No sobra volver sobre lo que, palabra más palabra menos, dijo Hernán Echavarría Olózaga cuando se hizo claro que el Cártel de Cali compró la elección presidencial de Ernesto Samper Pizano en 1994:"Duele reconocer que el Presidente de Colombia es un granuja".
¿Podremos afirmar lo mismo sobre Juan Manuel Santos?
En otra ocasión recordé su disputa con Darío Arizmendi a raíz de la publicidad que en su primera campaña presidencial presentó imitando la voz de Álvaro Uribe Vélez para recomendarle a la gente que votara por él. Sin asomo alguno de vergüenza reconoció, para poner término a las recriminaciones de ese periodista, que a él le gustaban las picardías.
Y a fe que las puso en práctica para hacerse reelegir el 15 de junio pasado.
Escribe hoy Pablo Jaramillo Vasco en “El Colombiano”(http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/R/reeleccion_non_sancta/reeleccion_non_sancta.asp):
“Santos hizo de todo por conseguir su reelección. Movió cielo y tierra, se alió con sus antiguos enemigos, compró conciencias, incluso llegando aparentemente a límites poco éticos como lo sugieren algunas denuncias instauradas ante las autoridades correspondientes, en las que se habla de aparente compra de votos y sobrepaso del tope del presupuesto electoral de su campaña.”
Y más adelante añade:
“Santos es ahora un huracán de la política. Un huracán porque barrió con la decencia y los mínimos escrúpulos que aún le quedaban a este oficio. Después de lo que se vio en su campaña, creo que es difícil que un político se avergüence por algo.”
Coincide la publicación de este artículo, que es digno de conservarse para futura memoria de lo que acá he denominado como una catástrofe moral para Colombia, con el despliegue que el mismo diario hace hoy de un escrito del Arzobispo de Medellín, Mgr. Ricardo Tobón Restrepo, en que denuncia con fuertes palabras las dimensiones de la corrupción que ha invadido todas las esferas de la sociedad colombiana (Vid. http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/L/la_acabamos_o_nos_acaba/la_acabamos_o_nos_acaba.asp).
No cabe duda de ello: la reelección de Santos se logró por obra de un monstruoso engranaje de corrupción activado principalmente desde la Presidencia y el Ministerio de Hacienda a través de congresistas, sobre todo de la Costa atlántica, pero también el resto del país, incluyendo a Antioquia. Supe de primera mano que en El Retiro ofrecieron comprar votos. Y lo mismo se dice de Santa Fe de Antioquia y otros lugares de nuestro departamento.
Por supuesto que el caso de la Costa es más dramático, lo que ha hecho exclamar a Mildred Márquez Rivero en “Costa Noticias” que los padres de la Patria son la madre de toda corrupción”(Vid. http://costanoticias.com/?p=17869)
Escribe Mildred sobre la confesión de boca sin contrición de corazón ni propósito de la enmienda que le hizo un candidato al Congreso en la pasada campaña electoral:
“Soy consciente que yo siempre he “invertido” en este negocio, pero ya esto se salió de madre, puesto que entraron “unos tipos” muy bandidos y están pagando el voto a 60 mil y 70 mil pesos, esto está degenerando grandemente la política, además de que es muy riesgosa la inversión, puesto que tienen amigos en la Registraduría y allí desaparecen al que no esté en la “rosca”. Me manifestó para la época de la campaña al Congreso, un candidato”.
Lo sucedido trae a mi mente esta inquietud que plantea el Evangelio:"¿Puede por ventura un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?”(Lc. VI,39)
He escrito que Santos, cual Narciso, solo tiene ojos para su imagen. Lo ciegan su vanidad y sus apetitos.
Muchos ven en él un grotesco personaje de comedia, un bufón. Hasta lo comparan con Cantinflas. Pero, según escribió Marx en un texto célebre, a menudo en la historia la comedia deriva en tragedia. Quiera Dios que el primer periodo de su gobierno no sea a su vez el primer acto un sí es no es cómico de otro que acarree para nuestra Colombia el soplo furibundo del huracán de las pasiones.
Los verdaderos líderes suscitan en torno suyo grandes amores, pero también grandes desamores. Lo ve uno en el caso de Álvaro Uribe Vélez, al que muchos quieren hasta el paroxismo, en tanto que otros lo detestan casi que a morir. No sucede lo mismo con Santos.
Su sobrino escribió en “Semana” que a Santos no lo quieren, pero lo respetan. No es cierto. Nadie lo quiere. Gana apoyos por motivos muy distintos del carisma personal, generalmente por interés. Y ha suscitado, más que desprecio, odios feroces y quizás devastadores.
A diferencia del entusiasmo que reinaba en el espíritu público hasta hace cuatro años, ahora en él se hace presente una mezcla explosiva de odio a Santos y miedo a las guerrillas de las Farc y el Eln.
Esos sentimientos no son deseables, pero es difícil evitarlos en medio de las circunstancias en que hoy se debate el país. Qué se pueda seguir de ello, es asunto que amerita considerarse cuidadosamente, pero no se ve en la dirigencia nacional quiénes tengan el tino que se requiere para sosegar a la gente que se siente robada y al mismo tiempo amenazada por los tratos de Santos con los subversivos.
Así será. En el 2018, cuando Santos entregue su mandato, no habrá entidad pública nacional ni departamental que no haya sido saqueada. Su estilo de gobierno (o de desgobierno) invita al desenfreno de los apetitos politiqueros de toda especie.
ResponderEliminarEl "cinismo se ha apoderado de nuestra élite" Jesús Vallejo Mejía, hemos descubierto con su escrito que el agua moja y que si se calienta se le dice agua tibia o es más agua caliente. "Nuestra élite" como usted la llama está llena de granujas, amañados, rastreros, que al menor indicio de agua en las bodegas saltan de barco cual roedores de poca monta. Esa élite nuestra nunca pierde siempre fue, es y seguirá siendo maleable, malévola y acomodada disfrazando sus bajos actos con discursos y demagogia (no barata claro) sino demagogia del más alto nivel suma cum laude.
ResponderEliminarFueron las eleccioones mas SUCIAS en la historia de COLOMBIA !
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