sábado, 28 de junio de 2014

¿Ganó la paz?

Con la frivolidad que le es habitual, la revista “Semana” exalta con estas palabras el triunfo electoral de Juan Manuel Santos.

 

Hay que preguntarse, sin embargo, si hay motivos suficientes para hacer tamaña afirmación.

 

Dejando de lado las discusiones sobre si lo que triunfó fue el anhelo de paz de los colombianos y no más bien el fraude, la compra de votos, la presión sobre los electores y el más desaforado clientelismo nunca antes visto en nuestra historia, conviene reflexionar si la ilusión de un acuerdo razonable con las Farc y el Eln es apenas eso, una ilusión, o es un proyecto que cuenta con adecuado respaldo en los hechos.

 

En otras palabras, hay que preguntarse si median razones válidas para el optimismo, así sea moderado, o si subsisten las reservas de quienes nos hemos mostrado escépticos frente a estos diálogos.

 

En toda acción política hay tres asuntos básicos a considerar: la realidad de la que se parte, la situación a la que se quiere llegar, los medios para hacer el tránsito de la una a la otra.

 

Las situaciones políticas se caracterizan por su complejidad, su opacidad y su dinamismo. Son muchos los elementos que las integran y no es fácil discernir los esenciales de los superfluos o accesorios. En ellas se superponen, por así decirlo, varias capas, unas superficiales que se manifiestan a simple vista y otras con distintos grados de profundidad que muchas veces permanecen ocultas pero pueden ser decisivas. Y, por su propia naturaleza, son cambiantes a punto tal que sus mutaciones escapan, como diría el poeta, “a toda humana previsión”.

 

En mis cursos universitarios solía echar mano de la noción física de “campo de fuerzas”, para tratar de describir las situaciones políticas, en las que, en efecto, actúan fuerzas centrífugas y centrípetas, que bien pueden ser coincidentes, paralelas, divergentes o encontradas, y de hecho son más difíciles de examinar que las del mundo de la naturaleza, dado que no son cuantificables matemáticamente.

 

El gran arte de la política consiste en buena medida en identificar y valorar adecuadamente las fuerzas decisivas que obran en la sociedad, con miras a encauzarlas hacia la realización del bien común. La identificación y la valoración presuponen conocimiento, casi siempre intuitivo, de las realidades, y recto criterio para apreciarlas. El encauzamiento es tarea propia del liderazgo, de lo que Nietszche llamaba la “voluntad de poder”.

 

Pues bien,¿cuál es la realidad política colombiana hoy por hoy en lo que concierne a la confrontación con los grupos subversivos?

 

A mi juicio, es necesario diferenciar para el análisis los hechos y las valoraciones sobre ellos, si bien los seguidores de la gnoseología nietszcheana que hoy está de moda niegan que pueda hacerse tal distinción, dado que se ciñen al dogma que reza que “no hay hechos, sino interpretaciones de los mismos”.

 

Se cuenta que cuando a Luis XVI le comunicaron la toma de La Bastilla, él exclamó:"¡Esa es una revuelta!". Su interlocutor se atrevió entonces a corregirlo:"No, Sire, es una revolución”. Ahí está la diferencia entre la percepción de un hecho, la famosa toma, y su interpretación:¿se trataba, como pensó el infortunado monarca, de un motín?¿era, en efecto, el síntoma de una revolución, como dictaminó su lúcido informante?

 

Aparentemente, lo que sucede en Colombia es una rebelión armada vieja de más de medio siglo de unos grupos comunistas contra un sistema político demoliberal que tiene una accidentada historia cercana a los dos siglos de existencia.

 

Para unos, entre los cuáles me cuento, se trata de una agresión narcoterrorista, liberticida y totalitaria contra una democracia imperfecta, pero arraigada en nuestra sociedad y con posibilidades de mejorarse pacíficamente. Otros dicen que es  un “conflicto armado” que amerita la aplicación de la normatividad internacional prevista para ese tipo de eventos, que contempla, entre otras medidas, el reconocimiento del estado de beligerancia de parte de los grupos guerrilleros. Unos más creen que estos grupos son la avanzada del pueblo en armas que se rebela contra la opresión y la injusticia que ejercen unos sectores minoritarios para mantener sus privilegios.

 

¿Cuál es la fuerza real de esos grupos subversivos?¿Cuál, la fuerza real del gobierno que los combate?

 

A buena parte de la opinión pública se la ha convencido de una apreciación simplista: como las fuerzas de la institucionalidad no han logrado vencer a las de la subversión, pero estas tampoco han conseguido imponerse, es indispensable, entonces, ponerlas de acuerdo mediante el diálogo, sustituyendo el combate físico por la persuasión, es decir, cambiando el “plomo” por las palabras, o al menos dándoles a estas espacio aun en medio de la balacera, con miras a llegar a un término medio que concilie las aspiraciones de unos y otros.

 

Este reconocimiento ya es de por sí una derrota para la institucionalidad y un triunfo para la subversión, que ha logrado de hecho que se la ponga en el mismo nivel de su antagonista. Así lo dice el extravagante acuerdo que dio inicio formal a los diálogos de La Habana, que aparece suscrito por “plenipotenciarios” que lo son entonces de “altas partes contratantes”.

 

Y, querámoslo o no, es lo que formalmente acaba de aprobar la ciudadanía al reelegir a Santos con su oferta de proseguir los diálogos sin sujetarlos a los condicionamientos que todos sus contendores pedían, unos con más convicción y vigor que otros. Recordemos que en los debates pudieron medirse grados de dureza frente a al proceso de La Habana que iban en grado descendente desde las posiciones de Óscar Iván Zuluaga y Marta Lucía Ramírez hasta las de Clara López Obregón y Enrique Peñalosa, siendo las de este las más débiles.

 

No es cierto, entonces, como lo predican Santos y sus áulicos, que estos diálogos se dan con una subversión que se encuentra acorralada, pues no lo está en la forma ni en el fondo.

 

Si fue el gobierno el que pidió los diálogos y si para darles vida se puso él mismo en igualdad de condiciones con los subversivos, negándose incluso a exigirles algo tan elemental como suspender el reclutamiento de niños, el minado de los campos, los ataques contra la población civil y la infraestructura, las actividades relacionadas con el narcotráfico o las atrocidades contra la fuerza pública, no parece lógico afirmar que estamos en el mejor momento para llegar a acuerdos de paz con aquellos.

 

De hecho, mientras que las fuerzas gubernamentales tienen que obrar dentro de las camisas de fuerza que les impone la normatividad tanto nacional como internacional en materia de derechos humanos y derecho humanitario, los subversivos se sienten a sus anchas frente a un Marco Jurídico para la Paz, que en el fondo es de impunidad, y una jurisdicción internacional que, por su proclividad hacia la izquierda, confían que les sea favorable.

 

Santos y sus áulicos exaltan como avances sustantivos en los diálogos con las Farc el hecho de que ya se han suscrito  acuerdos sobre tres de los cinco puntos de la agenda convenida, ignorando que lo que se conoce de esos acuerdos son vaguedades en que hay muchísima tela para cortar, que las Farc han dicho que quedan temas sustantivos por definir y que, según lo dispuesto en el documento que rige los diálogos,"nada está acordado hasta que todo esté acordado".

 

A las ventajas inherentes al hecho de reconocerlas como partes de un “conflicto armado”, lo cual les confiere cierta legitimidad, al tiempo que demerita la legitimidad de las autoridades, se suman las que otorga la vocería nacional e internacional que ya se hace patente en los medios de comunicación, que compiten en divulgar los pronunciamientos y las acciones de la subversión. De ese modo, le abren espacio ante la opinión pública y generan la posibilidad de que en un momento dado soplen vientos que la favorezcan. Basta con recordar que en 1985 el M-19 sufrió tremendo descalabro con la toma demencial del Palacio de Justicia, pero un lustro después, por obra de la prensa, estuvo a punto de obtener mayoría en la Asamblea Constituyente. Hubo un momento en que las encuestas le daban el 56% de los votos.

 

Es verdad que, según las encuestas más recientes, las Farc y el Eln adolecen de enorme impopularidad. Pero también lo es que aquellas reflejan una grave crisis de credibilidad en las instituciones, que se puso de manifiesto con la abstención y el voto en blanco en las últimas elecciones. Así, mientras que el congreso, la rama judicial, los partidos políticos y el gobierno mismo registran bajos índices de credibilidad, y se tiende a minar el apoyo de la población a su fuerza pública, los subversivos cuentan con la posibilidad de dar golpes de opinión que les den nuevos aires que mejoren su imagen.

 

Sugiero que se lea con detenimiento lo que dijo hace poco John Frank Pinchao en inquietantes declaraciones para “El Tiempo”(Vid.http://www.eltiempo.com/politica/justicia/entrevista-de-maria-isabel-rueda-al-exsubintendente-john-frank-pinchao/14160423).

 

No obstante sus descalabros administrativos, la izquierda que simpatiza con la subversión ya se tomó a Bogotá: tiene alcalde y contribuyó con copiosa votación a reelegir a Santos.¿Qué sucedería, pregunta Pinchao, si lograra penetrar la franja de los abstencionistas?

 

Sugiero, además, que se lea la siguiente información, según la cual las Farc son el segundo grupo terrorista más rico del mundo: http://linkis.com/actualidad.rt.com/ac/7eKlc. Apenas las supera el grupo yihadista Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL), que aterroriza actualmente a Irak y amenaza, como dijo hace poco un analista en La Hora de la Verdad, con producir el más profundo cambio en las fronteras de la región desde 1915.

 

John Marulanda, voz autorizada como pocas en el tema del narcotráfico y su conexión con las Farc, dijo hace poco, también en La Hora de la Verdad, que esa organización subversiva controla el negocio de la cocaína en Bolivia, según se afirma en ese país. Por eso, Fernando Londoño Hoyos insiste en la frase de Álvaro Uribe Vélez, según la cual “el narcotráfico es el combustible que alimenta todas las guerras”. Así lo reiteró en http://www.lahoradelaverdad.com.co/editorial/la-coca-el-combustible-que-alimenta-todas-las-guerras.html

 

Omar Bula Escobar denuncia en “El Plan Maestro” que las Farc son pieza central del engranaje de esa siniestra conjura contra la paz mundial. En rigor, la supuesta paz que se busca en Colombia se encaminaría a fortalecer el eje diabólico que, con Rusia y China en el trasfondo, busca a través de Irán, Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador, junto con otros países que al parecer tienden a unírsele, como es el caso de Argentina, amén de las Farc, contrarrestar el poderío norteamericano mediante la dotación a Venezuela del arma atómica. El que no lea tan documentado libro, no sabe de la misa la media acerca del contexto internacional que rodea y estimula los diálogos de La Habana.

 

Según las informaciones que ofrece Bula, que concuerdan con las del coronel Villamarín y otros autorizados analistas, las Farc están estrechamente conectadas no solo con las redes internacionales de narcotráfico que penetran los mercados norteamericano y europeo, principalmente a través de Venezuela, sino con las del terrorismo, incluyendo el islámico de Al Qaeda, el de Hezbollah o el de Hamas, que ya han sentado sus reales en América Latina. Hezbollah, por ejemplo, es socia suya en el tráfico de cocaína por la ruta que a través de África conduce hacia Europa.

 

Si se ignora la naturaleza, el poderío y las intenciones de las Farc, no es dable pensar en unas negociaciones sensatas de paz con sus dirigentes, máxime cuando no contamos con un equipo óptimo de negociadores que no saben hacia dónde van.

 

Se habla, para justificar su labor, de la necesidad de ajustar el ordenamiento colombiano a las realidades del “postconflicto”, lo que implicaría sacrificios  para todos, especialmente para las clases pudientes. Pero,¿cuál es la fórmula para poner de acuerdo una institucionalidad demoliberal con las aspiraciones de unos revolucionarios marxista-leninistas, sobre todo los fundamentalistas extremos del Eln?

 

Me dice una persona que conoce de estos temas, que las Farc son evidentemente una guerrilla degradada en el bandidaje y la delincuencia internacional, mientras que, a su juicio, el Eln es una guerrilla moral a su manera, es decir, comprometida hasta el tuétano con su ideología y muy poco dispuesta a transigir.

 

No hay que hacerse, entonces, muchas ilusiones sobre la posibilidad de que estos grupos subversivos se integren al juego democrático y entren a competir según sus reglas por el favor del electorado, como creen algunos que dicen que “prefieren verlos argumentando en el Congreso, en lugar de estar echando bala en el monte”. Ellos solo aceptarían reglas que les dieran la posibilidad real de situarse en la antesala del poder, cuando no en este mismo. Y su aceptación de tales reglas sería, como la de los comunistas en todas las latitudes, de labios para afuera: reglas para los otros, no para ellos. Es decir, lo que aquí llamamos la “Ley del Embudo”.

 

El engañabobos para los colombianos estriba en que seremos nosotros con nuestros votos los que decidiremos en últimas sobre los acuerdos que se firmen con los grupos subversivos. Pero no es clara la forma como se nos convocará para ello. Además, una vez firmados esos acuerdos se procederá a satanizar a los críticos y a presionar por todos los medios a los votantes para que den el ansiado sí. No habrá debate amplio ni libre bajo un gobierno como el actual, que carece de todo escrúpulo para engañar y manipular a la opinión.

 

Como en toda negociación, en la que se ha empecinado el gobierno de Santos habrá disimulos, cuando no franco engaño, y compulsa de fuerzas en la que cada protagonista tratará de debilitar al otro y aprovecharse de sus flaquezas. Según van las cosas, la parte débil en este proceso y la llamada a sufrir los embustes se llama Colombia, con una situación social poco envidiable, una economía con pronóstico reservado, unas fuerzas armadas desmoralizadas y unas profundas divisiones en el escenario político, derivadas en buena medida de un proceso electoral lleno de turbiedades.

 

Santos es un gobernante debilitado que carece del poder de convocatoria suficiente para dirigir un proceso tan delicado como el de negociar acuerdos de paz con las Farc y el Eln.

 

No es improbable que esas negociaciones susciten nuevos y enconados conflictos, fuera de que la problemática de los grupos y las actividades criminales en nuestro país desbordan ampliamente el ámbito de la confrontación con los guerrilleros, que hacen parte de un espectro de bandidaje mucho más extenso. Como lo han señalado no pocos comentaristas, lo que se estipule con la subversión no traerá consigo la paz, dado que nuestros conflictos son muchísimo más difusos y profundos.

 

En la teoría de la acción humana se habla de la heterotelia, para aludir a los resultados contraproducentes e indeseables que pueden seguirse de aquella. A la luz de este concepto, nadie puede garantizar que las cosas resultarán como las espera el gobierno, máxime cuando este no tiene idea de qué es lo que desea obtener, más allá de que le firmen unos papeles. Pero el curso que llevan hace temer que a medida que avancen los supuestos diálogos habrá nuevos motivos de dolor, incertidumbre y decepción para los colombianos, especialmente los que de buena fe depositaron su voto por Santos creyendo en su apuesta por la paz.

 

Al fin y al cabo, de eso se trata en toda acción política: de apuestas hacia el futuro, que es por su propia índole aleatorio e incierto. Esa es la razón por la cual Aristóteles  recomendaba como virtud propia de la praxis humana la prudencia, dado que la ciencia solo es posible cuando se está en presencia de regularidades, de situaciones que permanecen idénticas a sí mismas, de hechos que se repiten. No es tal el caso de la evolución de las sociedades, que no se somete a leyes históricas precisas, salvo las muy generales que predican, como sentenció Paul Valéry, que “Vosotras, civilizaciones, ahora sabéis que sois mortales”.

 

La prudencia política aconseja orientar la acción de acuerdo con distintos escenarios posibles, identificando en cada uno de ellos fortalezas y debilidades, ventajas y desventajas, y ajustando el curso de aquella según se vayan dando las circunstancias. Pero no es esta virtud intelectual lo que se destaca en el obrar de Santos, sino más bien la temeridad, la improvisación, la falta de destreza que parece conducirnos hacia un salto al vacío.

 

En definitiva, no podemos exclamar que con su reelección ganó la paz. Tal vez, ganaron las Farc.

4 comentarios:

  1. Si los medios no abren los ojos pronto lloraremos por ti Colombia y entraremos al socialismo de Cuba.Venezuela,Nicaragua ETC ETC

    ResponderEliminar
  2. ¿A pesar de perder las elecciones, todavía intentando asustar a la gente con el bulto del castro-chavismo? Eso deja ver que le están apostando desde ya a que la paz no sea refrendada por el pueblo. Y hay que abonarle a su favor que el pueblo colombiano sí es muy ignorante y se deja meter miedo fácil, pero van a volver a perder. El pueblo colombiano sí quiere la paz, y por mas miedo que traten de meterle, la van a conseguir. Nostalgia de guerra cuando se avecina la paz se llama esto.

    ResponderEliminar
  3. VENEZUELA NO ES UNA DICTADURA

    Otra cosa es que tengan una corrupción tan arraigada y floreciente como en Colombia... Aconcejo a llamar las cosas por su nombre.

    Aquellos que detentan el poder el Venezuela no hablan mucho de corrupción por que saben que el agua sucia les cae, o les caerá si llegan a manejar el estado...

    No es poner y quitar... Qué ofrecen los Adecos o Copeyanos? Qué ofrece la MUD? Las pprotestas en Venezuela se acabaron porque eran "Pagadas". Se acabó la plata y se acabaron las protestas...

    Los problemas en Venezuela son serios pero los que elucubran soluciones no tienen márgenes de confianza para cautivar a la población que vota. Dónde están sus propuestas? Cuál es el plan de trabajo?

    Muestren... muestren algo si se atreven... Llegan al poder, se embadurnan de petróleo, los gringos le compran a tutiplen y todo seguirá lo mismo...

    Saludes...

    Víctor Marenco
    @victormarenco

    ResponderEliminar
  4. Thanks for sharing, nice post! Post really provice useful information!

    Giaonhan247 chuyên dịch vụ ship hàng nhật uy tín, giá rẻ cũng như chia sẻ kinh nghiệm cách order taobao về VN giá rẻ.

    ResponderEliminar