sábado, 17 de abril de 2010

¿Proyecto inconcluso o promesa incumplida?

La seguridad democrática le ha dado al presidente Uribe no sólo una enorme popularidad, sino un destacado lugar en la historia colombiana.

Es prematuro afirmar, como lo hacen muchos entusiastas, que el suyo ha sido el mejor gobierno que hemos tenido, pues para decir esas cosas conviene esperar que pase el tiempo. Pero es indudable que hoy goza de gran reconocimiento y que hay mucha gente agradecida por haber arrinconado, como he dicho en otra ocasión, a los matones de la guerrilla.

No obstante sus logros en este campo, en la sociedad colombiana se está moviendo vertiginosamente lo que ha dado en llamarse una Marea Verde que, sin negar la necesidad de continuar la política de seguridad, reclama, como dicen que dijo Goethe en su hora final, “Luz, más luz”, vale decir, transparencia.

Lo que reclama la gente que descree de la candidatura oficial es que, por fin, se tome en serio la lucha contra la corrupción y la politiquería que figuraba en los 100 puntos de Uribe como uno de sus grandes propósitos.

Cierto es que esa aspiración es más difícil de lograr que poner en calzas prietas a los violentos, porque los vicios que con ella se pretende erradicar están más arraigados en nuestra cultura que la violencia misma, a la que hemos sido tan proclives a lo largo de nuestra historia como sociedad independiente, a punto tal que la celebración del Bicentenario quedaría incompleta si no dejásemos constancia de que la guerra civil que enfrentó a patriotas y realistas dio comienzo a una larga y penosa sucesión de episodios sangrientos que aún no terminan de reproducirse.

Hernando Gómez Buendía hizo alguna vez un deprimente examen de nuestra eticidad cuando dijo que entre nosotros fracasaron la ética espiritualista del Catolicismo, la republicana del Liberalismo y la solidaria del Socialismo, porque somos un país de rebuscadores para quienes el provecho inmediato, el cuarto de hora no desperdiciado y lo que el Código Civil llamaba, antes de que la Corte Constitucional lo declarase inexequible, las “granjerías infames”, trazan la ruta de su comportamiento.

Por ello, no he vacilado, parafraseando a Kant, en afirmar que somos un pueblo de demonios. Transformarnos en  sujetos morales representará una verdadera revolución.

Seríamos injustos si afirmásemos que Uribe nada ha hecho para corregir esos vicios ancestrales. Por el contrario, ha dado pasos firmes en ese sentido, como puede advertirse en la integración de su gabinete ministerial o en los directores de diversas dependencias estatales.

Pero, como suele suceder, a menudo lo que ha escrito con la mano lo ha borrado con el codo. Si bien resultaría excesivo acusarlo, como hizo alguna vez Adolfo Zaldívar respecto de sus rivales de la DC chilena, de estar “coludido con la corrupción”, cuesta trabajo entender sus simpatías hacia ciertos personajes que, por consideraciones de amistad personal o de cálculo político, han ocupado posiciones desde las cuales no sólo deterioran su imagen, sino que pueden hacer no poco daño. Por lo menos, acreditan que es poco selectivo en sus compañías.

Por ejemplo, cuando nombró a Carlos Julio Gaitán como embajador en Chile, Jaime Horta lo acusó, con valor que lo exalta, de haber frenado como ministro de Desarrollo las investigaciones que venía adelantando la Superintendencia de Sociedades para identificar la red de compañías del Cartel de Cali. La respuesta gubernamental fue de silencio absoluto, el  mismo que ha reinado en torno de las gravísimas acusaciones de Navas Talero por la contratación del Ministerio de Defensa cuando su titular era el hoy candidato oficial a la Presidencia de la República.

Pocos casos tan bochornosos ha habido como el del nombramiento de Salvador Arana como Consejero en Chile. Y como para no enmendar la plana, para el mismo cargo acaba de irse uno que dice ser socio de Arana en negocios de ganadería. Lo que pasa es que él mismo también dice ser socio del Presidente en ese ramo.

Cuando se produjo el escándalo de Noguera en el DAS, el Presidente respaldó a su funcionario diciendo que era un joven de apreciables condiciones personales, familiares y sociales, pero que si las acusaciones que se le estaban formulando tenían mérito, él saldría a reconocer su culpa in eligendo. Lo cierto es que Noguera sigue enredado y no sólo no ha habido admisión de responsabilidad política por haberlo llevado a tan influyente cargo, sino que el DAS es hoy la piedra en el zapato del Gobierno y su candidato oficial por las cosas tan horribles que se han cocinado en su interior y ahora están saliendo a flote.

El tema de la terna de la Fiscalía no es de los que elevan el ánimo. Cuando se lo menciona, los enemigos de la Corte Suprema de Justicia la emprenden contra ésta. Pero nunca ha habido claridad acerca de las consideraciones de política criminal que mediaron para que se la integrara como se hizo. Salió de ahí un tufillo de manipulación y desaliño nada agradable por cierto.

En su momento me permití advertirle al Presidente acerca de las peligrosas repercusiones que podría acarrear su conflicto con la Corte Suprema de Justicia. Él se defiende diciendo que se puede meter en todos esos pleitos porque no tiene rabo de paja. Puede  que así sea, pero los riesgos institucionales de esas contiendas saltan a la vista. Es algo sobre lo que habré de ocuparme en otra oportunidad.

Algún corresponsal de malas pulgas me ha escrito diciendo que mis críticas proceden de un ajuste de cuentas que pretendo hacerle al Presidente. Diré al respecto que mis motivos de queja se los expuse a él mismo en mensajes que algún día divulgaré y en carta que hace algún tiempo le dirigí a Jaime Jaramillo Panesso. Pero aunque algunos o muchos no lo crean, yo he experimentado en los últimos tiempos una evolución espiritual que me ha acercado a Dios, no el conceptual de los filósofos que nunca llegué a negar, sino el vivo de los creyentes, cuya presencia experimento en mi interior bajo el modo de la serenidad. Ello significa que me he despojado de odios y resentimientos, por lo cual todos los días rezo por quienes no me quieren y por los que tampoco quiero.

Le tengo simpatía personal al Presidente, aunque no conservo trato alguno con él. Pero no puedo dejar de reconocer, en aras a la verdad, que me produce la impresión de que él pertenece a la misma familia del personaje de Stevenson, el célebre y prístino  Dr. Jekill que se desdoblaba en un oscuro Mr. Hyde.

Si la Corte Suprema de Justicia ha pedido que se investigue penalmente al candidato oficial por sus actuaciones en el proceso Arango Bacci, si están sin responder las acusaciones de Navas Talero de que se hizo eco Gerardo Reyes en el Miami Herald, si flota en el ambiente lo de los sobornos denunciados en Alemania, si falta por definir la responsabilidad política por las supuestas dos mil víctimas inocentes de los falsos positivos, resulta lógico que muchos colombianos que están agradecidos por los logros del presidente Uribe, desconfíen al mismo tiempo del candidato oficial que al parecer garantiza la continuidad de ese confuso estado de cosas.

Lo de la Marea Verde surge de un sentimiento colectivo de frustración, sea de un proyecto inconcluso o de una promesa incumplida, acerca de la lucha contra la corrupción y la politiquería. Es algo que no se puede ignorar ni atribuir a siniestras o cándidas consignas de los que Plinio Apuleyo Mendoza llama con desdén unos bobitos. Éstos quizás adolezcan de falta de claridad y hasta de buen sentido realista en no pocas de sus propuestas. A veces le da a uno la sensación de que lo suyo podría ser un salto al vacío. Pero las concesiones que se han hecho a los que circunda la opacidad han dado lugar a que buena cantidad de colombianos cifre en ellos sus esperanzas, tal como lo indican las encuestas.

Sigo pensando que la de Noemí Sanín es la propuesta que mejor traduce esos anhelos de seguridad y transparencia, pero hay que ser realistas. De no cambiar las tendencias de que dan cuenta dichas encuestas, lo que le espera quizás sea una honrosa derrota, respecto de la cual conviene desde ya recordar  lo que dice el Evangelio: “Si el grano no muere…”

2 comentarios:

  1. ¡Excelente y sesudo artículo que hace que uno mientras lo lee, tome la palanca de cambios para tirar reversa. Situación difícil para el próximo Presidente reemplazar a uribe, un hombnre que por sus hechuras, su carisma su inteligencia, su trabajo, su entrega y su amor a Colombia, sí lo hacfen el mejor mandatario en muchos pero muchos años.Lástima inmensa, en medio de sus grandes aciertos, sus errores numerosos y garrafales, sumados a las dudas y situaciones nada claras de muchos de sus colaboradores, ya que poco se supo rodear, las cuales deben ser conocidas ojalá por boca de los responsabnles o esperar que la historia juzgue...pa'pior.
    Me uno a la Marea Verde y entrego a ellos mi voto, ya que estan alejados de "esos demonios que componen éste país", así se crean santos.
    Jealbo

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