Es claro que Santos ha pretendido heredar las amistades de Uribe Vélez, mas no así sus enemistades.
La tónica fundamental de su gobierno en estos meses ha sido acercarse a todos aquellos que se habían malquistado con su predecesor, salvedad hecha de los grupos alzados en armas. De ese modo, lanzó su programa de Unidad Nacional para atraer a los que estuvieron por fuera de la anterior administración, designó como ministros a señalados enemigos y contradictores de Uribe, finiquitó el proceso de restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Ecuador, se acercó a Unasur y, sobre todo, se reconcilió a las carreras con Chávez.
Hay varios aspectos de esta evolución que ameritan considerarse cuidadosamente.
Ante todo, lo de las relaciones con Venezuela, Ecuador y Unasur, escenarios en los que no sólo se han manifestado críticas severas al Plan Colombia, la política de seguridad democrática y la alianza con los Estados Unidos, sino apoyos no sólo tácitos sino expresos a las Farc y el ELN.
Como lo han puesto de presente lúcidos analistas como el profesor Juan David Escobar Valencia, resulta bien difícil ser el nuevo mejor amigo de Chávez y no serlo de esos grupos narcoterroristas de extrema izquierda, por aquello de que los amigos de mis amigos son mis amigos y los enemigos de mis amigos son también mis enemigos.
Acá hay algo que definitivamente no rima, en especial con la voluntad nítida que expresó el pueblo colombiano en las urnas acerca de la lucha sin cuartel contra esos bandidos.
Pero hay más. En las decisiones políticas no hay que guiarse por apariencias, sino por realidades. Como decía Lenin, “los hechos son tozudos”. Y el hecho indudable es, como lo he expresado en otras oportunidades, el propósito de Chávez de avasallar a Colombia o, por lo menos, neutralizarla.
La decisión firme y rotunda del pueblo colombiano al apoyar a Uribe y a Santos como supuesto mejor intérprete de aquél, le opuso a Chávez una talanquera que parecía infranqueable en cuanto al primero de esos propósitos.
A diferencia de lo que ha sucedido en otros países y probablemente ocurra más adelante en otros, acá no hay chavismo y es poco probable que lo haya en el futuro inmediato. Nada pues de aspirar por estos pagos a la entronización de gobiernos títeres ni de aliados en la causa de la expansión del Socialismo del Siglo XXI.
La diplomacia chavista puede ser tosca y hasta vulgar, pero no es bruta. Todo lo contrario: avanza donde ha lugar, retrocede cuando toca, se acomoda en donde las circunstancias lo indiquen, pero mira siempre hacia adelante sin perder el Norte.
No pudiendo avasallar a Colombia, ha resuelto neutralizarla, y a fe que lo ha logrado en virtud de la frivolidad de Santos y su equipo.
La Canciller se dejó probar cuando le permitió a Chávez bajarse del carro dizque para saludar al pueblo que lo vivaba. En lugar de advertirle el riesgo de seguridad en que incurría, dejó que variara en su favor el programa de la visita. Y si es cierto, como se dice en fuentes gubernamentales, que Chávez puso como condición para su primer encuentro con Santos que no se mencionaran las acusaciones que pocos días antes había formulado el embajador Luis Alfonso Hoyos ante la OEA, no hay otro remedio que admitir que aquél entró ganando.
Convertirse en su nuevo mejor amigo significa muchísimas cosas llamadas a limitar la acción política del gobierno colombiano dizque para no afectar la construcción de confianza en esa relación.
Por consiguiente, si Chávez considera que algún acercamiento nuestro con los Estados Unidos implica algún riesgo para sus políticas, nos dirá que lo estamos traicionando. Y si denunciamos de nuevo la protección que les brinda a los guerrilleros o sus descaradas injerencias en asuntos internos de nuestro país, vociferará sus denuestos y amenazará con cerrar las fronteras, impedir el comercio y movilizar sus tropas.
Los ingenuos creen que los acuerdos que han estipulado las Cancillerías nos blindan contra esas eventualidades, como si Chávez fuese un modelo digno de encomio en lo que toca con el cumplimiento de los compromisos internacionales. En otras palabras, Colombia quedará amarrada por la palabra que con ligereza ha empeñado Santos, pero sin que ello vincule de igual manera a un vecino cuyos escrúpulos en materia de juridicidad no son confiables.
Santos cree haber resuelto un problema ciertamente grave que afectaba los inicios de su gestión, pero lo ha hecho a corto plazo, sin considerar el elevado precio que está pagando por calmar momentáneamente al vecino.
En lo que tiene que ver con Ecuador, tampoco es el caso de considerarlo como un amigo confiable, pues su gobierno mantiene la acción contra Colombia por el bombardeo en que junto a Raúl Reyes pereció un ciudadano ecuatoriano. Dados los antecedentes del caso, bien podría dar lugar a que a Colombia se la declarase como país agresor, salvo que triunfe la tesis de la falta de jurisdicción para decidir de fondo.
¿Es sensato que, de hecho, como lo dicen en Venezuela, Colombia haya dejado sin efectos sus quejas ante la OEA y la ONU y, en cambio, diga que ha normalizado completamente sus relaciones con Ecuador, cuando no ha resuelto con éste el más grave de sus contenciosos?
No tardará el momento en que Santos tenga que exclamar como el poeta:”¡Mis amigos, no hay amigos!”
Colombia ha adquirido con Estados Unidos y la Comunidad Internacional distintos compromisos jurídicos y políticos en materia de lucha contra el narcotráfico, que implican acciones que desagradan a sus nuevos mejores amigos, como las fumigaciones cerca de la frontera con Ecuador o la vigilancia de las aeronaves que parten hacia Venezuela. En aras de su amistad,¿terminará aflojando esos controles?
La precipitud con que se ha obrado parece darles la razón a quienes, como Lula, decían que las malas relaciones con los vecinos era problema de Uribe y no de Colombia. Al fin y al cabo, la Canciller no es propiamente amiga del ex mandatario y no se siente en la necesidad moral de cubrirle la espalda.
Lo del acercamiento a Unasur, con el insólito duelo nacional que se decretó a raíz de la muerte de un enemigo, Néstor Kirchner, tampoco suscita entusiasmo. Así se diga que la política de Uribe tendía a aislar a Colombia dentro de la región, es lo cierto que ese aislamiento no obedece a situaciones personales suyas, sino a que Colombia va en contravía de políticas como las de Chávez, Correa, Morales o los Kirchner, que no son propiamente respetuosas del pluralismo y, además, han intervenido sin recato en asuntos que son del exclusivo manejo de nuestras autoridades.
Lo de la nueva mejor amistad con Chávez y sus epígonos ha generado inquietud en países amigos que veían en la política de Uribe un baluarte contra el expansionismo venezolano. Para peruanos y chilenos hemos dejado de ser aliados confiables, lo mismo que para los norteamericanos.
Pero hay algo peor, que es la desmoralización que se ha producido en el seno de nuestras Fuerzas Armadas y en no pocos sectores de opinión que piensan, como mi buen amigo Raúl Tamayo Gaviria, que con lo que está haciendo Santos parece que más bien hubieran ganado las elecciones Mockus o Pardo. Y es precisamente la política de éste, inspirada por Samper, la que se está siguiendo con Venezuela.
Este aspecto de la cuestión suscita reflexiones sobre los compromisos electorales que trataré en otra oportunidad, lo mismo que otras acerca de lo que representa haberles confiado a enemigos declarados de Uribe el manejo de cruciales asuntos de política interna.
Cierro dándole las gracias a mi buen amigo William Calderón, que en su programa La Barbería me dio oportunidad de referirme a estas y otras delicadas cuestiones del acontecer político colombiano.
Pues no entiendo qué sustento tiene lo de que en Colombia no hay chavismo. La misma Constitución del 91 es el modelo del chavismo, con su propiedad como función social, su distinción entre delitos comunes y políticos, sus derechos infinitos y su licencia para abolir las leyes a voluntad de los jueces. ¿Qué son el Polo Democrático y el Partido Liberal sino la expresión más clara del chavismo, al lado de la cual ni Correa ni Morales se parecen tanto.
ResponderEliminarLa alianza del lamentable Master Komponendas con el chavismo es la prueba de la democracia colombiana y del propio Uribe. Si los puestos que puede repartir el traidor justifican seguir adhiriendo a sus barbaridades, lo mejor será para los demócratas empezar de cero, como una minoría que sin embargo tiene claro que ese camino es fatal.
Bueno he visto que Santos esta siendo muy blandengue en todo. No era lo que esperabamos de él. Hugo Chávez debe tener su carta entre la manga y que Santos todavía no se ha dado cuenta o quizá ni se lo imagina. Ahora esperemos que pasen rápido estos tres años y medio que le quedan porque de reelección ni que lo sueñe.
ResponderEliminarLastimosamente Santos no se ha dado cuenta de lo que le espera con su nuevo mejor amigo. Cosa que los colombianos si tenemos claro. El ha pretendido equipararse a la popularidad del doctor Uribe y calló en el populismo que son dos cosas muy diferentes.
ResponderEliminarY, si, efectivamente esperemos que estos tres años y medio no corran, vuelen.