jueves, 22 de abril de 2010

Ecos ruidosos del debate

A pesar de las limitaciones de los formatos que se han adoptado para llevar a cabo los debates televisados de los candidatos presidenciales, de lo dicho y alegado en esos escenarios van quedando temas sobre los que conviene volver.

En el que se celebró el domingo pasado, lo de nuestras relaciones con el vecindario ocupó, como es lógico, un espacio relevante.

No era para menos.

En general, a lo largo de nuestra historia las relaciones con los países vecinos han sido relativamente tranquilas, pero en los últimos tiempos se han alterado con motivo de la presencia guerrillera en zonas fronterizas y el grave asunto del narcotráfico, así como por el desplazamiento de colombianos hacia el exterior, amén de los cambios políticos  que se han producido tanto en Venezuela como en Ecuador.

Lo que encendió la discusión fue la pregunta que se formuló acerca de si los candidatos estarían dispuestos a repetir lo que Santos, como ministro de Defensa, autorizó que se hiciera para bombardear en territorio ecuatoriano el campamento que ahí tenían las Farc bajo el mando de Raúl Reyes.

No entraré en el detalle de lo que cada uno respondió. Más bien, daré mi opinión de simple ciudadano.

Para  el efecto, partiré de un hecho notorio, que es el apoyo no siempre soterrado con que la subversión cuenta en Venezuela y Ecuador, y del señalamiento de una cadena de equivocaciones en que ha incurrido el presidente Uribe en el manejo del tema del bombardeo al campamento de Reyes.

Un dato del que no se puede prescindir para el examen del asunto toca con la naturaleza y las proyecciones de la acción política que está desarrollando Chávez en Venezuela, que entrañan gravísimos riesgos para Colombia. Cuando el Presidente del vecino país dice que su modelo es Cuba, hay que creerle y tomarlo en serio. Lo mismo, cuando expone su ideal bolivariano y declara que las Farc son un ejército popular cuyos propósitos coinciden con dicho ideal. Y si entra en llave con Correa, Morales y Ortega, es claro que su propósito, como dijo hace un tiempo el Presidente del Perú, es cercar a Colombia.

Lo que se sigue de ahí es que esa llave aspira a que Colombia haga parte de sus integrantes. Como nuestro pueblo y nuestras autoridades no comulgan con esa versión espuria de la hermandad entre las naciones liberadas por Bolívar, entonces se aplican a debilitar nuestra institucionalidad mediante el apoyo a narcoterroristas que dicen compartir sus propósitos.

Chávez se arma literalmente hasta los dientes y crea una milicia bolivariana cuyo modelo parece copiado de las Farc, Habla de guerra cada que se le antoja, amenaza con los aviones rusos y ejerce la más grosera de las presiones sobre Colombia cuando, en ejercicio de nuestra precaria soberanía, tratamos de compensar el evidente desequilibrio en que estamos, a través de una muy modesta alianza con Estados Unidos.

Sus actitudes son cada vez más parecidas a las que asumió Hitler respecto de Checoeslovaquia y de Polonia en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, haciéndose  la víctima para disimular torpemente sus propósitos expansionistas.

Como a la gente hay que creerle lo que dice, según máxima cara a Laureano Gómez, cuando Chávez habla de eliminar el poderío norteamericano, que es un propósito que los hermanos Castro  no pudieron llevar a cabo, también se lo debe de tomar en serio, máxime cuando se ven sus alianzas con todos los enemigos actuales o potenciales del  Coloso del Norte.

Que quiere provocar un conflicto bélico en la región, es sólo asunto de tiempo. El día que los Estados Unidos tengan que confrontar a Irán, buscará el pretexto para invadir la Guajira o tomarse Arauca.

De ese modo, los colombianos  padecemos hoy la peor de las coyunturas  en toda nuestra historia, dado que Chávez no sólo nos mira como zorro a gallinero, sino como un obstáculo en su lucha contra el Imperio y eventualmente como un peligro para su alocado proyecto.

Debilitarnos, neutralizarnos y, en últimas, avasallarnos, he ahí sus consignas respecto de Colombia. Ecuador es apenas una ficha en su ajedrez, lo mismo que Nicaragua.

Pues bien, sería ingenuo pensar que Reyes carecía de protectores y otros cómplices en el alto gobierno ecuatoriano. En el  país vecino contaba con una especie de Cancillería en el exilio, a dónde iban y venían periodistas, estudiantes, activistas revolucionarios y, por qué no, posibles emisarios o portavoces de Correa. Pensar que los organismos de seguridad del Ecuador ignoraban sus actividades en ese país sería tomarlos muy poco en serio.

A la luz de estas consideraciones, no es difícil argumentar que Colombia ejerció el derecho a la legítima defensa y actuó dentro de los parámetros del estado de necesidad cuando decidió atacar el campamento de Raúl Reyes en territorio ecuatoriano.

Mas, para guardar tonta e inútilmente las formas, Uribe, Santos y la Cancillería resolvieron decirle mentiras a Correa y pedirle disculpas por la molestia que le ocasionaron.

Lo de las mentiras fue grotesco. Dijeron  que el operativo se estaba realizando en territorio colombiano y desde su espacio aéreo se dio respuesta a ataques que provenían del otro lado del río, en territorio ecuatoriano. Negaron lo que después se comprobó acerca del ingreso de la aviación y la infantería a dicho territorio con el propósito de dar cuenta de Reyes y su gente, así como de recoger toda la información que se pudiera, entro de la que providencialmente apareció el famoso computador. y, de contera, con hipócrita comedimiento le dijeron a Correa que lamentaban lo sucedido y le pedían perdón.

Lo que dejo expuesto en el párrafo anterior ha debilitado severamente la posición de Colombia, transformándola ante los ojos del mundo de víctima, que lo ha sido, en agresora, que mal podría serlo.

Si Uribe hubiese tenido  el coraje de decirle a Correa que consideraba que la presencia tolerada de Reyes en territorio ecuatoriano era un acto hostil que Colombia se había visto en  la imperiosa necesidad de  repeler, otro gallo cantaría hoy. Pero Correa, que es bastante ladino, puso el grito en el cielo diciendo que le habían dicho mentiras y lo habían agredido, y que tan cierto era que le pidieron perdón por lo que le hicieron.

En su momento, le escribí al Canciller recordándole la sentencia de la Corte de La Haya en el caso de Nicaragua frente a Estados Unidos por el apoyo de éstos a los Contra. La Corte condenó la intervención norteamericana en favor de los subversivos nicaragüenses por considerarla violatoria de elementales principios de Derecho Internacional. Y lo mismo podría invocarse respecto de las injerencias ecuatorianas y venezolanas en favor de las Farc y el ELN.

Colombia tiene que enfrentar esta dificilísima coyuntura no sólo con autoridad moral, que la viene desquiciando con un pésimo manejo politiquero de nuestra representacion en el exterior, o con un deplorable amiguismo como el que acaba de dar oportunidad para el envío con el rango de Consejero y Encargado de Negocios a Chile de un hablantinoso que se precia de tener compañías de ganado  tanto con el Presidente como con Salvador Arana, sino reforzando alianzas por doquiera y diciéndole al pan pan y al vino vino.

No basta con decir, como lo ha hecho Mockus, que debemos someternos a las formas del Derecho Internacional, pues éste no proscribe el recurso a la legítima defensa, ni con hablar con la jactancia que lo hace Santos, quien es coautor del grave estropicio diplomático en que incurrimos por mentirosos.

Tal vez los que tienen más claridad sobre este tópico sean Vargas Lleras y Pardo, aunque no puede desconocerse la valiosa experiencia de Noemí en la Cancillería y la que tuvo precisamente con Venezuela.

La cuestión es terriblemente delicada. Requiere unidad nacional y muchísima inteligencia, en todos los sentidos, para abordarla. Además, que ciertos periodistas, más interesados por lucirse que por estudiar y ponderar hechos que quizás desborden sus capacidades intelectuales, dejen de festinarlos.

La  pregunta que al respecto se les hizo a los candidatos fue irresponsable a más no poder. El que contestara que no repetiría lo de Raúl Reyes quedaría preso de sus palabras. Y al que dijese que sí o respondiese en forma dubitativa, se le vendría el mundo encima.

Poco hay que esperar, sin embargo, de unos medios tan frívolos como los que dominan el escenario de la opinión pública colombiana. Ya habrá oportunidad para discutirlo en detalle.

3 comentarios:

  1. mceabogada@hotmail.com22 de abril de 2010, 22:29

    Jesus , como estas , excelente tu articulo tanto en la lectura que le das a la actitud del gobierno con respecto al hecho del Ecuador , como a la pregunta forulada a los candidatos y su el alcance de su respuesta.

    Feliz dia y gracias por tus escritos.

    CRISTINA ESCOBAR

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  2. Don Chucho, excelente su artículo. Muy claro y pone el dedo en la llaga de la antidiplomacia. Sin lugar a dudas Colombia con sus vecinos Chávez y Correa (más no Venezuela y Ecuador) enfrenta un grave y latente problema cual espada de Damócles sobre nuestras cabezas. Continuamente se nos habla de guerra. ¿Sabe qué Don Chucho? Ojalá la hubiese, para que dejemos tanta "joda" y se pongan en orden las cosas, ya que los Colombianos no nacimos en el mesa de las tormentas.
    Jealbo

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  3. Ojalá lo nombraran a usted de Canciller

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