Satanismo y libertarismo
Hay una tendencia extrema del Liberalismo que se conoce bajo el nombre de Libertarismo, por cuanto propende hacia la eliminación de casi todas las barreras sociales que a su juicio coartan las libertades individuales.
Esas barreras son las normatividades, que en los cursos de Introducción al Derecho se clasifican en tres grandes categorías: reglas de trato social, reglas morales y reglas jurídicas.
El conjunto de todas ellas integra lo que Rousseau consideraba como las cadenas que por todas partes oprimen al hombre en detrimento de su libertad natural.
El pensamiento emancipatorio, así llamado porque centra en la emancipación del hombre, es decir, en la destrucción de todas las cadenas culturales que se cree que lo oprimen, está presente bajo distintas modalidades en el desarrollo de las ideas morales y políticas de los últimos tres siglos, unas veces de manera abierta y otras en forma soslayada.
El dique contra las ideas libertarias en el mundo occidental se encuentra principalmente en el pensamiento cristiano, que tiene otras ideas sobre la libertad y considera que la propuesta libertaria no es otra cosa que libertinaje, es decir, abuso y degradación de tan preciado atributo del ser humano.
Como el Liberalismo es, de cierto modo, una derivación del Cristianismo, a lo largo de años se mostró respetuoso de sus ideas morales. Combatió, eso sí, el dogmatismo, el autoritarismo y el clericalismo, sobre todo de los católicos, pero sin desconocer la elevada jerarquía espiritual de las enseñanzas cristianas.
Pero es probable que en el origen del pensamiento liberal anidasen corrientes subterráneas enemigas de la tradición cristiana, pues no de otro modo se explican el desprecio que contra ella puso de manifiesto un Voltaire o la furia antirreligiosa que se desató bajo la Revolución Francesa.
En un ensayo reciente, Henry Makow acaba de llamar la atención acerca de las fuentes satanistas del pensamiento libertario en materia económica. Los interesados pueden consultarlo en el sitio www.henrymakow.com. Ahí destaca la importancia que para el pensamiento político, económico y social del siglo XVIII y los tiempos subsiguientes tuvo Bernard de Mandeville, autor del del conocido libro “La Fábula de las Abejas”, a quien acusa de satanista.
Análisis similares pueden examinarse en la copiosa y controvertida obra de Lyndon Larrouche, a la que también se llega a través de la red.
Makow y Larrouche ponen énfasis en el pensamiento económico libertario, a su juicio difundido y hasta impuesto por los grandes centros del poder financiero mundial, del que según el primero de ellos la Escuela Austríaca es apenas un instrumento.
Pero hay otra vertiente del Libertarismo, la que tiene que ver con la destrucción de la moral cristiana sobre todo en lo que atañe a la familia, las costumbres y la sexualidad, cuyos efectos devastadores estamos presenciando en los tiempos que corren y también se ligan con el Satanismo.
A ella se refiere Makow en otros artículos, como el que acaba de publicar acerca de la imposición de la agenda homosexual en las escuelas de Ontario. Se lo puede leer a través del siguiente enlace: http://www.henrymakow.com/homosexuality_in_ontario_schoo.html
En otros artículos de mi blog he mencionado dos libros que considero de especial importancia para entender la revolución que estamos presenciando y sin duda alguna padeciendo en materia de costumbres. Se trata de “Blood on the Altar”, de Craig Heimbichner, y “Por la Senda de Lucifer”, de Gabriel López de Rojas.
Aunque escritos desde ópticas muy distintas, ambos confluyen en lo mismo, es decir, en la influencia de la Masonería en dicha revolución y el carácter bien sea satanista o luciferino de la Hermandad.
López de Rojas es muy discutido. Algunos dicen que es un charlatán redomado, pero estudiosos serios del tema masónico, como Manuel Guerra o Ricardo de la Cierva, lo consideran una autoridad en la materia. Por lo menos, su hoja de vida así lo indica.
Pues bien, López afirma que el Dios de los masones no coincide con el judeocristiano. No es otro que Baphomet, el dios de la luz, que otro masón importante, Lalo Figueroa, que tiene en Twitter el sitio @Redmasonica y gestiona la página http://www.redmasonica.com/, vincula con las antiguas religiones fenicias, las cuáles cree que pueden suministrar las claves decisivas para entender el origen de la cosmovisión de su orden.
López sostiene que los textos bíblicos dan pie para establecer diferencias entre Lucifer y Satán, y que hay distintas modalidades de adoradores del uno y el otro.
Lucifer es espíritu de luz y equivale a Baphomet, Iblis, Prometeo, etc., es decir, entidades inteligentes y contestatarias. Sus seguidores son luciferinos, que creen que es el más importante de los ángeles, o luciferianos, que piensan que es un dios, el de la luz de los gnósticos.
Satán es un espíritu oscuro, que en la Biblia aparece como el gran mentiroso, el agente de la confusión. Sus seguidores se escinden también en dos grupos: los que piensan que es una entidad real que encarna lo maligno, y los que lo toman como un símbolo. A este último grupo pertenece la Iglesia de Satán, creada por Anton Szandor La Vey en California (1966).
Para la demonología cristiana, Lucifer y Satán son lo mismo, como en el famoso verso que dice que “Olivos y aceitunos todos son unos”. Y lo importante para lo que ahora escribo no es si son entidades reales o más bien meramente simbólicas, sino lo que, así sea con diferencias de matiz, ambas representan, a saber: la negación de Dios y de su Ley.
Esa negación conduce por distintas vías a una afirmación: la autonomía total del hombre frente a todo poder superior, autonomía que consiste en que él se da su propia ley. Ésta no tiene referente alguno en una entidad trascendente, que por definición se niega, ni en la naturaleza o la historia, respecto de las cuáles se propugna la emancipación. El supremo referente de la ley es el deseo, que es el motor de la voluntad humana.
El más celebre e influyente de los satanistas modernos, Aleister Crowley, llamado “La Bestia”, formula así la doctrina del Thelema, que significa voluntad:
"Haz lo que quieras. Eso debe ser la totalidad de la Ley”.
Sobre esta base, dice López de Rojas que el satanismo laveyano utiliza la figura de Satán como símbolo que libera a sus adeptos "de tabúes y la moral convencional", fuera de que “aboga por el materialismo, el hedonismo…”(“A la Sombra de Lucifer”, p. 28).
Si se niega toda trascendencia, resulta lógico que todos los deseos humanos se sitúen en el mismo plano y, por consiguiente, se termine nivelándolos por lo bajo. Lo que les confiere valor a los deseos es la eficacia para la autoconservación, la autosatisfacción, el autodespliegue y la autoexpansión de cada individuo del modo cómo lo estime más procedente, siempre que no impida que los demás hagan lo propio.
Habida consideración de la fuerza del deseo sexual, éste se convierte en el alfa y el omega de la acción humana. En su manifiesto satanista, Lavey se expresa así:
“Satán representa la complacencia en lugar de la abstinencia; la existencia vitalista en lugar de los sueños espirituales; la sabiduría perfecta en lugar del autoengaño autohipócrita”.(López, op. cit., p. 141).
Se sigue de ahí la sacralización de la sexualidad, lo que lleva a considerarla como vehículo de iniciación e iluminación a través de los rituales tántricos. Y, de acuerdo con lo que explica López, esa canalización de la energía sexual conduce al máximo de satisfacción que brinda la bisexualidad, "ya que es ésta la que permite la transformación del iniciado en el andrógino alquímico y divino, en el propio dios Baphomet, sellando la Obra al Rojo y la iniciación"(op. cit., p. 217).
Más allá de los alegatos fundados en la igualdad de los sexos, el carácter cultural y por ende artificial de las funciones que se cree que les corresponden o el derecho de cada uno a experimentar su sexualidad como le apetezca, el ideal de la bisexualidad que transforma al individuo en el "andrógino alquímico y divino" se adorna de matices místicos que lo hacen no sólo valioso, sino imperativo.
No de otro modo se explica la fuerza con que los promotores de la revolución sexual tratan de imponerla a toda costa. Según ellos, la libertad, la igualdad y la dignidad humanas exigen que cada cual pueda alcanzar ese estado superior del goce que lo transforma en un dios, el dios de la Luz.
De ese cometido surgen los derechos. El mismo determina la orientación de la educación sexual, según lo muestra el caso de Ontario, que no busca ya la tolerancia respecto del colectivo LGTB, sino que las nuevas generaciones se incorporen a sus filas. El individuo del futuro será entonces LGTB o no será. Como dice Makow, la consigna social y por ende educativa de hoy es la heterofobia.
A la luz de estas consideraciones, la insistencia en que la sexualidad es el medio idóneo para la transmisión de la vida y la renovación de las generaciones, aparece como algo sospechoso que se ata al pasado y resulta anacrónico, puesto que pretende mantener sometidos a hombres y mujeres al ominoso gravamen de las esclavizantes responsabilidades familiares. La Ley del Thelema no puede admitirlo.
El libro de Heimbichner parte de una perspectiva crítica, muy diferente desde luego de la de López de Rojas, pero, como digo, llega a conclusiones similares en lo concerniente a la revolución de las costumbres en comento.
Es lástima que no haya traducción castellana de este importante ensayo del que quiero destacar especialmente los capítulos V (The Palladium), VI (Arcanum Arcanorum) y IX (Politics and Pedophilia), en los que se ocupa de la perversidad de la doctrina sexual de las sociedades secretas masónicas y paramasónicas.
Cita a Crowley cuando éste escribe que el incesto, el adulterio y la pederastia deben de practicarse abiertamente sin “vergüenza, disimulo, cobardía o hipocresía”, y que “los niños deben acostumbrarse desde la infancia a presenciar todo tipo de actividad sexual” (“The Blood on the Altar”, p. 113).
Pregunto, al margen, si los magistrados de la Corte Constitucional que hace varios años suscribieron un voto disidente en que sostenían la despenalización del incesto entre adultos libres o los funcionarios del Ministerio de Educación que redactaron y aprobaron las cartillas de instrucción sexual que les transmiten a los niños una concepción hedonista de la sexualidad, lo hicieron a la luz de las enseñanzas de Crowley.
Les sugiero a los lectores que entren en Twitter a varios sitios en que se difunden las enseñanzas de “La Bestia”, para que sepan por dónde está yendo el agua al molino en estos asuntos.
No quiero fatigarlos más por hoy, pero en posterior oportunidad tendré que detenerme en lo que significa la expansión del Satanismo en el medio en que vivimos. Por ejemplo, cómo incide en el fenómeno de la brujería , que es tema de un muy inquietante libro del padre Juan Carlos Callejas que lleva por título “Contra la Brujería”, o en los sacrificios humanos, que es precisamente lo que explica el título del libro de Heimbichner, “Blood on the Altar”.
Lo increíble de todo esto que dices, no es que se esté dando de veras en nuestros días, sino que no haya disidentes que se le opongan (de acuerdo 4 ó 5).
ResponderEliminarPor mucho que intentes guardar las distancias sobre los sensacionalismos, esto es sensacional, a tal punto que no tiene explicación lógica. Sólo un poquitín más de furia y ya es el reinado del anticristo, aunque, tal como lo es ya, ya lo es. "Todos serán embaucados por la bestia". Y así ha sido. Más allá de todo espectativa.
La actualidad está guiada por un fuerte componente esotérico perverso. La fascinación global por lo corrupto no encaja en el nivel de evolución intelectual que deberímos poseer. Da pena vivir en un tiempo que debería ser privilegiado.
Estuve leyendo precisamente hoy acerca de este asunto. Me disponía a escribir algo al respecto pero ya, con esto, sólo hay que divulgarlo. Esta es la dirección de lo que leí hoy. Saludo fraterno http://itinerariummentis1.blogspot.com/2012/04/un-senador-chileno-nos-ilustra-sobre-la.html
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