lunes, 9 de febrero de 2015

El porvenir de una ilusión

Como para Juan Manuel Santos no hay talanqueras, lo más probable es que firme un acuerdo con las Farc y lo someta a algún género de aprobación por parte del electorado en los comicios que tendrán lugar en octubre.

 

El as que tiene guardado bajo la manga para hacer que la ciudadanía apoye ese acuerdo es la bendición del papa Francisco. Tal es la misión que al parecer se ha encomendado al nuevo embajador ante el Vaticano, Guillermo Escobar, que ya había ocupado esa posición bajo el gobierno de Álvaro Uribe Vélez y es fama que cuenta con excelentes vínculos en la Curia Romana.

 

Con el Papa a bordo, como testigo y garante del histórico acuerdo,¿quién osaría oponerse pidiéndole a la ciudadanía su voto negativo a sus términos, cualquiera sea el contenido de los mismos? Ello equivaldría a dar coces contra el aguijón, pues el prestigio del Sumo Pontífice le brindaría un soporte avasallador.

 

Ya se están dando puntadas en esa dirección, pues la jerarquía eclesiástica colombiana ha hecho inequívocas manifestaciones en favor del proceso que se adelanta en Cuba, como cuando el Cardenal Primado resuelve ponerse botas de guerrillero y se atreve a descalificar públicamente a los críticos del modo como se adelantan los diálogos con las Farc.

 

Nosotros, los que descreemos de las bondades de ese proceso, somos enemigos de la paz, guerreristas y hasta vampiros sedientos de la sangre inocente de humildes compatriotas que sufren las  funestas consecuencias de la confrontación armada que nos agobia desde hace más de medio siglo. Aunque seamos católicos practicantes y fieles hijos de la Iglesia, se nos acusa de desoír el mandato evangélico del perdón a los enemigos y el compromiso por la paz.

 

Un buen número de pastores se inclina a pensar que los guerrilleros no son lobos feroces, sino ovejas descarriadas que con trato manso podrían volver al redil.

 

Hay la sospecha de que el papa Francisco comparte esa opinión. Un agudo lector de Crisis Magazine ha llamado la atención al respecto. Comentando el artículo sobre la deriva totalitaria del movimiento por los derechos sexuales y reproductivos, que quiere imponer a toda costa la validez jurídica y moral del matrimonio homosexual (Vid. http://linkis.com/crisismagazine.com/Rw6LA), escribe que “Too many Christians think Communists are really well-meaning, decent people. One of them recently acquired the name Francis.”(“Muchos cristianos creen que los comunistas son de veras gente bienpensante, decente. Uno de ellos ha tomado recientemente el nombre de Francisco”).Cita en apoyo de su comentario la siguiente información: http://www.reuters.com/article/2014/06/29/us-pope-communism-idUSKBN0F40L020140629

 

De acuerdo con ello, el Papa resalta la identidad entre cristianos y comunistas diciendo que estos se han quedado con las banderas de aquellos, que son las de la defensa de los pobres, los débiles y los necesitados. Parece darles la razón entonces a quienes piensan que el Comunismo no es otra cosa que una herejía cristiana, una construcción ideológica que no podría entenderse dejando de lado la opción preferencial por los pobres que está en el centro del Evangelio.

 

Los teólogos de la Liberación, ahora rehabilitados por el Papa, tal como da cuenta el modo como recibió en el Vaticano al padre Gustavo Gutiérrez, han tratado de conciliar el pensamiento social católico con el marxismo, en una aproximación que  a toda luces va en desmedro de la integridad de doctrinas que la Iglesia ha sostenido a lo largo de siglos.(Vid. http://www.aleteia.org/es/religion/articulo/francisco-y-gutierrez-encuentros-y-desencuentros-con-la-teologia-de-la-liberacion-5220438259007488).

 

De hecho, buena cantidad de religiosos, entre los que se cuentan no pocos jesuítas, terminaron declarándose más marxistas que católicos y, en consecuencia, perdieron la fe. Es tema que examina a fondo el libro de Malachi Martin que lleva por título “Jesuítas”, del que circuló hace años una traducción castellana. De ahí que Martin, que era un destacado integrante de la Compañía de Jesús, pidiese que se lo liberara de la pertenencia a la orden y se lo adscribiera al clero regular, arguyendo que lo hacía para no poner en peligro la salvación de su alma con los desvaríos de sus correligionarios.

 

El papa Francisco pertenece a la generación de jesuítas que cambiaron la fisonomía de la orden, la enfrentaron con la Santa Sede y la pusieron al borde de su liquidación. Es posible que de alguna manera haya sufrido la influencia de ellos.

 

La afirmación que hace el Papa acerca de que los comunistas son cristianos dentro del clóset, es decir, que no se atreven a confesarse como tales, es muy poco afortunada, pues entre unos y otros median enormes discrepancias. Aquellos son ateos que profesan doctrinas de odio que estimulan la violencia. Además, su concepto de emancipación se nutre de un naturalismo del todo incompatible con el sentido cristiano de la trascendencia.

 

La idea cristiana de la libertad no es conciliable con la marxista de emancipación. Nuestro Señor Jesucristo vino a redimirnos del pecado, que según sus voces, es la mayor esclavitud que puede sufrir el ser humano. Pero la idea de pecado es completamente extraña al pensamiento comunista, salvo que se la exprese bajo la modalidad del “pecado social” inventado por la Teología de la Liberación.

 

“La violencia no es cristiana ni es evangélica”, exclamó en Bogotá el papa Paulo VI, haciendo clara alusión a los religiosos que por ese entonces se sumaron a las huestes revolucionarias. Ahora se mitiga el asunto diciendo que si los guerrilleros prescinden de su rebelión armada podría ser viable acompañarlos en su diagnóstico de los males que aquejan a nuestra sociedad y la formulación de los remedios que proponen para corregirlos. Pero se ignora que ese diagnóstico es en extremo rudimentario y simplista, que los medios que ellos proponen generan violencia y que su ideal de sociedad excluye al Cristianismo. Mal podríamos, en efecto, considerar que la visión católica del hombre y la sociedad encuentra cabida en el modelo cubano, que es el que anima al Socialismo del Siglo XXI.

 

La Doctrina Social Católica, a partir de su formulación por el papa León XIII en la Rerum Novarum y no obstante cierta desviación hacia la izquierda patente en los documentos conciliares y  postconciliares, ha desarrollado propuestas que la diferencian tanto del Capitalismo liberal como del Socialismo en cualquiera de sus modalidades. Esas propuestas parten de la base de una concepción del hombre que es de corte personalista, vale decir, irreductible tanto al individualismo liberal o el libertario, como al “hombre nuevo” que predican los socialistas.

 

Los textos fundamentales de la Doctrina Social Católica denuncian los extremos del orden económico capitalista, tal como hoy lo hace el papa Francisco, pero también la opresión y el materialismo que instauran los regímenes socialistas. No son enemigos de la propiedad privada, sino del ejercicio irresponsable y antisocial de la misma. Promueven desde luego la solidaridad social, pero rechazan la absorción de la persona humana por las colectividades. Y son insistentes hasta el cansancio en la defensa de la familia y los grupos intermedios, según lo postulan los principios de libertad y subsidiariedad que le asignan al Estado tan solo la satisfacción de necesidades que no puedan atenderse adecuadamente en las instancias familiares y grupales.

 

El papa Francisco, al apoyar los esfuerzos por la paz en nuestro país, ha hecho la salvedad de que los mismos deben estar animados por un sincero espíritu de conciliación, poniendo de presente que la paz solo es posible si media la conversión del corazón. Pero del mismo modo que Santos se acerca a recibir sacrílegamente la Eucaristía, las Farc saldrán a decir que el documento que firmen con aquel acreditará convincentemente su ánimo sincero de reconciliación y la conversión de su corazón. Y al pueblo se lo llevará a las urnas convenciéndolo de que su voto traerá consigo la paz.

 

¿Será verdad tanta belleza?

1 comentario:

  1. Posiblemente el Papa Francisco ignore, que en la Habana, prima la IMPUNIDAD sobre la misma PAZ. Juanfer

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