lunes, 9 de noviembre de 2015

Como juega el gato maula con el mísero ratón

Esta  conocida figura de Celedonio Esteban Flores, el célebre “Negro Cele”, viene como anillo al dedo para ilustrar el grado de dominio que ejerce el narcoterrorismo de las Farc sobre Juan Manuel Santos, quien como Jefe de Estado supuestamente simboliza la unidad nacional y, al jurar el cumplimiento de la Constitución y de las leyes, está obligado a garantizar los derechos y las libertades de todos los colombianos, según lo dispone el artículo 188 de nuestra Constitución Política.

Ya nadie duda de que el proceso de diálogos con las Farc en La Habana no es otra cosa que una seguidilla de claudicaciones de quien dice representar la soberanía popular, frente a un puñado de criminales que las naciones civilizadas señalan como promotores de más de la mitad del tráfico de cocaína en el mundo y los califican como terroristas.

Circula una caricatura que lo dice todo, en la que aparece Santos abanicando en una playa cubana a alias Iván Márquez y preguntándole con obsecuencia de mesero si se le ofrece algo más.

Santos es, en definitiva, un pelele, un fantoche, un mísero ratón.

Sin embargo, como bien lo ha señalado Fernando Londoño Hoyos en “La Hora de la Verdad”, exhibe ínfulas de un Julio César o de un Napoleón que lo llevan a pedirle al Congreso, después de emascularlo, poderes dictatoriales que pretende legitimar por medio de un plebiscito, con el propósito de llevar a cabo, él solo, su proditorio empeño de someter a la férula de las Farc al pueblo cuyos derechos y libertades juró solemnemente defender.

El proyecto de acto legislativo que sobre el tema se discute hoy en el Congreso implica nada menos lo que en fallo histórico la Corte Constitucional ha llamado una iniciativa de subversión de la Constitución.

Léase bien: de acuerdo con jurisprudencia que en otros escritos de este blog he citado sobre el particular, el contenido de ese nefando proyecto no es una mera reforma de la Constitución vigente y ni siquiera entraña una nueva Constitución, sino que es la subversión del ordenamiento constitucional.

¿A quién se le ocurre que si el Congreso capitisdisminudo no reprueba por mayoría absoluta de sus miembros una iniciativa gubernamental, esta deberá entenderse aprobada por cualquier número de votos que se depositen en su favor?

¿Y a quién más puede ocurrírsele que a un gobernante tan desacreditado como Santos podrían otorgársele poderes plenos para dictar todos los estatutos que se requirieren para dar pleno efecto normativo a lo que se acordare con los narcoterroristas de las Farc en La Habana?

Todos los que la Corte Constitucional ha considerado que son los “elementos basilares” de nuestra institucionalidad política sufrirían severísima mengua  de aprobarse este esperpento.

Pero hay mucha más tela para cortar en este delicadísimo asunto.

Los promotores de la claudicación pretenden justificarla bajo el sagrado manto de la paz,  olvidando que todos estos desafueros no harán otra cosa que  favorecer a las Farc, no para instaurar un régimen de convivencia pacífica con las demás fuerzas políticas, sino en su proyecto final de tomarse del poder.

Se olvida, además, que lo que está en marcha suscitará la indignación de buena parte de la ciudadanía cuando esta se percate de lo que realmente ello significa, y que unos acuerdos con las Farc no garantizan en modo alguno la paz, dado que en el país obran hoy otros actores violentos cuya fuerza está creciendo de modo alarmante. Se trata de las tristemente célebres “Bacrim”, que agrupan a quienes viven del narcotráfico, los remanentes de las autodefensas y los integrantes de Farc-Eln reacios a las estipulaciones de La Habana.

¿Qué podría hacerse frente a estos fenómenos con una fuerza pública disminuida, desmoralizada y desprestigiada, y con un aparato judicial politizado y corrompido hasta la médula?

El grado de desinsititucionalización a que está llevando Santos al país, es alarmante en grado sumo. Y lo más grave es que se trata de una tendencia que ya parece irreversible.

En algún escrito anterior pregunté quién le pone el cascabel al gato para frenar y enderezar este proceso de disolución de nuestra Colombia. El asunto hay es más inquietante, pues ya de lo que se trata es de ponérselo a ese gato maula que son las Farc.

¡COLOMBIA, DESPIERTA ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE!

2 comentarios:

  1. Manden Señores de las farc, que "Galatino" obedece.
    Excelente artículo con sabor a tango y a tómbola que rueda hacia el abismo.
    Juanfer

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  2. Ya no quedan palabras para significar el comportamiento traicionero, tramposo y apátrida de Juan Manuel Santos...Definitivamente, tal cual reza el artículo es "en definitiva, un pelele, un fantoche, un mísero ratón."

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