domingo, 28 de marzo de 2010

Pescando en río revuelto

La proliferación de partidos, movimientos y grupos significativos de ciudadanos que se ha venido dando en el escenario político colombiano en los últimos años, y que es correlativa al debilitamiento de las dos grandes colectividades históricas, obliga a los gobiernos a apoyarse en coaliciones.

Aunque éstas no se encuentran sometidas a la misma normatividad política de aquéllos, hay, sin embargo, ciertas reglas de juego que, si bien no son de carácter jurídico, tienen importancia práctica bastante significativa.

Los juristas tendemos a examinar las normatividades políticas desde el punto de vista de lo que puede tener efectos en alguna confrontación judicial, olvidando que a menudo en la vida de los gobiernos inciden ciertas reglas que, no obstante carecer de coercibilidad, favorecen el funcionamiento de las instituciones y hacen posibles ciertos pr0pósitos cuando se las observa con lealtad. Y si se las desconoce, perturban la buena marcha de la gestión pública.

Dentro de esta categoría caben las costumbres y los usos constitucionales, así como las normas prácticas de la diplomacia.

Probablemente a ningún juez se le ocurriría acudir a estas normatividades para decidir un caso. Pero las relaciones políticas y las diplomáticas se pueden afectar severamente cuando se prescinde de ellas.

Todo esto viene a cuento al considerar el pésimo precedente que está sentando el candidato Santos al dedicarse a sonsacar gente del Partido Conservador, el Partido Liberal y Cambio Radical con miras a debilitar a esos contendores de su partido de la U.

No entraré, por lo pronto, en el tema que con la sapiencia que lo caracteriza ha planteado mi distinguido amigo y colega Ramón Elejalde Arbeláez, quien considera que esa práctica puede ser violatoria de la Constitución, la cual hace obligatorio para los partidos el resultado de las consultas sobre candidaturas y mira con malos ojos el llamado transfuguismo.

Diré, simplemente, que si Santos llegare a triunfar en la contienda por la Presidencia, tendrá necesariamente que gobernar apoyándose en una coalición, pues la fuerza política de la U no cuenta con mayoría en el Congreso.

Lo más lógico sería que esa coalición se integrara con los conservadores y con Cambio Radical, ya que les ha mostrado asco a los del PIN, aunque cuenta en sus filas con Dilian Francisca Toro, que no es ajena a los intereses que dieron origen a ese partido, y con Carlos Julio Gaitán, que no es modelo de transparencia ni de fidelidad política, por lo que no sería indigno de pertenecer a esa colectividad. Incluso, su compañero de fórmula tiene ciertos antecedentes con personajes vinculados al satanizado PIN, quienes le ayudaron a conquistar la gobernación del Valle del Cauca.

Pero su táctica de dividir al conservatismo para debilitar la aspiración presidencial de Noemí Sanín, podría resultarle suicida.

En primer lugar, todavía no le ha ganado a ella las dos vueltas electorales. Pero, en segundo término, de esa manera está generando un resquemor entre los conservadores que podría dificultarle severamente la posibilidad de hacer coalición con ellos a la hora de gobernar.

Santos se jacta de ser, más que un aficionado, un profesional del Póker. Pero está dando muestras de ser un jugador mañoso en el que no se puede confiar. Y la confianza es elemento fundamental para que las coaliciones funcionen.

Ya El Colombiano sufrió en carne propia esa peculiaridad suya cuando dio pie para que se publicara la noticia de que el presidente Uribe no se presentaría a la reelección.

Quizás piense que en su momento podría acudir al mismo recurso de que se valió Andrés Pastrana, quien por medio de Fabio Valencia Cossio logró contrarrestar las mayoría liberales en el Congreso atrayendo a los tristemente célebres liberales colaboracionistas, que terminaron extorsionándolo.

Cuando defendí a pesar de todos los argumentos que había en contra la continuidad de Uribe Vélez en el poder, lo hice pensando en que, mal que bien, él ha logrado controlar la coalición en el Congreso, no sin tener que acudir a manejos  con las Yidis y los Teodolindos que tienen a varios de sus funcionarios a las puertas de la cárcel e incluso lo han puesto a él mismo en peligro de sufrir malas consecuencias judiciales.

Pienso que el próximo Congreso va a ser muy difícil. Cualquiera sea el triunfador, tendrá que habérselas con unos congresistas que no le deben su elección y se sienten superiores a él. Si a Uribe, con su inmensa y desconcertante popularidad, le ha tocado lidiar con unos congresistas reacios y pedigüeños, al que llegue le corresponderá entrar en negociaciones muy desgastadoras con miras a lograr unos apoyos siempre condicionados e inseguros.

Hay un tema que los enemigos de Uribe, con la fobia que éste les inspira, se niegan a considerar. Si se examina la composición del gabinete ministerial, las jefaturas de los Departamentos Administrativos y las direcciones de las entidades descentralizadas del orden nacional, la gran mayoría de sus titulares son fieles del presidente Uribe. Están ahí por él, ante quién responden directamente.

Dicho en términos coloquiales, son sus fichas. Ninguno tiene jefes por fuera de la jerarquía oficial. Ya no hay cotos reservados a ciertos personajes, como sucedió en épocas pasadas con el Ministerio de Minas y Energía, con el Sena, con el ISS o con las aduanas, para citar tan sólo unos pocos casos.

Uribe les ha dejado a los políticos el servicio exterior, en donde ingenuamente cree que no hacen daño, así como algunas granjerías de orden interior. Pero los ha desalojado de muchos de sus viejos feudos.

Dudo muchísimo que quien lo reemplace pueda mantenerse en esa tónica. Si Santos seduce conservadores, liberales y vargas lleristas, no será por patriotismo, sino a cambio de gabelas. Es probable que ya esté feriando el gobierno, que igual que se dice de Dios, “tiene mucho más para darnos que nosotros para pedirle”.

Y cuando le llegue la hora de recabar el apoyo de quienes hoy están colaborando con otros candidatos, le van a pasar la cuenta de cobro por lo que está haciendo ahora.

Quizás crea seriamente lo que están diciendo algunos de sus áulicos acerca de que sonsacando gente podría triunfar en la primera vuelta, evitando así tener que negociar la segunda y los riesgos que su sobrino de Semana ha anunciado acerca de un Tocosán. Pero él no es Uribe y hasta ahora las encuestas muestran que lo más probable es que haya dos vueltas para la próxima elección presidencial.

Por consiguiente, lo más sensato sería que considerara que los contendores de hoy podrían llegar a convertirse en sus colaboradores de mañana, lo cual impone la observancia de la regla no escrita de la lealtad para con ellos.

Me referiré en próximas actualizaciones de este blog a otras peculiaridades de los gobiernos de coalición, pues el país tendrá que ir entendiendo cómo funcionan y de qué maneras es posible sacar el mejor provecho de esta figura.

1 comentario:

  1. Excelente Artículo Dr. Vallejo y no hay nada que agrgar. Yo simplemente concluiría que el momento político de Colombia es complicado, sucio, oscuro e inc oherente. Un poco de tipos tragones y deshonestos, revolcando el agua del río para poder pescar.
    JUANFER

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