miércoles, 24 de marzo de 2010

¿El Gran Debate?

Me comentó un discípulo esta mañana que lo de anoche en la televisión con los candidatos presidenciales fue algo así como un “reality”.

Es posible que tenga razón. No sólo por las limitaciones que se les impusieron, sino por la índole de las preguntas que formularon los periodistas encargados de interrogarlos, quedó la impresión de que se trataba de un concurso para definir quién proyectaría una mejor imagen ante el auditorio, bien por su presentación física, ya por la agudeza de sus respuestas o el modo de eludir cuestiones difíciles. Sólo faltó que se armara una pasarela.

Respecto de las preguntas que se formularon, hay qué mencionar las malintencionadas, las impertinentes y las sandias, entre otras.

Por ejemplo, de parte del Director de Semana, que es sobrino del candidato Santos,  la pregunta inicial que le formuló a Noemí Sanín intentó presentarla como una oportunista que ha servido bajo todos los gobiernos y así continuará haciéndolo. Parece que, según  él, haber tenido a su cargo con lujo de competencia las carteras de Comunicaciones y de Relaciones Exteriores, así como la representación diplomática en Venezuela, España y el Reino Unido, fuese un baldón y no lo que realmente es, vale decir, unos antecedentes que ameritan la aspiración que ahora tiene ella de  alcanzar la Presidencia de la República. Afortunadamente, con envidiable donosura, lo puso en su sitio.

Capítulo aparte merecen las preguntas impertinentes sobre las creencias  personales o los dramas íntimos de los candidatos. Por ejemplo, es una sandez haberle preguntado a Mockus si va a misa los domingos. Ante una pregunta similar, relativa a su creencia en Dios, Mandela contestó alguna vez que ese era un tema demasiado personal para ventilarlo en público.

Es algo similar a lo que en cierta ocasión le preguntaron a Carter acerca de si alguna vez había tenido malos pensamientos, como desear a otra mujer distinta de su esposa, o la cuestión que le plantearon a Clinton sobre si había fumado marihuana, a lo que bobamente contestó que sí, pero sin aspirarla.

Los periodistas se cebaron sobre los candidatos para tratar de acorralarlos con preguntas sobre hijas que deciden abortar, hijos sorprendidos con dosis personales de droga, hijas que declaran su condición homosexual y deciden luchar por contraer un supuesto matrimonio entre cónyuges del mismo sexo o la madre que le pide a su hijo la eutanasia o el suicidio asistido.

Son preguntas tramposas, como las que los fariseos le hacían al Señor para enredarlo en contradicciones.

Noemí  sorteó bien en este caso la trampa, aduciendo en su respuesta su condición de madre. Santos y Mockus, por su parte, salieron del paso invocando como supremo referente moral las decisiones de la Corte Constitucional, organismo bien conocido por su tendencia a sostener tesis depravadas.

Creo que el primero de ellos no fue lo suficientemente franco, pues en algún artículo de prensa hace años apoyó el aborto, no en los tres casos nada estrictos y sí muy laxos que contempló la Corte Constitucional en su tristemente célebre fallo sobre la materia, sino como instrumento para impedir que llegue gente indeseable al mundo.

Bueno, tampoco parece haber sido sincero en su negativa a tratar con el PIN, pues no le ha parecido que sea del caso rechazar a la esposa de Juan Manuel López Cabrales ni a Dilian Francisca Toro, a la que acaba de hacérsele una gravísima sindicación en términos similares a los que han conducido a la cárcel a otros políticos.

Tampoco le ha dicho que no a Carlos Julio Gaitán, al que Jaime Horta, con valor que lo enaltece, ha acusado de interceder por el Cartel de Cali como ministro de Desarrollo de Samper, poniendo término a la más exhaustiva investigación que sobre las compañías que le servían de fachada había adelantado la Superintendencia de Sociedades bajo  la conducción de Darío Laguado.

Un aspecto favorable del “reality” fue la camaradería que reinó entre los candidatos, así no hubiesen faltado algunas pullas sobre los “falsos positivos”.

También hay qué resaltar el uribismo de todos ellos, Petro incluído. Fuera de la condena unánime a lo que hacen las Farc, lo cual no es gracia pues esa empresa narcoterrorista es indefensable, hasta el mismo Petro se comprometió a que no retiraría un solo soldado de las carreteras de Colombia.

Se habla de que es necesario modular la política de seguridad democrática, introduciéndole ingredientes sociales y resolviendo las situaciones de pobreza e incluso indigencia que sirven de caldo de cultivo de la subversión, lo que parece obvio.

Todos pusieron énfasis, además, en el tema de la igualdad, que es muy atractivo para la propaganda electoral, pero bien difícil de poner en práctica. No sobra recordar que por la vía de la igualdad suelen ir quedando tendidas las libertades y que cuando pretende instaurarse una situación igualitaria, a menudo se generan nuevas inequidades.

Aunque no es santo de mi devoción, tengo que admitir que me pareció fenomenal Vargas Lleras. Le pasó el paquete con sus documentos programáticos a Pardo, con la amable sugerencia de que no se los plagiara, y no cargó agua en la boca al referirse al caso de nuestro mal vecino venezolano. Y si Santos alega que él es quién puede derrotar a las Farc, porque ha venido haciéndolo a lo largo de los últimos tres años, Vargas replica que él fue quién primero llegó a la Seguridad Democrática y no la abandonará sino cuando cumpla su cometido de hacer habitable el territorio colombiano para todas las personas de buena voluntad.

Me quedó la impresión de que Mockus no conoce bien el pensamiento conservador. Al fin y al cabo, si no va a misa, tampoco debe de estar enterado de la Doctrina Social de la Iglesia, que es bastante más igualitaria que lo que piensa. No sobra recordar que el tema de la igualdad lo introdujo en el pensamiento moral el Cristianismo, como lo sostiene un libro que tengo al frente: “The Origins of Pagan and Christian Beliefs”, de Edward Carpenter.

Mockus y Fajardo se presentan como los candidatos de la transparencia. El problema está en que cuando uno se declara adalid de la decencia a los otros les da por escudriñar su vida. Y, como en el Evangelio del domingo pasado, ese preciosísimo de la mujer adúltera, “Aquel que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra”.

Veo que a Noemí se le han venido encima por lo de las interceptaciones telefónicas, cuando es un  procedimiento al que con las debidas precauciones no puede renunciar ningún país, así sea el más civilizado. Recuerdo, a propósito de ello, algo que hace años leí en Le Monde Diplomatique: Suiza es el pueblo en dónde más se espían los unos a los otros.

El formato de estos eventos debería de modificarse para que cada uno de los partícipes tuviese tiempo de presentar sus propuestas de suerte que la gente se entere de ellas y las digiera.

Con lo sucedido anoche, le doy toda la razón a mi admirada amiga Ana Cristina Restrepo en lo que publicó esta mañana en El Colombiano acerca de “La Caja Trágica”.

1 comentario:

  1. Doctor Vallejo: Apenas me estreno en su blog y estuve haciendo por el mismo un recorrido en forma ligera. Ya tendrè tiempo para ingresar con calma, leerlo, asimilarlo y beber en esas fuentes del saber que usted reparte a cambio de nada, sólo el de querer que sepamos más y seamos mejores Colombianos. ¡Felicitaciones y gracias!
    Juanfer

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