Cuestión de dignidad
Hay dos declaraciones recientes de Santos que no se pueden pasar por alto, pues dan fe clara del ánimo claudicante que tiene ante las Farc.
Ambas van en el mismo sentido: los diálogos de La Habana transcurren entre dos partes iguales, el Estado colombiano y la guerrilla de las Farc. Por eso, en el documento con les dio inicio se habló de “altas partes contratantes”.
No en vano los signatarios de la guerrilla han pretendido que se lo incluya dentro del Bloque de Constitucionalidad, como pieza amparada por el Derecho Internacional.
Para examinar el asunto, recordemos que, a la fecha, Colombia es uno de los 193 Estados que hacen parte de la ONU. Es más, fue uno de sus fundadores y le cupo el honor de presidir, en cabeza de Eduardo Zuleta Ángel, el Comité Preparatorio del Primer Período de Sesiones de la Asamblea General.
El gobierno norteamericano considera, además, que son responsables del 60% de la cocaína que ingresa a su país, motivo por el cual sus principales cabecillas han sido acusados por su fiscalía y figuran entre los criminales más buscados por sus autoridades.
Una entidad seria que se dedica al estudio de la gran delicuencia en América Latina, insightcrime.org, declara que las Farc están fuertemente comprometidas en todos los eslabones de la cadena criminal del narcotráfico, según puede leerse en el siguiente enlace: http://es.insightcrime.org/paz-farc/actividades-criminales-farc-y-ganancias-de-la-guerrilla
Según el artículo que atrás mencioné de derechointernacional.net, “Organizaciones de Derechos Humanos como Human Rights Watch y Amnistía Internacional los consideran, al igual que a otros grupos ilegales, culpables de violar los derechos humanos, de atacar y perjudicar indiscriminadamente a civiles. Según Human Rights Watch, las FARC han reclutado a niños, incluyendo a menores de 18 y 15 años.”
Decir que las Farc son narcoterroristas es entonces afirmar un hecho notorio, del que, además, el gobierno colombiano no solo tiene pruebas palpables, sino que es su víctima más conspicua.
A la luz de lo anterior, ¿cómo puede ocurrírsele al Jefe de Estado de un país respetable cuyo régimen institucional lleva cerca de dos siglos y cuenta con una de las democracias más antiguas del mundo, decir ante la faz de las naciones civilizadas que negocia de igual a igual con una de las organizaciones criminales más peligrosas que existen?
Es como si el gobierno italiano declarara que dialoga con sus pares de las tres grandes organizaciones mafiosas que actúan en su país, o que el gobierno del Japón declarara que la Yakuza es su interlocutor válido, o que el presidente Putin anunciara que su desvelo es llegar a acuerdos en que no haya vencedores ni vencidos con las organizaciones mafiosas que controlan en buena medida la economía rusa, por no hablar del imposible moral de unos acuerdos programáticos del gobierno norteamericano con Al-Qaeda o del español con ETA.
La opinión sensata del país ha apoyado a lo largo de años la idea de poner término a las actividades criminales de las guerrillas a través de acuerdos de desmovilización, entrega de armas, reinserción a la vida ciudadana, judicialización y trato especial de sus delitos, compromiso de reconocimiento y reparación a las víctimas, cesación de actividades ilegales y no repetición de las mismas.
Contra el mandato de sus electores, Santos resolvió ir más allá de lo razonable e incluso de los “inamovibles” que fijó en su discurso de posesión, para ofrecerles a las Farc de entrada, antes de que aceptaran sentarse en una mesa de diálogo, lo que no me canso de llamar el “Marco Jurídico de la Impunidad”, que por la vía de una reforma constitucional abre un sinuoso camino para que sus cabecillas no sean perseguidos judicialmente por sus crímenes y puedan aspirar a que se los elija para cargos de representación popular.
He dicho en Twitter que la lista de atrocidades de las Farc es interminable e infernal. Y no es cosa de un pasado que en gracia de la paz futura quizás convendría disimular, sino algo muy ominoso que hace presencia todos los días en la vida nacional, como la caída del helicóptero en Anorí la semana anterior, la bomba que estalló hoy en Pradera, el reclutamiento cotidiano de niños para convertirlos en homicidas o el desplazamiento de comunidades que padece el Chocó. Si así obran haciendo oposición, ¿por qué tendríamos que esperar que de alcanzar el poder actuarían civilizadamente?
Los diálogos de La Habana no prometen la normalización de la vida política colombiana con el ingreso de un actor comprometido con las reglas de juego de la institucionalidad. Por el contrario, en el escenario público haría presencia una organización animada, como lo he dicho en otras oportunidades, por un proyecto totalitario y liberticida cuyo modelo es la isla-prisión de Cuba.
Santos, cuyo compromiso con la verdad es bastante precario, insiste una y otra vez en que en La Habana no se está negociando nuestro sistema político, social y económico. Pero otra cosa dicen los voceros de las Farc, que a voz en cuello proclaman que su objetivo es una asamblea constituyente que modifique sustancialmente el ordenamiento institucional.
Todo da a entender que son los narcoterroristas quienes están en lo cierto, pues, si no se está hablando con ellos sobre cambios institucionales, ¿de qué tratan entonces las fatigosas conversaciones que llevan ya más de un año?
Si se mira bien este proceso, son las Farc las que al parecer llevan las de ganar, pues en nada han cedido, mientras que Santos retrocede una y otra vez, dizque para no humillarlas ni hacer que se sientan arrodilladas.
Hace un tiempo escribí en este blog que Santos merece que se lo juzgue por indignidad en el ejercicio de su cargo. Hoy lo sostengo con más veras: es un gobernante que ha arrastrado por el suelo el decoro de Colombia.
Para justificar su abyección, sale a decir que llevamos más de medio siglo matándonos entre nosotros, cuando es lo cierto que son los guerrilleros comunistas los que a lo largo de esos años vienen intimidándonos para que nos sometamos a su pernicioso proyecto político. Y para no ofender a su contraparte, cada que puede hacerlo disimula o niega sus atrocidades, como lo hizo respecto del brutal atentado que perpetró contra Fernando Londoño Hoyos o con el proyecto de asesinar a Álvaro Uribe Vélez.
Dice Santos que en La Habana "Nadie está sometiendo a la contraparte a que se arrodille y se rinda, estamos dando una salida digna, que es como terminan todos los conflictos"(“El Espectador” 11 de enero de 2014).
Eso no es cierto y la historia es pródiga en ejemplos que lo desmienten. Lo que sí está comprobado por la experiencia es que un proceso mal concebido es incapaz de sustentar una paz duradera. Y es lo que los escépticos tememos que podría ocurrir en Colombia con la aventura en que está empeñado Santos.
Uno de mis eximios profesores a distancia, Guglielmo Ferrero, insistía una y otra vez en el peligro que para las sociedades representan los gobernantes poseídos del “espíritu de aventura”, como es el caso del actual inquilino de la Casa de Nariño, cuyos antecedentes políticos lo ubican claramente dentro de esa temible categoría. Santos es, en efecto, un aventurero que está llevando a Colombia por el más escabroso de los caminos.
La única oportunidad que tenemos hoy para enderezar el rumbo es el Centro Democrático que lidera el expresidente Álvaro Uribe Vélez. Ya él salvó a Colombia de las garras del narcoterrorismo guerrillero hace 12 años. Hoy, como ayer, habremos de decirle lo mismo que Bolívar a Rondón en el Pantano de Vargas:”Salve usted la patria”.
Por fortuna, esta empresa política cuenta con un candidato presidencial de lujo, Oscar Iván Zuluaga, y una nómina de aspirantes al Congreso que Fernando Londoño Hoyos, con muy buen sentido, no vacila en exaltar como la “Generación del 14”, llamada a marcar un hito fundamental en la historia de Colombia.
Gracias Dr. Vallejo. Leerlo a ud. reconforta el alma, da ganas de seguir luchando y creyendo.
ResponderEliminarFelicitaciones Dr. Vallejo. Definitivamente, Colombia es un barco a la deriva, movido por la terquedad, la miopía, el engaño y la mentira crónica de un presidente magalomano que quiere entregar la República a sus mayores enemigos. Esperemos que en las manos de los Doctores Óscar Iván Zuluaga y Álvaro Uribe V. renazca la esperanza. Jealbo
ResponderEliminarSantos no tiene talento para gobernar ni para liderar al pais, pero es mas astuto que un zorro para, con trampas, llegar al poder y mantenerse en el. Lo que esta haciendo es inmoral, indigno, pero los resultados por el esperados se estan dando. Tal parece que a pesar de su impopularidad, si el Centro Democratico no mejora sus estrategias, Santos lograra su reeleccion.
ResponderEliminarVeo bien la lista del Senado inscrita por el Centro Democratico. No hay duda de que obtendra muchos senadores. No se como estan las listas a la Camara. Pero lo que si me asalta una terrible duda es la candidature a la presidencia por el Centro Democratico. Por que el Dr. Oscar Ivan Zuluaga no esta calando en la sociedad? Por que sus programas parecen insulsos? Quien o quienes son los asesores programaticos de este candidato? Si no se resuelven las debilidades del candidato presidencial del CD, Santos resultaria reelecto y Colombia terminaria en las fauces del Socialismo del Siglo XXI.
Me cuesta trabajo leer este blog, parace de hace dos siglos. Visiones de elites trasnochadas que piensan solo en como seguir extrayendo lo que pueden sin pensar el la comunidad. Centro Democratico es un eufemismo para ultraderecha, tal vez necesaria para equilibrar los extremos comunistas que lideran las Farc por ejemplo, pero igual de malsana para la democracia en este país. Ojalá logren senadores, no muchos, solo los necesarios para que hagan juiciosa oposición que nos beneficie a todos.
ResponderEliminarHola Dr. Vallejo. Personas como usted o como Fernando Londoño, son las que necesitamos para que divulguen su pensamiento y nos guien en esta selva llamada politica. Muchas gracias por sus escritos
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