lunes, 8 de diciembre de 2014

¿Crímenes altruistas?

El satanista Karl Marx hizo famoso lo de que “La religión es el opio del pueblo”. De ello hizo Raymond Aron a mediados del siglo pasado una provocadora paráfrasis en la que afirmó que, a su vez, el marxismo es el opio de los intelectuales.

 

Su libro, que lleva dicho título, suscitó la furia de la “intelligentzia” de la época, que, igual que hoy, estaba en buena medida alucinada o drogada  por los vahos pestilentes de la utopía marxista. Sus contradictores no ahorraron epítetos para insultarlo, pero él se mantuvo en lo suyo y libró una de las batallas intelectuales más brillantes que se recuerdan en el panorama espiritual de la cultura francesa. ( Vid. http://minhateca.com.br/maia95/Documentos/Raymond-Aron-El-Opio-de-Los-Intelectuales,3082198.pdf).

 

Para muchos que presuntuosamente viven de la que  Paul Johnson considera una muy discutible función de diagnosticar y curar los males de la sociedad sin más ayuda que su intelecto y se llaman a sí mismos intelectuales, el modelo social que esboza dicha utopía es intrínsecamente justo y constituye, por consiguiente, el Norte que debe guiar los esfuerzos de la especie humana hacia su mejoramiento y su cabal realización.(Vid. http://losdependientes.com.ar/uploads/0j27t06rvy.pdf).

 

De ahí que se diga que los que luchan de distintas maneras para imponer ese modelo lo hacen movidos por un ímpetu altruísta que, a su juicio, disculpa los errores y excesos en que puedan incurrir.

 

La construcción de una sociedad comunista es para ellos la gran tarea que debe emprenderse en beneficio de la humanidad. Significa, ni más ni menos, un severísimo compromiso moral, tal como  lo muestra el célebre filósofo español  José Luis Aranguren en su libro “El Marxismo como moral” (Vid. http://www.moviments.net/espaimarx/els_arbres_de_fahrenheit/documentos/obras/1260/ficheros/Aranguren_El_marxismo_como_moral.pdf). Y ese supuesto compromiso moral conduce a juzgar con benevolencia y hasta con admiración a quienes, según ha dicho alguno por ahí,"matan para que otros vivan mejor".

 

Es bien sabido, por ejemplo, que el Che Guevara no se paraba en pelillos para matar o hacer matar a otros. Lo hacía sin estremecerse. No obstante, Sartre, a quien Bernard-Henri Lévy proclamó como el gran pensador de la pasada centuria en “El Siglo de Sartre”, no tuvo escrúpulo alguno para escribir, a propósito de la muerte del famoso revolucionario argentino, que con él  no solo había desaparecido un gran intelectual, sino “el ser humano más completo de nuestra época” (Vid. http://www.critical-theory.com/incredible-candid-photos-of-jean-paul-sartre-and-simone-de-beauvoir-in-cuba/). He ahí una buena muestra de que el estrabismo de Sartre no solo era ocular.

 

Los intelectuales, desde sus cómodos palacios de cristal y sus elevadas torres de marfil, entran en éxtasis frente a los hombres de acción que, siguiendo la consigna de Marx, no se limitan a interpretar el mundo, sino que se aplican con denuedo a transformarlo.

 

Para ellos, sus metas ideales tienen muchísimo más valor que las realidades que aspiran a modificar. Por consiguiente, las ilusorias vidas felices de quienes todavía no existen y no se sabe si llegarán a existir ni en qué condiciones, prevalecen de modo absoluto sobre las vidas infelices de seres de carne y hueso  que, de grado o por fuerza, sabiéndolo o no, se considera que ameritan sacrificarse en función de la utopía comunista.

 

Koestler, en “El Cero y el Infinito”, desnuda esta terrible dialéctica que afirma que la existencia individual vale cero o nada frente al infinito valor de la felicidad colectiva del futuro que promete la ideología. Es libro que conviene releer.(Vid.http://www.omegalfa.es/downloadfile.phpfile=libros/el.cero.y.el.infinito.pdf).

 

Que la del Comunismo es una ideología criminal, no solo por los métodos de conquista del poder que aplica, sino por el modo como lo ejerce cuando llega a alcanzarlo, lo demuestra “El Libro Negro del Comunismo”, que se publicó hace varios años y, como el de Koestler, amerita relectura permanente.(Vid. http://www.defenderlapatria.com/el%20libro%20negro%20del%20comunismo.pdf). Sus autores le adjudican la no despreciable cifra de más de cien millones de muertes a lo largo del siglo pasado. Y uno se pregunta si ese genocidio ha dado lugar a que la humanidad viva mejor o, por el contrario, ha contribuido decisivamente a su degradación.

 

El fracaso del Comunismo es palmario y no se ve, francamente, cómo puede sostenerse que los ríos de sangre que sus promotores han hecho correr en Colombia prometen que nutrirán la savia para un futuro mejor, cuando este se materializa en condiciones tan precarias como las que padecen hoy los pueblos de Cuba y Venezuela.

 

Leo hoy en El Colombiano que las Farc son el noveno grupo terrorista que más muertes ha ocasionado entre 2000 y 2013 en el mundo (http://www.elcolombiano.com/en-terrorismo-colombia-esta-entre-los-20-peores-del-mundo-LM842793).

 

Hasta ahora, lo que han sembrado se resume en muerte, destrucción y angustia para millones de colombianos. ¿Por qué creer que ahí anida la esperanza de una vida mejor para nuestro sufrido pueblo?

 

Presentar al revolucionario como modelo de ser humano cabal, digno de ser imitado y de servir de guía de la realización de la sociedad llamada a satisfacer las necesidades profundas de nuestra especie, no deja de ser una cruel impostura. Ese revolucionario es, en realidad, un psicópata delirante que ha perdido la noción de la realidad, carece de toda conmiseración para con sus prójimos, ha desarrollado una hipertrofia maligna de su ego y actúa movido por sus más perversos impulsos. Es un resentido sediento de sangre.

 

No es el altruismo lo que lo anima, sino su carácter demoníaco, tal como lo describió admirablemente Dostoiewsky en “Los Poseídos”(Vid. http://www71.zippyshare.com/v/16417050/file.html). De ese carácter tenebroso han dado muestras elocuentes las Farc a lo largo de más de medio siglo de crueles depredaciones.

 

Todo pensamiento político contiene alguna reflexión sobre la violencia. El punto de partida es su realidad en todas las esferas de la vida de relación. Pero hay diferentes maneras de interpretarla y evaluarla, que dan lugar, desde  luego, a diferentes ideologías. Estas, en términos generales, pueden clasificarse en dos grandes grupos: las que promueven el control de la violencia y las que la estimulan.

 

El pensamiento civilizado se mueve en torno de lo primero. Ante la imposibilidad de erradicarla de la vida social, que es ante todo un sistema de atracción, simpatía o consenso, se esmera en ofrecer razones para que la monopolice la autoridad pública, pero siempre que se la ejerza dentro de rigurosos condicionamientos morales, jurídicos y políticos.

 

Pero otros modos de pensamiento político consideran que la violencia es un hecho determinante en las sociedades,  que recorre a todo lo largo y ancho las estructuras colectivas y las penetra, bien sea de manera abierta o solapada. A partir de la constatación de ese hecho, consideran que las sociedades son esencialmente conflictivas y la gran cuestión a dilucidar radica en establecer en manos de cuáles actores sociales han de quedar sin talanqueras los recursos del poder y contra cuáles otros habrá qué enderezarlos de modo implacable.

 

El Marxismo-leninismo adhiere, como el Nazismo, el Fascismo y, en general, los Totalitarismos, a esta segunda  concepción, que es radicalmente incompatible con la primera.

 

Como las Farc no han renunciado a esa ideología de la violencia, insisto en que un acuerdo con sus delegados en La Habana, cualquiera sean sus términos, no lo será de paz, sino de tregua. Las Farc, en consecuencia, lo tomarán como un hito en su proceso de asalto del poder y continuarán actuando dentro del esquema bien conocido ya de combinación de las formas de lucha, unas dentro del orden de la legalidad y otras tendientes a subvertirla, siempre con el fin de imponernos un régimen totalitario y liberticida. No nos matarán para que otros vivan mejor, sino para sojuzgar a los que sobrevivan a su dictadura.

 

Como lo ha dicho el hoy senador Uribe Vélez, no solo es inconcebible que la agenda de la patria se negocie con el terrorismo, sino que, en función de una tesis muy parcializada sobre la naturaleza del delito político, se considere que su lucha contra un sistema de democracia y libertades, todo lo imperfecto que sea, es de índole altruista.

 

En mis cursos universitarios solía advertirles a mis estudiantes que el mito no es exclusivo de las religiones y que hoy lo encontramos firmemente arraigado en el derecho y en la política. Lo de los crímenes altruistas de los guerrilleros colombianos no es otra cosa que un mito, pernicioso como el que más.

5 comentarios:

  1. HOY MARX PARECE SER EL OPIO DE LA PAZ Y LA TRANQUILIDAD Y EL ALIMENTO PREFERIDO DE LOS TIRANOS, DICTADORES Y ASESINOS.
    Juanfer

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  2. El comunismo marxista fundamenta su propósito, de toma y uso del poder para establecer la igualdad humana a través de la destrucción de las clases sociales, en el supuesto principio de que la historia humana es la historia de la lucha de clases, en la que la violencia es la que mueve el progreso o la evolución social. Por eso, para el marxista la violencia no es mala en sí, es tan solo el medio o instrumento natural para vencer a la clase social enemiga del momento histórico determinado. Así, el marxista considera que es una obligación política revolucionaria el idear y contar con medios de violencia más efectivos que la clase social enemiga a derrotar. La combinación de todas las formas de lucha es, indudablemente, más efectiva que la sola fuerza física o armada.

    Esta concepción equivocada del mundo ha ocasionado tragedia y miseria a millones de seres humanos, principalmente a la clase social que el marxismo dice representar, es decir a los obreros y campesinos pobres. Cuando el marxismo toma posesión de un país, implanta la miseria y tragedia a todos y cada uno de los habitantes de ese país. La nueva clasificación de la sociedad es la clase de los verdugos y la clase de las víctimas. Si se hace parte del gobierno, del Estado, la función del funcionario público es reprimir, espiar, castigar, e impedir las libertades y derechos a la población que no hace parte del gobierno. El pueblo que no posee funciones de gobierno, como víctima, vive sin libertades, sin derecho de pensar, obrar o expresar lo que a un ser libre le gustaría. Ni unos ni otros pueden ser felices, a no ser que los que tienen la calidad de verdugo se hayan desnaturalizado y consideren su situación un estado de felicidad.

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  3. Aquello de que "no es lo mismo matar para robar que matar para vivir mejor" que le escuchara al doctor Carlos Gaviria Diaz realmente deja perplejo. En gracia de discusión y tomando conclusión del artículo, cual es la enorme y palmaria mejoría de aquel sistema que, valdría la pena preguntar, si la enorme mayoría del orbe transita la pobreza y aquel ofrece su destierro, por qué no ha encontrado total y absoluto respaldo?

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  4. Aquello de que "no es lo mismo matar para robar que matar para vivir mejor" que le escuchara al doctor Carlos Gaviria Diaz realmente deja perplejo. En gracia de discusión y tomando conclusión del artículo, cuál es la enorme y palmaria mejoría de aquel sistema que, valdría la pena preguntar, si la enorme mayoría del orbe transita la pobreza y aquel ofrece su destierro, por qué no ha encontrado total y absoluto respaldo?

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  5. Aquello de que "no es lo mismo matar para robar que matar para vivir mejor" que le escuchara al doctor Carlos Gaviria Diaz realmente deja perplejo. En gracia de discusión y tomando conclusión del artículo, cuál es la enorme y palmaria mejoría de aquel sistema que, valdría la pena preguntar, si la enorme mayoría del orbe transita la pobreza y aquel ofrece su destierro, por qué no ha encontrado total y absoluto respaldo?

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