viernes, 27 de noviembre de 2015

La Ciudad de la Vida

Por generosa invitación de mi apreciado amigo Alonso Sanín Fonnegra, director de la Fundación Berta Arias de Botero (Fundarias), tuve el privilegio de asistir con distinguidas personalidades a la ceremonia de postura de la primera piedra de la construcción de la Ciudad de la Vida, ambicioso proyecto con que Fundarias aspira a poner en funcionamiento un centro gerontológico modelo con capacidad de atender dignamente a mil ancianos.

El proyecto arquitectónico, diseñado por el recientemente fallecido arquitecto Cristian Sarria Molina, se desarrollará en el corregimiento de El Hatillo, municipio de Barbosa, Antioquia.

La idea es convertir la Ciudad de la Vida en un centro de pensamiento que tendrá la vejez como recurso, desarrollando el mejor centro de gerontología para Latinoamérica  con miras a generar conocimiento alrededor de la vejez y así poderlo irradiar hacia otros centros, prestar asistencia integral a ancianos en condiciones de vulnerabilidad, y asistencia técnica a instituciones similares, según reza el folleto explicativo del proyecto.

Fundarias se propone con ello hacer que la sociedad entienda y reconozca la vejez como un recurso y no como una carga, de suerte que los ancianos sean incluidos y valorados como lo merecen.

Para ambientar el evento, se llevó a cabo un estimulante coloquio acerca de la condición  de los ancianos en nuestra sociedad, su importancia para la misma y las acciones que deberían emprenderse para asegurar su bienestar y aprovechar los aportes que ellos puedan hacer en pro del bien común.

La triste realidad de los tiempos que corren da cuenta del menosprecio y el abandono que sufre la llamada Tercera Edad, tanto de parte de las familias como de las políticas públicas.

A medida que aquellas se van desintegrando en medio de la crisis de valores reinante hoy día, a los ancianos se los va relegando a lo que un diciente verso de Homero Manzí llama “el rincón de los recuerdos muertos”, o sea, una especie de cuarto de San Alejo de la sociedad.

Hay en “La culpa es de la vaca”, preciosísimo libro que Jaime Lopera y su esposa Marta Inés Bernal escribieron para promover la reflexión sobre valores cuyo deterioro amenaza con arruinar la convivencia en los tiempos que corren, un elocuente capítulo que ilustra sobre esta deplorable realidad.

Su título es “El Tazón de Madera” y viene con este epígrafe:

“Las culturas orientales han respetado a los ancianos de una manera especial. Los consideran una fuente de sabiduría y los honran por lo que hicieron en la vida. Occidente ha perdido el sentido del valor del anciano. Recordemos que si nos va bien, nosotros también llegaremos allá”.

Era frecuente hace años que en el seno de las familias convivieran varias generaciones, de suerte que hubiese un saludable intercambio entre ellas. Los niños podían entonces beneficiarse de los ejemplos, la orientación y el apoyo de los viejos, y estos a su vez gozaban del afecto y la alegría de los menores.

Lo que hoy se advierte es la existencia de una penosa brecha generacional que suscita el aislamiento de la ancianidad, con todas las implicaciones negativas que de ahí se siguen.

La desatención de las familias por sus ancianos no se ve compensada por las políticas públicas, que como lo pusieron de presente en sus doctas exposiciones Gabriel Poveda Ramos y José Alvear Sanín, entre otros, acusan por decir lo menos una escandalosa indolencia para ocuparse de ellos, como si de desechos sociales se tratase.

¿No dio a entender hace algún tiempo el hoy flamante ministro de Salud que la Tercera Edad amenaza con constituir una carga insoportable para la economía?

Ya nos llegarán, y no en un futuro remoto, las soluciones finales para la cuestión de la senectud, sobre la base de la legalización de la eutanasia y el suicidio asistido o estimulado, tal como hoy lo vemos en Bélgica, Holanda, Suiza y otros países en los que se está imponiendo una cultura de desprecio por la vida, so pretexto de la defensa de la dignidad humana.

Un escrito reciente, reproducido en Belgicatho, ilustra sobre las aterradoras tendencias que se están desarrollando a partir de ahí.

Se habla en él acerca de la propuesta que parece estar haciendo carrera en el sentido de facilitar el acceso libre y gratuito de la “píldora de la muerte” a los mayores de 70 años (Vid.http://belgicatho.hautetfort.com/archive/2015/11/23/la-pilule-de-la-mort-en-acces-libre-et-gratuit-aux-plus-de-7-5720971.html).

Hay que saludar, pues, con entusiasmo la loable iniciativa de Fundarias, que va en contravía de la cultura de la muerte que promueven hoy los mal llamados progresistas.

2 comentarios:

  1. Solamente habría que considerar o concluir que estos llamados progresistas piensan que nunca llegaran allá...

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  2. "Pena de muerte, para quien no llegue a viejo". Todos vamos rumbo a la ancianidad, si antes la muerte no lo impide. Los ancianos no pueden ser considerados como estorbos ni desechos sociales, sería como fijarnos nosotros mismos ese mismo fin.
    Saludos,
    Juanfer

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