su dirección.

Es de público conocimiento que en el próximo mes de septiembre se celebrarán 75 años de la fundación de la UPB.

Es de suponerse que los actos conmemorativos de ese evento de tanta significación para ella tengan que ver con el realce de lo que quisieron sus fundadores y han promovido sus continuadores, es decir, la presencia de los ideales católicos en la comunidad a través de la formación de quienes, por su acceso a la educación superior, están llamados a liderarla.

Es verdad que los resultados prácticos de ese esfuerzo no siempre han estado conformes con los ideales que lo han presidido. Pero de ahí no se sigue que deba abandonárselos, sino que, por el contrario, corresponde esforzarse más y de mejor manera en obtenerlos.

Pues bien, cabe preguntar si lo que la Sra. Gómez programó dizque para festejar el acto fundacional corresponde a una sincera adhesión a los cometidos de la UPB o, por el contrario, estaba destinado a desvirtuar su misión.

Entiendo, por lo que me comentó el Dr. Javier Tamayo Jaramillo, que la programación se hizo con el concurso de Mauricio García y otros más, todos ellos encarnizados enemigos de la Iglesia.

Según el blog del jurista español García Amado, bastante conocido por el radicalismo de sus tesis y a quien los amigos de la Sra. Gómez al parecer buscaron para que sirviera de caja de resonancia de sus reclamos, los programadores del evento propusieron que se invitara a Robert Alexy para que dictara la conferencia central, pero éste exigió que la UPB le otorgase el Doctorado Honoris Causa y que el acto se celebrara en Cartagena.

La Sra. Gómez, al parecer, accedió a tan insólita exigencia. Pero hay algo más. Alexy es, sin duda alguna, uno de los más connotados iusfilósofos de la actualidad. Es una figura muy respetable dentro del ámbito de la academia. Pero sus tesis se contraponen radicalmente al pensamiento católico.

¿Qué sentido tiene, entonces, que una universidad pontificia celebre los 75 años de su fundación otorgándole un Doctorado que él exigió como condición para venir a dictar una conferencia?¿No hay en el mundo académico un iusfilósofo católico digno de encomiarse y premiarse con esa distinción?

Traigo a cuento dos incidentes que ilustran sobre el menosprecio de la Sra. Gómez por el pensamiento católico.

El año pasado vino a la UPB a dictar un ciclo de conferencias uno de los más eminentes iusfilósofos de la actualidad, el profesor Massini Correas. La Sra. Gómez no se dignó recibirlo en su despacho. Apenas lo atendió por unos cuantos minutos en la puerta del auditorio de la Universidad. De ello da fe el Dr. Alejandro Castaño.

El otro episodio tiene que ver con el Dr. Castaño. Cuando hace un año hube de retirarme del profesorado, lo recomendé a la Sra. Gómez como mi sucesor en la cátedra de Filosofía del Derecho.El Dr. Castaño fue mi discípulo en dicho curso hace cosa de 30 años y acababa de obtener el título de Doctor en Filosofía en la UPB con una tesis sobre el Derecho Natural en la actualidad, que obtuvo la máxima mención. La Sra. Gómez, de entrada, vetó su nombre y decidió encomendarle la cátedra a otro docente cuyo programa sigue a Nietszche, Heidegger y Foucault, entre otros, e ignora tajantemente la tradición filosófica inspirada en el pensamiento católico.

Con toda razón dice el Dr. Castaño que los más perseguidos por la Sra. Gómez fueron los iusnaturalistas.

Nadie discute la importancia del tema de la justicia en la actualidad colombiana, tanto desde el punto de vista filosófico como del práctico, es decir, lo que concierne a su administración y el acceso que a ella deberían tener los colombianos.

La oportunidad se prestaba para que hubiese un fecundo diálogo entre el pensamiento católico que se supone debe abanderar la UPB y las concepciones del pensamiento secular. Ese diálogo parte de la base de una confrontación de cosmovisiones que pueden tener puntos de contacto en común, pero también motivos muy fuertes de discrepancia, tal como se los enseñaba a mis discípulos cuando los tenía.

La Sra. Gómez, por su alinderamiento con los enemigos de la Iglesia, desaprovechó tamaña oportunidad, pues lo que buscaba, fuera tal vez de su propia promoción en el mundillo académico, era darles juego a quienes combaten el pensamiento católico y aspiran a dejarlo por fuera del escenario de las discusiones colectivas so pretexto de que el diálogo racional excluye de entrada las argumentaciones basadas en principios religiosos.

En fin, la Sra. Gómez y sus amigos, a raíz de la decisión que tomó el Rector de la UPB y que ha sido torpemente defendida por su Vicerrector Académico, se han dedicado a hacer una presentación arteramente sesgada de lo que sucedió, presentándola como mártir de la libertad de cátedra y la defensa del pluralismo ideológico.

Es una falsa mártir. Además, durante su gestión no promovió la libertad de cátedra, pues a mí me privó de la de Teoría Constitucional sin dar otra explicación que el error de una secretaria, y al profesor Alejandro Duque lo hizo expulsar de la Universidad sin fórmula de juicio.

Debo manifestar, en honor a la verdad, que la UPB me otorgó los espacios de libertad académica que me negó mi Alma Mater, la U. de A., cuando se la tomaron los marxistas. Dicté allá mis clases, con algunas intermitencias, durante más de 30 años, sin que nadie exhibiera señales de inconformidad con ellas.

La única indicación que recibí, muy cordial por cierto, provino del inolvidable Mgr. Félix Henao Botero. Cuando me vinculé a la Facultad de Derecho, aprovechó para buscarme en los pasillos y desearme muchos éxitos. Me despidió con unas amistosas palmadas en el hombro, diciendo:"Recuerde, joven, ¡mucho Derecho Natural!".

Esto es lo que la Sra. Gómez pretendió erradicar de la Facultad de Derecho de la UPB.