miércoles, 13 de julio de 2011

La Dictadura Invisible

Comienzo por agradecerles a mis apreciados lectores Leonardo Rodríguez y Oscar Orlando Quintero Lozano sus amables glosas sobre mi último escrito.

En lo que a mí concierne, escribo ante todo para poner en blanco y negro unas ideas y por el gusto de compartir con lectores que muchas veces no conozco personalmente, pero con quienes se va creando cierto lazo espiritual a partir del hábito de la escritura y el de la lectura.

Trataré de entrar un poco más en el detalle de lo que denomino la dictadura invisible que, a través de la revolución silenciosa que estamos presenciando, al parecer amenaza instaurarse por medio del gobierno mundial que se avecina.

A propósito de esto último, leí en estos días un comentario muy elocuente, en el que se llama la atención acerca de que en Francia se calculaba hace una década que sólo el 20% de la legislación surgía de las autoridades nacionales, mientras que el 80% restante procedía de la Comunidad Europea. Y ese 20% de legislación nacional está sometido, además, al control judicial de los órganos comunitarios.

En la prensa de las últimas semanas puede leerse, además, que Hungría adoptó en su Constitución una regla contundente en defensa de la vida, a la que proclama inviolable desde el momento de la concepción, y que las autoridades de Bruselas están iracundas por tal decisión, motivo por el cual estudian la imposición de sanciones en contra de los húngaros.

La Comunidad Europea ofrece el modelo de lo que podría ser en un tiempo el gobierno mundial, aparentemente democrático por el carácter electivo de algunos de sus órganos, pero controlado en el fondo por una elite similar a la que ya se ha adueñado del poder burocrático en la ONU y otras organizaciones internacionales.

Esas elites ejercen la dictadura invisible que aspira a mover los hilos del gobierno de la humanidad.

Las teorías de la conspiración especulan acerca de si tras dichas elites hay sectas, grupos o clubes que constituirían los verdaderos centros del poder mundial. Menciono, por ejemplo, los escritos de Daniel Estulin sobre el Club de Bildelberg, o lo que suele publicarse en torno de la Masonería y sus distintos entronques.

Pienso que aventurar hipótesis sobre la identidad de quienes ejercen la dictadura invisible me queda algo cuesta arriba, por cuanto equivale a cierto ejercicio de ocultismo, ya no sobre el mundo allende los sentidos, sino sobre otro muy real y presente que, sin embargo, sólo se manifiesta al público por sus obras.

Se dice que las sociedades secretas son similares a las muñecas rusas, pues dentro de unas se esconden otras y así sucesivamente.

Hay quienes consideran que tal es el caso de la Masonería, que frente a la sociedad está envuelta en un velo de misterio, pero a su vez hay unos secretos que se esconden a los iniciados de grados inferiores y sólo se van revelando a los que ascienden a los más altos grados de la jerarquía, como el famoso grado 33.

Pero algunos sostienen que hay una Masonería aún más secreta, que es la que en definitiva detenta el poder. De ella emanarían las órdenes y consignas que se van convirtiendo en los distintos países en programas políticos, normas jurídicas, pautas administrativas y decisiones judiciales.

El interesante libro de Malachi Martin, “El Último Papa”, apunta hacia esa dirección. Como otros de sus escritos, es una obra de ficción que ofrece informaciones tan valiosas como inquietantes acerca de la evolución de la Iglesia Católica, sobre todo a partir del Concilio Vaticano II, en el que participó como asesor.

No sé si circule en el mercado nacional “La Trama Masónica”, de Manuel Guerra, libro publicado en Barcelona hace pocos años por la editorial Styria. Es un texto que aporta información muy valiosa sobre la índole, los propósitos, las ejecutorias, el desarrollo y, sobre todo, las ideas de la Masonería. Guerra ha sido nada menos que miembro de la Academia de Doctores de España, lo cual acredita su seriedad.

Hay en la Masonería un trasfondo ideológico cuyas connotaciones son decisivas para entender el curso de los acontecimientos contemporáneos.

2 comentarios:

  1. Buenos días doctor,

    Su último artículo, que ahora comento, ha traído a mi memoria unas palabras del periodista español Juan Manuel de Prada acerca de lo que él denomina con gran acierto “La nueva tiranía” y usted “La dictadura invisible”; creo que son dos ideas que en el fondo, en el “quid”, como dicen los españoles, apuntan a lo mismo.

    ¿Nueva tiranía? Podría decir algún ingenuo; ¡pero si nunca ha gozado el hombre de tanta libertad! doctor antiguamente decían que el mejor negocio del diablo era convencernos de que no existía, y es apenas lógico, uno no se defiende de un enemigo que cree inexistente. Igual pasa con la nueva tiranía; no consiste en cadenas, cárceles, mazmorras, ergástulos, “purgas”, ejecuciones sumarias, etc. Todos estos métodos ya probaron su ineficacia a largo plazo, además “SANGUIS MARTYRUM, SEMEN CHRISTIANORUM EST".

    Por el contrario doctor se trata de una tiranía “invisible”, se ha persuadido a los hombres de vivir en la sociedad de la libertad, en la sociedad del confort, y lo único que se les ha pedido a cambio es nada más y nada menos que su silenciosa y humilde sumisión al poder dominante, a cuyas raíces y ocultos conciliábulos alude usted en forma velada pero elocuente.

    Copio las palabras de Juan Manuel de Prada: “Y así, el hombre encumbrado al altar de la adoración se ha convertido, sin darse cuenta siquiera, en un instrumento en manos de ese poder que lo cuida con minucioso esmero, como las hormigas cuidan a los pulgones que luego ordeñan. Y a cambio de esas «concesiones graciosas» que el poder le dispensa, el hombre acata la visión hegemónica del mundo que el poder le impone, convirtiéndolo en carne de ingeniería social.”

    Conoce usted doctor la forma en que los aborígenes australianos cazan su comida, es muy ilustrativa: toman una gran cantidad de la comida preferida de la presa y la ubican en un lugar del bosque. La presa va y se alimenta. Al siguiente día hacen lo mismo, y llegan más presas. Luego de una semana el número de presas ha aumentado, ya ni siquiera se esfuerzan por buscar su comida pues saben que en ese lugar la encuentran fácil y sin riesgos. Entonces los aborígenes empiezan a poner la empalizada. Primero ponen un lado; los animales no se inmutan pues tienen ahí su comida; al siguiente día ponen el otro lado y los animales siguen ahí, satisfechos, con la barriga llena; y finalmente sin resistencia alguna, sin disparar una sola flecha, sin sangre, tienen a un gran número de presas atrapadas y listas para ser sacrificadas.

    Los animales no se dieron cuenta en que momento perdieron la libertad pues andaban demasiado ocupados con las migajas “gratuitas” que cada día amanecían misteriosamente en el suelo.
    Creo que la analogía es perfecta.

    El hombre actual se siente feliz en medio de una sociedad que parece funcionar en orden a garantizarle todas sus exigencias y reclamos; el “libre desarrollo de la personalidad”, contra el cual el señor procurador escribió hace un tiempo y nadie lo escuchó.

    Y fíjese doctor en la perfección de la estrategia; justo en el momento en que el hombre se siente más libre, es cuando se halla más encadenado y sujeto al poder hegemónico constituido, más feliz de su situación, más ciego. Un gran compatriota, don Nicolás Gómez Dávila dijo una vez: “el moderno es prisionero que se cree libre, porque se abstiene de palpar los muros del calabozo”.

    Doctor ¿cómo hacer ver al satisfecho hombre moderno su esclavitud?

    Leonardo R,,

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  2. Doctor, buenas tardes, le dejo el link de mi último artículo, me honraría con su lectura

    http://itinerariummentis1.blogspot.com/2011/07/la-nueva-tirania.html

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