viernes, 4 de junio de 2010

El suicidio conservador

A lo largo del gobierno de Uribe, los conservadores han sido socios tan mimados como fieles de su coalición.

Hace algo más de cuatro años hicieron una consulta interna que arrojó algo así como un millón y medio de votos para apoyar su reelección, que se activó gracias a una propuesta que planteó Noemí Sanín. Fueron ellos, pues, los que pusieron a andar la prolongación de su estadía en la Casa de Nariño.

Pero en los últimos tiempos se dejaron oír voces que reclamaban la presencia conservadora en el debate presidencial, con el argumento de que un partido sin vocación por la presidencia está condenado a desaparecer, por lo menos como actor de primera fila en el escenario político.

Cuando se habló de la posibilidad de una segunda reelección de Uribe, los conservadores decidieron esperar  que el asunto se decidiera, pues siendo fieles seguidores suyos no tenía mucho sentido lanzar una candidatura que compitiera con la del primer mandatario. Pero, como éste andaba con el cuento de la encrucijada de su alma, fue alentando a varias personas con la idea de que, en caso de que él no pudiese o no quisiese aspirar a la reelección, se encargaran de proteger su legado, lo que hoy él llama “los tres huevitos”. Y una de las personas que recibieron señales de un posible guiño presidencial fue Noemí Sanín.

Qué sucedió entre ella y Uribe para que a la postre la simpatía se trocara en animadversión, es tema cuyos detalles ignoro. Lo cierto es que Noemí dejó de gozar del favor del César y ello trajo consigo la frustración de su proyecto político.

En todo caso, abortada la posibilidad de la reelección, por obra y gracia de la Corte Constitucional, los conservadores se aprestaron a seleccionar su propio candidato a través de una consulta abierta en la que el número de votantes superó con creces el guarismo que obtuvieron para el Senado. Y Noemí Sanín triunfó, con un estrecho margen, sobre la aspiración de Andrés Felipe Arias, a todas luces patrocinada desde la Casa de Nariño.

Ganó, como he dicho en otra ocasión, en dura y franca lid. La convención de su partido la aclamó con el aval de los ex presidentes Betancur y Pastrana. Y las encuestas la señalaban como rival de muchísimo cuidado para Juan Manuel Santos. Su contendor, Arias, la reconoció como triunfadora y todo daba a entender que la competencia presidencial sería entre dos uribistas. Para mí, en particular, representaba una alternativa de continuidad de la gestión de Uribe más atractiva que la que ofrecía Santos.

Pero las circunstancias no la dejaron gozar de su triunfo. Al tiempo que los conservadores la proclamaban como su candidata oficial, un grupo de dirigentes y ex dirigentes, sin fórmula de juicio y a espaldas de su partido, resolvió adherir a Santos, socavándole así sus estructuras políticas. Y Arias, que venía de aceptar su derrota, decidió querellarla judicialmente por lo que dijo en el debate en que lo fustigó por lo de AIS.

Sus enemigos le dividieron el partido y la exhibieron como extraña al corazón del César. Dijeron que el verdadero garante de la continuidad de las políticas de Uribe era Santos y a ella la presentaron como poco comprometida con aquél. De ese modo, desconcertaron a las bases conservadoras, que ya no siguen al partido, sino a Uribe. Y para colmo, la opinión independiente que acompañaba a Noemí se desplazó hacia la fórmula Mockus-Fajardo.

Para justificar lo que en buen romance se llama deslealtad, salieron a demeritar sus presentaciones y un programa que ni siquiera se tomaron el trabajo de leer. Y cuando ella se quejó del raponazo de Santos, decidieron presentarla como persona conflictiva e inmadura. Sus copartidarios, más interesados en sumarse a la cauda de quien parecía que iba a ser el triunfador dentro del uribismo, la dejaron sola. Con entera razón, ella se queja ahora del fariseísmo que la rodeó.

Se dirá que la política es así y que Noemí no merecía respeto ni consideraciones, pues el que se mete en ese mundo está expuesto a que lo trituren si ello se hace menester para que otros triunfen. Pero lo sucedido lo pone a uno a pensar sobre la índole de Uribe, la de Arias, la de Santos y, lo que es más deprimente, la de los jefes conservadores.

Nada de formas elegantes que salvasen las apariencias, nada de compromisos programáticos, nada de mostrarse decentes y exhibir seriedad en las actuaciones. El que ganó, ganó, y punto.

Es posible que a Noemí la hayan liquidado, que es la suerte que se reserva a quienes discrepen así sea de las maneras de Uribe y se interpongan en el camino de Santos. Pero la liquidación también acecha al Partido Conservador, porque ha demostrado que no es serio, que carece de dignidad y que sólo le interesa medrar.

Es muy dudoso que en  el futuro alguien que tenga un poco de buen sentido piense en presentarse a una consulta para definir candidaturas presidenciales de esa colectividad, porque nadie podrá asegurarle que una vez proclamado sus jefes, activistas y bases no le darán la espalda para irse tras el mejor postor.

Viene a mi memoria una anécdota de Guillermo León Valencia. Como se recordará, en su primer gabinete se rodeó de jóvenes, a los que hubo de sustituir por los inconvenientes que le ocasionaron. Cuando los periodistas le preguntaron por ese cambio, contestó: “Le ofrecí a la juventud que se asomara a la ventana del poder y se arrojó por ella”.

Lo mismo acaba de ocurrirles a los conservadores: cuando más asomados estaban a la ventana de la jefatura del Estado, se arrojaron por ella.

2 comentarios:

  1. Rosa Ana Camacho Weverberg4 de junio de 2010, 17:32

    Dr.Mejia,con el debido respeto,considero que su articulo ha sido muy carinoso con Noemi. Usted comenta algo de manera muy tangencial:" El fariseismo que la rodeo".Ella lo escogio y por segunda vez traiciono a sus verdaderos amigos de 1998. No ha entendido Noemi lo que es la lealtad. Por eso se quedo sola.

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  2. Imposible describir mejor lo que sucedió..!! Felicitaciones Dr. Vellejo.

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