En la noche del 16 al 17 de diciembre del año pasado falleció, a la venerable edad de 97 años, el célebre profesor Maurice Duverger, a quien se reconocía como el “Papa” de la Ciencia Política en Francia por sus valiosos aportes a esa novel disciplina académica, y como uno de los más destacados promotores de la escuela realista del Derecho Constitucional, que pone el énfasis en el estudio del funcionamiento concreto y efectivo de las instituciones políticas, más que en sus elaboraciones ideológicas y sus concepciones normativas.(Vid.http://www.camer.be/38057/11:1/france-mort-de-maurice-duverger-le-pape-de-la-science-politique-francaise.html).
Sea la oportunidad para traer a colación dos importantes planteamientos que hizo en torno del universo político y de la democracia contemporánea, a saber:
-La política puede caracterizarse a partir de la figura de Jano, el dios bifronte de la mitología romana, pues exhibe, en efecto, dos rostros: el del antagonismo y el de la cooperación. El profesor argentino Mario Justo López desarrolló esta idea para hablar de una faz agonal y una faz arquitectónica de la vida política, que es, por una parte, lucha entre distintos actores sociales, pero por otra parte es también construcción del orden colectivo. En esto último insistía Bertrand de Jouvenel en su Teoría Pura de la Política, al definir la acción política como el arte de poner de acuerdo las voluntades para el logro de objetivos previstos de antemano.
-La democracia contemporánea está escindida en dos versiones contradictorias cuyo antagonismo es prácticamente insuperable: la pluralista, que prevalece en el mundo occidental, y la popular, de corte totalitario, propia de los regímenes inspirados en el marxismo-leninismo. Esta segunda versión de la democracia pareció haberse hundido a fines del siglo XX, pero, como vengo diciéndolo en mis artículos, de modo similar al Ave Fénix que renacía de sus propias cenizas, está reviviendo en nuestra región gracias a la diligencia del Foro de San Pablo que se creó por iniciativa de Fidel Castro y de Lula. Dicho Foro, en el que han participado las Farc, promueve el Socialismo del Siglo XXI, que respecto del Socialismo del Siglo XX no es otra cosa, como diría con sorna alguno de nuestros campesinos, que “la misma perra con distinta guasca”.
Permítaseme volver sobre lo que he sostenido en escritos anteriores, a saber: el gran debate que se desarrolla hoy en La Habana es entre una versión pluralista de la democracia, que mal que bien es la que inspira nuestras instituciones políticas, y una versión totalitaria, que es la que anima a las Farc.
Como bien lo demostró el profesor Duverger en los escritos que recogían sus enseñanzas, estas dos versiones de la democracia son incompatibles entre sí, a punto tal que no cabe término medio capaz de armonizarlas. No podemos esperar, entonces, que los señores De La Calle y Jaramillo, por más hábiles dialécticos que sean, estén en capacidad de convenir con los capos del narcoterrorismo una versión de la democracia que ofrezca una maravillosa síntesis que supere el antagonismo radical que enfrenta nuestra idea de una democracia pluralista con la idea totalitaria que profesan dichos personajes.
Lo que se está gestando en los diálogos con las Farc no puede ser entonces un régimen que trascienda la oposición radical entre pluralismo y totalitarismo, sino el peligrosísimo engendro de un régimen mixto que les entregaría a las Farc vastas porciones del territorio colombiano, a partir de las cuales estarían en capacidad de tomarse el poder. Así lo considera John Marulanda en preocupante artículo que le publicó El Colombiano de ayer y que puede leerse aquí: http://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/la-territorialidad-fariana-DY1144063.
Reitero que las Farc no han abandonado su ideología marxista-leninista. Por consiguiente, no tienen el propósito de ajustarse lealmente a los principios de la democracia pluralista. Señalo ahora que es dudoso que los negociadores del gobierno en La Habana tengan mucha claridad acerca de lo que esta forma política significa. Peor todavía, abrigo serias reservas sobre la consistencia y la lealtad de sus convicciones en favor suyo.
Hace varios meses circuló la copia de una circular del Secretariado de las Farc en que daba a conocer a sus frentes que, a través de emisarios suyos, Santos los había invitado a iniciar conversaciones de paz haciéndoles saber que, si bien no compartía los métodos violentos de la guerrilla, sí estaba de acuerdo con su diagnóstico sobre la sociedad colombiana. A esto me referí en el artículo titulado “Se descorre el velo de la traición” que publiqué en este blog el 16 de febrero pasado.(Vid.http://jesusvallejo.blogspot.com/2014_02_01_archive.html).
Ricardo Puentes Melo, que suele hacer gravísimas denuncias que suelen igualmente quedarse sin repuesta, ha escrito en varias oportunidades sobre los antecedentes de las relaciones no solo de Enrique Santos Calderón, sino del hoy Presidente de Colombia, su hermano, con el extremismo de izquierda. Ha llegado a afirmar que Juan Manuel Santos fue agente de la inteligencia cubana bajo el remoquete de “Santiago”. Y un periodista venezolano reprodujo en Youtube esta información, añadiendo que el contacto se llevó a cabo a raíz de una visita clandestina que hizo Santos a Cuba desde Panamá cuando ocupaba el cargo de ministro de Comercio Exterior del gobierno de César Gaviria.
Sea de ello lo que fuere, créaselo o no, es lo cierto que en 1997 Santos promovió una intriga para separar de su cargo al entonces presidente Samper, dizque con el objetivo de abrirle camino a un proceso de paz con los diferentes actores armados que alteraban el orden en nuestro país. Y la fórmula maestra consistía en ofrecerles a los guerrilleros un nuevo Frente Nacional, similar al que en 1957 logró superar el conflicto histórico entre liberales y conservadores.
Esta iniciativa coincide con lo que a muchos de sus visitantes solía decirles el tristemente célebre “Tirofijo”:"El tema de la paz se resuelve muy fácilmente. Hagamos lo mismo que hicieron liberales y conservadores con el Frente Nacional y repartámonos el poder por iguales partes, es decir, la mitad para nosotros y la otra mitad para ustedes”. Por eso las Farc insisten una y otra vez en la necesidad de una asamblea constituyente que sancione los acuerdos a que lleguen con el gobierno, esto es, que protocolice las aspiraciones de “Tirofijo”.
El expresidente Pastrana ha dicho que la iniciativa del despeje del Caguán provino de Juan Manuel Santos, quien ahora pretende despejar todo el territorio nacional so pretexto del “cese bilateral al fuego”.
En síntesis, Santos no es un paladín de la democracia pluralista, y así lo acredita de modo fehaciente el modo como gobierna, sino un criptocomunista como muchos de los que rodeaban al presidente Roosevelt en los Estados Unidos en las décadas del 30 y el 40 del siglo pasado. Con razón, en un raro momento de sinceridad, llegó a decir hace algún tiempo que aspiraba a pasar a la historia como un traidor a su clase, al igual que su admirado Roosevelt. En una terminología que no me gusta, pero que es de común usanza en nuestro país, Santos, lo mismo que De La Calle, Jaramillo, Montealegre y muchos otros más de su entorno, es un “mamerto” consumado. Hace parte, por consiguiente, de la quinta columna izquierdista con que cuenta el poder guerrillero para llevarnos por la mala senda del Socialismo del Siglo XXI.
Se ha dicho a menudo que hacer la paz con los guerrilleros nos obligará a tragarnos muchos sapos. Yo creo algo peor: lo que buscan Santos y sus secuaces es que nos trague el sapo.
Razón de sobra tiene el expresidente Pastrana cuando se inquieta porque en el proceso de diálogo con las Farc lo que se ha visto son concesiones del gobierno a los narcoterroristas, pero ninguna de estos a la institucionalidad colombiana. Sería larga la lista de temas en los que el gobierno ha reculado frente a las exigencias de las Farc. El más grave es el mencionado cese bilateral , pero vendrán otros de no menor entidad, como los que ya se insinúan acerca de los procedimientos de aprobación de los acuerdos que se firmen en La Habana.
De hecho, los diálogos de La Habana parecen ser de “yo con yo”, pues se dan entre unos guerrilleros poseídos por los dogmas del marxismo-leninismo y fanáticos en grado sumo, y el equipo negociador de un gobierno que descree de la democracia pluralista y piensa que su contraparte tiene toda la razón acerca de los males de Colombia, aunque no respalda su pretensión de solucionarlos por el camino de la violencia. Podría decirse entonces que es un diálogo entre “bolcheviques” y “mencheviques”, en el que estos llevan todas las de perder por su falta de convicción y de carácter.
Y López Michelsen, fue el primero en bajarse de ese tren.
ResponderEliminarExcelente artículo.
Juanfer
Excelentes Reflexiones del Dr Jesús Vallejo Mejía.
ResponderEliminarMuestran cosas nuevas que lo iluminan a uno