jueves, 9 de junio de 2011

Los argumentos en favor del aborto

Mientras que en Estados Unidos el debate sobre el aborto continúa vigente, a pesar del tristemente célebre fallo de 1973 en el asunto Roe vs. Wade, nuestra opinión pública se tragó sin más el enorme y venenoso sapo de la sentencia de la Corte Constitucional que, palabra más palabra menos, siguió los lineamientos de la decisión de la Corte Suprema norteamericana.

La vigorosa actuación de los grupos Pro-Vida en Estados Unidos ha logrado que la opinión mayoritaria antes favorable al aborto esté virando en contra suya. Así  lo indican encuestas recientemente publicadas y las iniciativas que se están discutiendo en diferentes legislaturas estaduales con miras a restringir su práctica y someterla a condicionamientos de varia índole.

Los interesados en el tema pueden obtener mayor información en el siguiente sitio: http://www.abort73.com/abortion/

A vuelo de pájaro, pasaré revista a los argumentos que suelen esgrimirse en favor de una práctica que no vacilo en considerar, junto con el inolvidable Raymond Aron, como destructiva de la civilización.

Alguno me tildó casi como un troglodita porque me atreví a escribir hace poco que el aborto es un crimen horrendo. Pues bien, recuerdo a propósito de ello que hace años obtuve el título de “godo honorario” porque, a raíz del primer centenario de la creación del Partido Conservador Colombiano, pregunté por la esencia del conservatismo, respondiendo ipso facto que es nada menos que la defensa de la civilización.

La generalización del aborto no es una conquista de la civilización, como lo pretenden sus defensores, sino un gravísimo retroceso de la misma, no sólo por sus efectos demográficos, que ya se están viendo con alarma, sino porque entraña legitimar un lamentable menosprecio de la vida humana, llevar el individualismo hasta su peor extremo, y, paradójicamente, abrir las puertas a las también peores consecuencias del  totalitarismo, tal como se observa hoy en China.

La argumentación abortista se mueve en tres planos, básicamente: a) el derecho de la mujer a decidir libremente sobre su opción de ser madre o no; b) la compasión que debe tenerse hacia la mujer que no desea o no puede continuar un embarazo; c) las consideraciones sociales acerca del aborto como problema de salud pública, como medio de control demográfico y como medida eugenésica.

El argumento más socorrido por las feministas y , en general, los que hoy se llaman liberales, es el primero.

Según dijo el mencionado fallo Roe vs. Wade, la decisión de continuar un embarazo o suspenderlo (eufemismo que se utiliza para referirse a la eliminación del embrión o del feto), es de carácter moral y concierne sólo a la mujer decidir sobre ello en ejercicio de su derecho a la intimidad, de su libertad de conciencia y de su libre elección. De ahí lo de Pro-Choice.

Se ha observado que los fundamentos jurídicos y filosóficos de esta argumentación son endebles a más no poder, pues  implican una interpretación abusiva de los textos constitucionales relativos a la intimidad y la libertad personal, así como un relativismo moral extremo.

No me extenderé por ahora en la crítica de esta postura que mucho dista de ser filosófica, pues en otra oportunidad escribiré algo al respecto. Pero, a guisa de entremés, sugiero a mis lectores que lean con cuidado el escrito de una de las más importantes pensadoras norteamericanas del siglo pasado, Elisabeth Anscombe, sobre el moderno pensamiento moral.  Pulsen en este enlace: http://www.philosophy.uncc.edu/mleldrid/cmt/mmp.html

Esta argumentación involucra asuntos de extrema gravedad, como los concernientes al momento en que comienza una nueva vida humana, tema que el sesgado fallo en mención dejó ex profeso sin considerar, la naturaleza del embrión y del feto, su condición jurídica, etc.

Suele considerarse que son parte del cuerpo de la madre y, por consiguiente, ésta puede disponer libremente. Y no faltan los extremistas que afirman que ahí estamos en presencia de un puñado de células. Más adelante diré algo sobre el particular.

La segunda línea argumentativa prefiere apoyarse en la conmiseración que merece la mujer que sufre por la presencia de un embarazo inesperado e indeseado que podría afectar severamente su calidad de vida. Se dice, entonces, que hay que respetar su dignidad y no obligarla a soportar un evento que le causa dolor, tanto físico como moral. En aras de que no sufra, hay que permitirle que aborte e incluso se le deben facilitar los procedimientos respectivos.

Esta argumentación se aparta de la rudeza de la primera y obra más bien sobre el sentimiento que sobre la fría razón.

Por ejemplo, hace poco le pregunté a uno de ms corresponsales de Twitter qué entiende por dignidad de la persona humana, a lo que ni corto ni perezoso respondió que, por lo menos, respetar la particularidad de cada individuo. Le dije, entonces, que ese respeto por la particularidad empieza por el del ADN, que es lo que identifica a cada individuo de la especie humana, y por consiguiente entraña la protección del embrión, pues una vez producida la fecundación ya hay un  nuevo ADN. No le gustó la observación y trató de acorralarme diciendo que no entendía como yo, siendo creyente, me mostraba tan insensible respecto del sufrimiento de la mujer. Me espetó, además, un trino de Juan XXIII sobre la caridad.

Hace poco vi una versión más elaborada del argumento en uno de los múltiples sitios a que me llevan las navegaciones por la red. Alguien decía ahí que experimentaba mucha conmiseración por el embarazo precoz de las adolescentes y el indeseado de muchas mujeres, pero ninguna por embriones y fetos que, agrego yo, ni se ven ni sienten, o si sienten, no se dan cuenta de ello.

Los videos de operaciones practicadas en fetos y, sobre todo, los de abortos, muestran que a partir de cierto estado de desarrollo, al parecer más temprano que lo que se cree, el feto sí experimenta severo dolor físico. Y, si como lo predican los amigos de los animales, hay que prohibir corridas de toros, espectáculos circenses, riñas de gallos y otros eventos en que aquéllos padecen dolor, con la misma lógica habría que apiadarse del feto, que no sólo es un ser vivo, sino un ser humano con su ADN completo.

A mi amigo ecologista le recuerdo, además, que si los de su movimiento luchan por la preservación de las especies y lo hacen con denuedo para proteger crías o huevos de las que estiman que deben conservarse, también parece razonable esforzarse por una especie en vía de extinción en los países desarrollados, como lo son los niños.

Por lo menos en cierto grado de avance del embarazo, el argumento contrasta dolor contra dolor, el de la madre versus el del feto, para concluir que merece más conmiseración el primero que el segundo. Pero muchos de quienes han visto los videos se aterrorizan y tienden entonces a inclinarse en favor del no nacido. Ese es precisamente uno de los motivos que están inclinando a los norteamericanos a considerar que el aborto es censurable desde el punto de vista moral.

Dejaré este tema apenas en pañales, pues creo que los límites de la conmiseración es algo de más hondo calado y amerita tratamiento riguroso.

Por supuesto que  nuestros sentimientos morales suelen ser la base psicológica de nuestros enunciados también morales. Pero, como lo observa Martha Nusbaum en su “Justicia Poética”, el razonamiento moral va más allá y puede tanto corroborar lo que la emotividad avala, como corregirlo y hasta contrariarlo.

Desde el punto de vista racional, lo que está en juego es si a partir de la concepción presenciamos el comienzo de una nueva vida humana o no.

Por lo que he leído, el asunto no admite ya discusión en términos rigurosamente científicos, dado que en ese momento hay un nuevo ADN y las células forman un ser diferente de la madre, aunque depende de ella para desarrollarse.

Transcribo en seguida un pasaje de la conferencia que dio Sir Albert Lilley, el llamado “Padre de la Fetología”, con el título de “The Termination of Pregnancy or the Extermination of  the Fetus?”:

Physiologically, we must accept that the conceptus is, in a very large measure, in charge of the pregnancy.... Biologically, at no stage can we subscribe to the view that the fetus is a mere appendage of the mother.... It is the embryo who stops his mother's periods and makes her womb habitable by developing a placenta and a protective capsule of fluid for himself. He regulates his own amniotic fluid volume and although women speak of their waters breaking or their membranes rupturing, these structures belong to the fetus. And finally, it is the fetus, not the mother, who decides when labor should be initiated. Vid:http://www.abort73.com/abortion/mothers_body/

 

Es claro que si estamos ante un ser vivo diferente de la madre, entonces la cuestión se desplaza hacia otro plano:¿Cuál es el valor de ese ser vivo?

Pero también en el tema de valores o axiológico habré de suspender por ahora el juicio, señalando, sin embargo, que el fundamento de la llamada dignidad de la vida humana no es tan simple como la retórica liberal que está de moda lo plantea. Me limitaré a observar que, como lo he dicho en otras ocasiones, se trata de un concepto religioso que viene de la tradición judeo-cristiana, por lo menos en lo que a la Civilización Occidental concierne.

Dentro de este contexto de los argumentos basados en la conmiseración hay que mencionar los que se enderezan a justificar el aborto en casos excepcionales, como la violación, la malformación del feto y el peligro para la vida de la madre.

Estos argumentos han sido objeto de amplia discusión en la doctrina penal y, en términos generales, los casos a que se refieren se enmarcan dentro de figuras de atenuación e incluso exclusión de responsabilidad.

Anoto, sin embargo, que lo que en la tradición se consideraba como algo excepcional, como en efecto lo es, dado que, según ciertos estudios esas situaciones apenas cubren alrededor del 7%de los abortos que se practican en Estados Unidos, como consecuencia de la ideología abortista tiende a instaurarse como regla general.

Sobretodo la causal relativa al riesgo para la madre se ha ampliado del tal modo que cubre en la práctica la consideración subjetiva que ella misma se hace sobre el impacto que para su vida, entendida ésta en el sentido más amplio posible, puedan acarrear el embarazo y el hijo no deseado.

Sobre esta base, la limitación que el fallo Roe vs Wade había estipulado para que el aborto sólo se practicara dentro de los seis primeros meses del embarazo, se convirtió en letra muerta y, por lo menos en Estados Unidos, en cualquier momento de la gestación la mujer puede pedir lo que eufemísticamente se llama la interrupción voluntaria del embarazo.

La sentencia de la Corte Constitucional de Colombia, con vituperable hipocresía, dijo aceptar el aborto sólo en los tres casos mencionados. Pero, acto seguido, se anunció que no se le podría exigir a la mujer que probase alguna de esas causales. Además, lo que según la doctrina penal sería tema de causales de exclusión de la responsabilidad, por arte de bibibirloque se convirtió en derecho fundamental, en obligación del sistema de salud y el de seguridad social de atenderlo, y en algo exigible de tal modo, que los médicos y las instituciones hospitalarias no pueden dejar de practicarlo, ni siquiera invocando la objeción de conciencia.

Una vez más digo y lo sostengo que la Corte Constitucional ha abusado de sus poderes de manera que no vacilo en calificar como escandalosa. El tema del aborto es muestra fehaciente de ello.

El tercer escenario de argumentación en pro del aborto involucra cuestiones diversas, tales como la salud pública, la demografía y la eugenesia.

Suele afirmarse con pasmosa frialdad que el aborto es asunto de salud pública y no de orden moral.

Esto lo leí hace años en declaraciones que dio para la prensa el  Rector de una importante institución educativa de Bogotá. Entonces hube de preguntarme:¿qué entiende tan encumbrado personaje por moral?

En efecto, todo, absolutamente todo lo que pensamos, sentimos y hacemos tiene significado moral. No hay aspecto alguno de la vida humana que escape a esa normatividad, sea que se la considere como un ordenamiento exterior al hombre, es decir, heterónomo, o interior a él  y por consiguiente autónomo.

Por lo tanto, en el aborto se involucran ingredientes morales y tal es el sentido de los dos primeros escenarios de argumentación que ha considerado atrás.

Ahora bien, nadie negará que, en efecto, el aborto clandestino suscita un grave problema de salud pública. Pero de ahí no se sigue necesariamente la legalización del aborto ni la instauración del muy lucrativo negocio de clínicas abortivas como el que hay en otros países.

De hecho, la insistencia en el aborto como solución maestra para enfrentar unas condiciones precarísimas de miseria se vincula con argumentos de otro género, como los de orden demográfico y eugenésico.

La idea de que nuestro globo terráqueo no puede con demasiada gente, asociada a la de que al reproducirse más profusamente los pobres que los ricos éstos corren el riesgo de perder sus ventajas, predispone en favor de las soluciones abortistas.

Estas ideas se mueven dentro del entorno de las consideraciones eugenésicas, en virtud de las cuales hay que esmerarse por promover el control de la población no sólo desde el punto de vista cuantitativo, sino el cualitativo.

Desde esta última perspectiva, el planteamiento es estremecedor: hay gente que no debe venir al mundo porque es indeseable.

En la actualidad, son indeseables los hijos de los habitantes de los barrios pobres, de los negros, de los indígenas, de los inmigrantes del Tercer Mundo, de los habitantes de este último y, en la India, las niñas.

Hace dos años, por esta misma época, vi en Nueva York por televisión que una magistrada de la Corte Suprema había dicho que el trasfondo del fallo Roe vs. Wade fue precisamente ese: que hay gente cuyo nacimiento no debe tolerarse.

Es el mismo argumento que dio Santos hace algún tiempo en una coda que utilizaba para rematar sus artículos: Me da mucha pena…Dijo entonces, según recuerda mi buen amigo José Alvear Sanín, que lo sentía por los enemigos del aborto, pues éste hace que no nazcan delincuentes, etc., ya que hay estudios que muestran que en los barrios en que las madres abortan han disminuido los índices de criminalidad.

Recomiendo vivamente la lectura de un libro que fue premiado hace algunos años en Alemania. Su autor es Carl Amery. Su título : “Auschwitz,¿Co-mienza el siglo XXI?: Hitler como precursor”.

Si en “La Guerra de Hitler", David Irving, el denostado historiador británico al que condenó la justicia austríaca por “negacionismo”, se presenta al dictador nazi como un caudillo anacrónico, que trató hacer lo mismo que Napoleón cuando ya no se usaba, en el libro de Amery, por el contrario, se lo exhibe como un político que se adelantó a su tiempo.

Amery no lo alaba. Todo lo contrario. Simplemente, se limita a leer “Mi Lucha”, como ahora se dice, en clave de hoy, mostrando que la preocupación básica de Hitler era que el planeta solo tiene capacidad para alimentar un número limitado de seres humanos y, por consiguiente, hay que asegurar para los mejores de éstos el acceso preferente a los recursos.

Para Hitler los mejores eran los ejemplares auténticos de la raza aria. Para los que recitan expresa o tácitamente el “Credo Occidental”, los mejores son los individuos de las elites educadas y adineradas del Primer Mundo, así como los que en el nuestro se sienten asimilados a aquéllos.

Algo de ese mal razonamiento hay en el último libro de Hawkins, cuando se muestra proclive a considerar el fenómeno humano a partir de las conclusiones de la teoría de la evolución.

Tras el aborto y otros engendros, vendrán más adelante las esterilizaciones forzadas o inducidas (Herbert Morote dice que ya las practicó Fujimori entre los indígenas peruanos), el infanticidio (ya Peter Singer, el “Herodes” de Princeton, que pasa por ser uno de los más importantes filósofos éticos de hoy, lo está proponiendo) y la eliminación de los ancianos bajo el suave rótulo de eutanasia, primero por consideraciones piadosas y después ya veremos que por otras meramente pragmáticas.

Al fin y al cabo, ¿qué vale la vida humana?

Artur Koestler, cuya lucidez me iluminó en mis años de formación, ilustra sobre el tema en “El Cero y el Infinito”.

Léanlo y después hablamos.

13 comentarios:

  1. Para una verdadera y juiciosa reflexión cuando de mirar, observar y escudriñar las cosas a futuro se trata y no bajo el fragor de la mujer que se encuentra en una de esas situaciones y que por lo mismo la maniobra abortiva la ve a su alcance y como su única salida. Seguiré pendiente, como siempre.

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