viernes, 4 de diciembre de 2015

Escenas del Teatro del Absurdo

A mediados del siglo XX se puso de moda en Francia el llamado teatro del absurdo, del que fue distinguido exponente el autor rumano Eugène Ionesco.

Eran piezas que llamaban la atención por la extravagancia de los personajes, de las situaciones, de las tramas y hasta del lenguaje. Mediante ellas se desafiaban los cánones que desde la Retórica de Aristóteles se habían considerado como fundamentales para configurar obras teatrales admisibles para el buen gusto.(Vid. http://www.unioviedo.es/rafanura/Separatas/absurdo.pdf).

Dante pensaba que “ El arte imita a la naturaleza lo mejor que puede, al igual que el discípulo sigue a su maestro”(Vid. http://www.omarmacias.com/frases-celebres/quote/el-arte-imita-a-la-naturaleza-lo-mejor), pero igual suele ocurrir que la vida humana reproduzca las pautas que se trazan en las obras de arte, sea para bien o para mal.

Los ejemplos abundan en la historia de los pueblos y en las vidas individuales. Y, para muestra, baste con examinar lo que viene sucediendo en nuestro país a propósito de los fementidos diálogos de paz que se adelantan con las Farc en La Habana, en los que se pone de manifiesto una seguidilla de situaciones absurdas que habría envidiado Ionesco para armar alguna de sus obras teatrales.

La más reciente de esas situaciones, aunque por desventura temo que no será la última, toca con la refrendación de los acuerdos a que eventualmente se llegue con esos narcoterroristas obsesionados con la instauración del Socialismo del Siglo XXI en Colombia.

A nadie escapa que nos hallamos frente al asunto más delicado con que tenemos que habérnoslas los colombianos en los tiempos que corren. Y parece lógico que en circunstancias de tamaña envergadura, lo mejor de las mentes pensantes con que contamos se esmere en la búsqueda de las soluciones más razonables, para de ese modo ilustrar a las comunidades acerca lo que más les convenga. Esa debería ser conditio sine que non para demandar la refrendación ciudadana de los referidos acuerdos, pues la democracia en que se dice que estamos exige amplia, libre y bien informada deliberación en torno de las decisiones colectivas.

Pues bien, lo que viene sucediendo y, de contera, lo que se propone para darles vía libre a los acuerdos del gobierno con las Farc, peca en materia gravísima contra cualquier concepto de democracia que se tenga.

En efecto, a la ciudadanía se la quiere presionar para que diga sí o no en un plebiscito a lo que a sus espaldas se ha venido concertando en La Habana por una camarilla que carece de toda titularidad para representarla. Y luego se pretende que el desarrollo normativo de esas estipulaciones  quede al arbitrio de un congreso emasculado, que no sería el mismo que aquellos eligieron en 2014, y de la voluntad omnímoda de un presidente erigido en dictador por ese mismo corpúsculo, todo ello dizque para facilitar la búsqueda de la paz con una guerrilla que viene agrediendo al pueblo colombiano desde hace más de medio siglo.

Del ordenamiento jurídico se espera un buen grado de racionalidad. Pero casi todo lo que se viene haciendo en aras de una ilusoria paz con las Farc desafía el buen sentido, que al tenor de los grandes juristas que en el mundo han sido debe presidir la creación, la interpretación y la aplicación del Derecho.

Santos y sus secuaces arrastran la juridicidad para tratar de  darles gusto a las Farc, desoyendo sabias y muy autorizadas opiniones como las que ha formulado el exmagistrado y hoy decano de la Facultad de Derecho de la UPB, el profesor Luis Fernando Álvarez, en sus artículos para “El Colombiano”.

En el más reciente de ellos pone el dedo en la llaga para señalar que el plebiscito que se pretende llevar a cabo para refrendar los acuerdos carece de fuerza jurídica vinculante, dado que este procedimiento de democracia participativa solo es idóneo para  “ para apoyar o rechazar una determinada decisión relacionada con políticas del ejecutivo que no requieran aprobación del Congreso”, mas no para pronunciarse sobre temas que sean de competencia de este, como los atinentes a reformas constitucionales y legales.(Vid. http://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/una-nueva-normita-BB3223056).

La reforma a la ley estatutaria que acaba de aprobarse en el Congreso para facilitar el tal plebiscito por la paz parece una maltrecha y deforme criatura traída al mundo mediante fórceps. Y las autoridades que representan la majestad de la Republica la ofrecen sumisamente a las Farc como prenda de su buena voluntad para entregarles en bandeja los derechos y las expectativas de los colombianos, pese a que los voceros de las mismas la desdeñan ignominiosamente diciendo que el tal plebiscito no les sirve, pues nada les garantiza ni es útil para lo que esperan que resulte de este proceso.(Vid. http://www.lafm.com.co/nacional/noticias/una-vez-m%C3%A1s-las-farc-rechazan-194140).

Los voceros de las Farc tienen en esto toda la razón. Lo que se les está brindando es un bastardo remedo de democracia y no la fórmula que estaría llamada a legitimar los profundos cambios políticos, económicos y sociales que esperan promover para justificar su más de medio siglo de lucha cruel, implacable y devastadora que ha cubierto de sangre la geografía colombiana.

Ellos saben bien que un plebiscito cuestionado en cuanto a sus consecuencias jurídicas y en el que hubiese una irrisoria participación ciudadana como la que espera la obtusa coalición que nos mal gobierna, no les daría el poder que ansían y más bien los confrontaría con el grueso de la población. En suma, de ahí no vendría la paz, sino otra guerra.

En el paupérrimo lenguaje de Santos, la expresión favorita que él usa para decir que alguien está equivocado es la de “tacar burro”, y eso es lo que a todas luces están haciendo él y sus paniaguados del congreso, la prensa, los gremios empresariales y otros más al promover estas iniciativas que, repito, bien parecen urdidas por alguno de los dramaturgos del Teatro del Absurdo.

Absurdo es, en efecto, ese plebiscito, en el que, de salir avante su convocatoria, lo cual pongo en duda, habrá que votar no, en lugar de abstenerse como lo aconsejan algunos.

Acudo en favor de esta solución a los muy juiciosos argumentos que ha esgrimido Eduardo Mackenzie en comunicación que nos dirigió a Juan David Escobar Valencia y a mí, la cual transcribo íntegramente , dada su importancia:

“2 de diciembre de 2015

Estimados Juan David y Jesús,

Lamento que el presidente Uribe, según nos dices, en lugar de proponer una línea ya para el CD de votar NO en el plebiscito, quiera abrir una discusión entre esa postura y otra de irnos a la abstención.

Eso, para mí sería un error. Si hay discusión habrá polarización (yo sé muy bien como “discutimos” los colombianos) y de eso no quedarán sino dos fracciones públicas del CD con posiciones divergentes. Es el mejor regalo que le podemos hacer a Santos y a las Farc.

Habría que hacer, por el contrario, un esfuerzo pedagógico, pienso yo, desde ya para que el partido adopte la única posición razonable: participar masivamente en el plebiscito y votar NO en el mismo.

Participar votando NO en el plebiscito, no quiere decir que estimamos que es un plebiscito muy bello y muy garantista y muy leal y todo lo demás. Votar NO no es legitimar al gobierno de Santos. En cambio, votar “si” termina siendo una legitimación, no de su gobierno, sino del peor aspecto de su gobierno, los pactos secretos con las Farc.

Ese plebiscito es un adefesio, desde luego. Es una improvisación santista tramposa y detestable. Pero no por eso vamos a cometer el mismo error de los venezolanos, como tú, muy sabiamente lo recuerdas: dejar el camino sin obstáculos a los totalitarios, no votar, creyendo que la indignación moral sola y el abstencionismo podrán vencer a los violentos en el poder.

A esos violentos hay que enfrentarlos con todo. Empecemos, al menos, por usar el enfrentamiento en las urnas y en las calles con manifestaciones pacíficas (cosa que el CD no ha querido organizar oficialmente como arma política, a pesar de que es un arma muy legítima. El derecho de reunión y el derecho de expresión son dos derechos consagrados por nuestro ordenamiento jurídico. Hacer abstención es renunciar al triunfo y renunciar a un derecho que habíamos conquistado.

Creo que hay que despejar otra confusión que, al menos, yo tengo. ¿Qué pasa si hay un 13% por el sí y hay un 14 o un 15% por el no?

Para mí, no hay duda, el sí perdió y ganó el no, en ese caso.

Me parece que algunos estiman otra cosa muy diferente, que si hay un 13% de votos por el sí, ya con eso ganó Santos aunque haya un guarismo más elevado por el no. Eso sería el colmo de los absurdos y de la antidemocracia: dejar que una minoría cuantitativa se imponga sobre una mayoría cuantitativa.

¿No creen que ese problema de falsa aritmética ronda en algunos espíritus?

Juan David, la abstención no solo sería inútil sino que sería fatal. La abstención es la mejor manera de dejarle ganar al bloque Santos-Farc.

Hay que recordar que en el plebiscito de 1957, que le puso fin a la guerra fratricida entre liberales y conservadores, y donde triunfó, por fortuna, el sí y muy ampliamente, la línea adoptada por el PCC en ese momento no fue de votar no, sino de recomendar votar en blanco, una forma de abstención, para que el plebiscito no pasara. Se equivocaron y perdieron. Los colombianos respondieron al llamado de la Junta Militar y de los partidos liberal y conservador. Pero los mamertos siguieron impulsando en los años siguientes la retórica de base de la abstención durante todo el periodo del Frente Nacional, para minar los dos grandes partidos, aunque ellos sí participaban en cada elección valiéndose de formaciones que aparecían como liberales o como conservadoras y, después, como anapistas. Ese juego que combinaba dos líneas fue devastador para la democracia colombiana. Ellos no han cambiado de óptica. Esa gente ahora podría lanzar lo de votar el “sí”, para sus clientelas electorales, y popularizar al mismo tiempo el voto en blanco, o la abstención a secas, entre los sectores de oposición, para que les dejemos ganar este plebiscito.

Quedo pendiente de sus comentarios, estimados Jesús y Juan David.

Cordialmente,

Eduardo”

 

Tal como lo manifesté en un escrito de hace días, creo que a pesar de todo lo dicho por Santos, la constituyente será inevitable y el debate que habrá que dar es sobre su integración, su elección y sus cometidos.

Pese a los peligros que entraña, me parece que en las circunstancias que nos rodean es mil veces más preferible esa solución que la dictadura que este congreso de descastados le está ofreciendo a Santos.

1 comentario:

  1. ¡Excelente artículo, para reflexionar y obrar!
    Definitivamente, el "teatro de lo absurdo" en Colombia, se sustituye con el desgobierno de la anormalidad.
    Saludos y feliz navidad,
    Juanfer
    P.D. La estruendosa derrota del chavismo en Venezuela, le abre una valvulita de esperanza a Colombia y a América Latina, en medio de este "teatro de lo absurdo"· y los gobiernos de la anormalidad.

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