jueves, 8 de abril de 2010

Cómo se evapora un ejército

Aunque el presidente Uribe termina su mandato gozando de unos elevados niveles de popularidad, es lo cierto que el proceso electoral en curso no derivará en su continuidad al frente del gobierno. Por consiguiente, a partir del próximo 7 de agosto una persona diferente tendrá a su cargo la responsabilidad de la conducción del Estado.

Sea quien fuere el que llegue, tendrá su propia percepción de las cosas, sus propios anhelos, su propio equipo, su propia idea de lo que podría representar su destino histórico.

Sin duda alguna , gravitarán en torno suyo el legado de Uribe y, sobre todo, su inevitable presencia en el escenario público. Pero en algún momento el elegido se dirá a sí mismo que el ocupante de la Casa de Nariño es él y no Uribe, respecto del cuál tendrá que ir marcando distancias.

Así las cosas, cuando la gente adhiere a cierto candidato pensando que está en frente del contemplado de Uribe o su más fiel intérprete, se equivoca de medio a medio.

Resulta preferible, entonces, considerar a cada uno de los aspirantes por lo que él mismo representa y ofrece, a sabiendas de que si afirma que él es la continuidad del actual mandatario, lo suyo apenas será una verdad a medias e, incluso, una gran mentira.

No cabe duda de que, en el estado actual de las cosas, la gran preocupación de mucha gente es por la continuidad de la seguridad democrática. Pero no es improbable que el próximo mandatario le introduzca ajustes, pues esa política no se inspira en una doctrina rígida, sino en la evaluación de circunstancias que son dinámicas. Además, habrá que enfrentar situaciones nuevas y corregir otras.

Lo que hasta ahora se ha denominado el uribismo es una coalición que, por obra de la improvidencia de su inspirador, va en camino de disolverse y será muy difícil de recomponer en los tiempos venideros.

En su desintegración no sólo obran apetitos enfrentados y opiniones divergentes, sino resquemores que quizá cueste años aliviar.

Con la sensatez que lo caracteriza, ha llamado la atención Alberto Velásquez Martínez en "La Lápida Azul" acerca de la nueva división que se ha abierto en el seno del Partido Conservador, cuyas proyecciones son imprevisibles.

Piénsese, además, en el ostracismo a que se ha sometido a un dirigente del nivel de Vargas Lleras, en las humillaciones que se le están infligiendo a Noemí Sanín o en la hipócrita satanización del PIN, para darse cuenta del enorme déficit, cuando no de grandeza, por lo menos sí de buen sentido que pesa sobre la actual coalición gobernante.

Agréguese a ello que, dada la composición del nuevo Congreso, la gobernabilidad en el próximo cuatrienio exigirá llegar a acuerdos de apariencia programática y contenido burocrático, lo que significa feriar el gobierno, a menos que se cuente con la fuerza política suficiente para enfrentar sus aspiraciones y arrostrar los riesgos de una gravísima crisis institucional.

Mal contados, los votos de Noemí, Vargas Lleras y el PIN suman unos tres millones de votos.  Agréguense a ese guarismo los más o menos dos millones de votos nulos en las pasadas elecciones. Piénsese, además, que para el triunfo de un candidato en segunda vuelta se necesitarán probablemente unos siete millones de votos, para luego preguntarse si esa cantidad se obtiene dividiendo, en lugar de sumando.

Uribe se empeñó a fondo en la reelección y no la obtuvo. Se empeñó luego en hacer elegir a Arias como candidato conservador y fracasó. A todas luces, aspira a entronizar a Santos y quizás ese nuevo empeño acarree una  nueva frustración que impida la continuidad de sus queridas políticas.

Tomo de un escrito de nuestro siglo XIX el título de esta nota, para recordar que todos los imperios son mortales y algunos se desmoronan de la noche a la mañana.

4 comentarios:

  1. Creo que su escrito es premonitorio,asi se empeñe Jose Obdulio en construir a la fuerza un CUERPO TEORICO URIBISTA que lo perpetue en el tiempo.

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  2. Fernando Giraldo Botero8 de abril de 2010, 19:23

    Excelentes tu análisis. Cada dia se ve más dificil que Santos llegue en la primera. Será que Mockus y Fajardo logran aglutinar a su alrededor una mayoría imbatible en la segunda? Tal vez esa sería la mejor alternativa para el País pues al tiempo que se reforzaría la seguridad democrática se pueda mejorar y evitar alguna locura de Chavez. enfrentamiento

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  3. Don Chucho, permitame me quito el sombrero ante su excelente y futurista artículo. Sin lugar a dudas el mejor Presidente que ha tenido Colombia en muchos pero muchos años o eN todos, ha siDo el Dr. URIBE pese a sus muchos defectos y errores, entre los que podemos citar el guiño a Uribito y ahora a Santos, "candidotes" con los cuales se equivocó de cano a rabo. Me identifico plenamente con el comentario del Sr. Fernando Giraldo Botero y con tu artículo por supuesto. Juanfer (Jealbo)

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