domingo, 2 de marzo de 2014

Alternativas electorales

Votar siempre es importante aunque después vengan los remordimientos. Pero en las circunstancias actuales de Colombia no solo es importante, sino necesario.

Los resultados de cada proceso electoral nos afectan a todos, votemos o no, especialmente en momentos decisivos como el presente.

Hay muchos temas en debate que requieren la atención del electorado, pero sobre todo está en el orden del día el de los diálogos con las Farc en la Habana. Definir la posición de cada uno al respecto es de por sí algo que reviste importancia capital para la suerte de Colombia.

Cada ciudadano tiene ante sí tres alternativas sobre este delicado asunto: a) Apoyar el modo como lo está adelantando el gobierno; b) respaldar los diálogos, pero sometiéndolos a condicionamientos; c) ponerles fin.

La primera opción se escinde en dos: a) darle un voto de confianza a Santos; b) continuar los diálogos como van , pero sin Santos.

Por supuesto que los candidatos del Partido Liberal, la U y Cambio Radical están por la continuidad de los diálogos bajo la conducción de Santos.

Creen que, no obstante su dilación y sus tropiezos, cabe esperar de ellos un buen resultado para la suerte de Colombia y es necesario alimentar el optimismo de las gente en pro de ello. Están dispuestos a votar en el Congreso las iniciativas que Santos les indique para concretar el mal llamado Marco Jurídico para la Paz, convocar a los colombianos para que aprueben los acuerdos a que se llegue con las Farc y adoptar las reformas constitucionales y legales pertinentes.

Los candidatos de izquierda quieren lo mismo, pero sin Santos. Dicen promover la paz, pero piensan que ella no es monopolio de Santos y que otros podrían hacerlo mejor en ese empeño.

La segunda alternativa es la del Centro Democrático, representado por Oscar Iván Zuluaga y Carlos Holmes Trujillo, y la candidata oficial del Partido Conservador a la presidencia, Marta Lucía Ramírez, así como su candidato a la vicepresidencia, Camilo Gómez.

Ninguno de ellos dice que su propósito es levantarse de la mesa en La Habana.

El punto de vista en común de todos ellos es el siguiente: las bases de este proceso no son correctas y, por ende, el desarrollo que ha tenido tampoco lo es; pero el proceso en sí mismo es importante y lo que se requiere es enderezarlo, sometiéndolo a términos definidos, como lo cree Marta Lucía Ramírez, y poniéndoles condiciones a las Farc, no la tonta que les puso Santos de no atentar contra alguien importante (léase Álvaro Uribe Vélez), sino cesar sus ataques contra las poblaciones, sus depredaciones contra las comunidades, el reclutamiento de niños, el minado de los campos, el secuestro, las extorsiones y, en general, sus acciones terroristas.

Al parecer, Santos y sus seguidores piensan que a las Farc no se les puede pedir nada de eso, pues se levantarían de la mesa, y que es menester seguir dialogando en medio del conflicto, aun dentro de sus extremos más aberrantes, salvo que atenten contra Álvaro Uribe Vélez. Arguyen  eso fue lo acordado  y es necesario aceptar los riesgos que entraña tal decisión.

El Centro Democrático y los que siguen la línea oficial del Partido Conservador observan que por ese camino se desacredita el proceso de paz, se infunde escepticismo entre los colombianos y se podría llegar a darles tales ventajas a las Farc, que de ahí a la instauración del castro-chavismo solo mediaría un paso.

Enderezar el proceso significaría, pues, meter en cintura a  los capos que gozan de la pitanza en La Habana, exigiéndoles seriedad y poniéndoles de presente que lo que se les está concediendo es una oportunidad para entrar en el libre juego democrático y no una patente de corso para entrar a saco en la institucionalidad y desbarajustarla.

Hay quienes piensan –si son pocos o muchos, no lo sé- que sería preferible la tercera opción y dar por terminado de una vez este tedioso proceso.

Pero, salvo lo que dijo Pacho Santos en un momento de exaltación en la convención del Centro Democrático, no veo a ningún aspirante al Congreso ni a la Presidencia que esté dispuesto a comprometerse con una solución tan drástica.

Por lo demás, yo no la aconsejaría, pues el hecho mismo de que haya conversaciones formales con las Farc ya es algo positivo, salvo que las circunstancias lleguen a demostrar, como sucedió con el proceso del Caguán, que se trata de un esfuerzo baldío en que los narcoterroristas tengan todas las de ganar y la institucionalidad lleve todas las de perder.

Pues bien, al Congreso venidero le tocará tomar decisiones de mucho fondo acerca de estos tópicos, sea por la vía de su acción normativa, ya por la de los debates de control político que sea del caso emprender.

Los ciudadanos que estén a gusto con lo que ha hecho el Congreso en los últimos cuatro años pueden votar por las listas de la fementida Unidad Nacional.

Pero los que pensamos que los congresistas actuales han dado pésimos ejemplos de sumisión frente a las imposiciones de un Presidente que no ha dudado en traicionar a sus electores y corromper descaradamente las instituciones , tenemos no solo el derecho, sino el deber, de explorar otras alternativas, como las que afortunadamente tenemos hoy a nuestra disposición.

El Centro Democrático, bajo el liderazgo del expresidente Uribe Vélez, nos ofrece a los colombianos que ejercerá el control político que los actuales congresistas, con honrosas excepciones, se han abstenido de hacer uso frente a las políticas gubernamentales. Y sus candidatos, de ser elegidos, actuarán con entera responsabilidad a la hora de reglamentar el ya mencionado Marco Jurídico para la Paz, de suerte que no lo sea para la Impunidad, y definir los términos constitucionales y legales de los acuerdos a que eventualmente se llegue con las Farc. Se compromete, además, a rescatar la dignidad institucional del Congreso, hoy moralmente hecho trizas por el ominoso Carrusel de la Reelección, restituyéndole el carácter de cuerpo deliberante a que  por su propia índole está llamado.

Sobre el voto en blanco que algunos están proponiendo, diré tres cosas:

a) En general, es una opción válida que tiene el ciudadano para cumplir su deber de votar y manifestar su indisposición. De hecho, yo he votado en blanco en dos ocasiones y no me he arrepentido después. No quise votar en 1990 por Gaviria, Gómez Hurtado ni Navarro. Tampoco quise hacerlo en 2010 por Santos ni por Mockus, pues me parecían dos payasos.

b) Con todo, el voto en blanco en las elecciones para cuerpos colegiados tiene efectos más bien desaconsejables, pues contribuye a elevar el cuociente electoral en perjuicio de los grupos minoritarios que, a menudo, enarbolan las banderas de la indignación ciudadana.

c) Lo que está en juego en las elecciones del próximo domingo es demasiado significativo para la suerte del país, pues de ahí dependería el rumbo de los diálogos de La Habana, lo que para nadie puede ser indiferente.

1 comentario:

  1. ¡Excelente artículo Don "Chucho".
    En estos complicados momentos el voto en blanco equivale a tener el cerebro en blanco. Hay que votar masivamente por URIBE CD -Cámara y Senado-
    Bienvenida la PAZ, no importa quien la negocie, pero nunca con IMPUNIDAD ni con bandidos sentados en el Congreso. Juanfer

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