lunes, 22 de marzo de 2010

Ni tanto honor, ni tanta indignidad

“El campo al que el almirante dirigía su actividad era el campo de la política, tierra donde se fermentan todas las pasiones y donde se crían las plantas más venenosas. La envidia, la venganza, la ingratitud, la codicia, la calumnia, cuanto guarda de peor el corazón, prospera en ese campo, donde no se presenta al espíritu sino la contemplación de la miserable naturaleza humana, que sólo sobrenaturalmente puede amarse.”(Marco Fidel Suárez).

Tomo del discurso que pronunció Don Marco Fidel Suárez para conmemorar el IV Centenario del descubrimiento de América, estas palabras que, en lo que a él mismo se refería, resultaron proféticas, pues de modo similar a lo que sufrió Cristóbal Colón por obra de sus enemigos, él mismo fue víctima años después del cruel ensañamiento de los propios, como Alfonso López Pumarejo y Laureano Gómez, quienes a su vez también con el tiempo hubieron de padecer los rigores de la vida política.

El asunto viene a colación porque ahora que ha empezado el conteo regresivo de la administración de Álvaro Uribe Vélez, se están dando cita sus contradictores para caer, todos a una, no sólo sobre sus ejecutorias, sino sobre su persona misma.

Todos los días recibo correos y leo artículos de prensa cuyo denominador común son esas plantas venenosas de que hablaba Don Marco. Es impresionante el odio que rezuman. Es tinta que hiede, como si se la hubiese procesado en albañales.

Por supuesto que es explicable, aunque no siempre justificable, la animadversión que media contra Uribe.

Los envidiosos y los resentidos están, desde luego, en lo suyo, y dentro de ese grupo hay qué contar a los liberales que no creían que uno que había hecho política con ellos pudiese llegar a tamaña altura sin contar con su respaldo. Eso se ha visto en Antioquia, por lo de que nadie es profeta en su tierra, y se puso de manifiesto con los deplorables décuples que asumieron la Dirección del partido después del retiro de Serpa. Algo de ello hubo quizás en las actitudes de los ex presidentes Samper y Gaviria.

La enemiga contra Uribe se explica también en el caso de los viudos del programa de paz de Pastrana, así como en el de los compañeros de ruta de la subversión, cuando no en los copartícipes de esa funesta empresa narco-terrorista.

Los hay que desconfían del pasado de Uribe y lo vinculan con ciertos capos del narcotráfico y con el paramilitarismo. Son los que sorbieron las letales dosis de veneno de “El Señor de las Sombras”, libro en que colaboró cierto “Señor de las Moscas”. En este segmento se hallan también los críticos de la Ley de Justicia y Paz, así como los que encuentran sospechosos nexos con los involucrados en la parapolítica.

Otros críticos ponen énfasis en la incongruencia de lo que se ofreció en el programa de los 100 puntos de Uribe y las realizaciones concretas, especialmente en lo que toca con la lucha contra la politiquería y la corrupción.

Son respetables, a no dudarlo, las posiciones de principio que se han esgrimido contra los tres pilares de la gestión presidencial, es decir, la seguridad democrática, la confianza inversionista y la cohesión social. Dentro de este orden de ideas, se señalan las deficiencias en las políticas de infraestructura, de vivienda, de salud, de educación, de agricultura, de finanzas públicas, etc., asuntos en los que siempre habrá tela para cortar.

La política exterior, la acción del DAS  y las relaciones con la justicia constituyen tal vez las áreas que ofrecen el  mayor número de flancos débiles frente a la acción de la crítica, no injustificada en buen número de casos.

La sumatoria de glosas a estos ocho años de gobierno ha llevado a algunos a poner el grito en el cielo, aduciendo ´como Schopenhauer que nos hallamos en el peor de los escenarios posibles. Dentro de esta tónica, por ahí anda alguno escribiendo sobre “Uribe y sus secuaces”.

En contraste con tamaño sartal de críticas de toda laya,  abundan los panegiristas de Uribe, que no vacilan en proclamarlo como el mejor gobernante en toda la historia de Colombia, por encima o a la par de Bolívar, Santander, Núñez, Olaya, López Pumarejo o los Lleras, para sólo mencionar algunos de los que nuestro imaginario histórico ha consagrado como gobernantes epónimos.

Creo que conviene darle tiempo al tiempo y esperar que los ánimos se sosieguen, antes de emitir juicio definitivo acerca de la gestión de Uribe Vélez.

Lo cierto es que es un político fuera de serie, con una concepción muy suya del liderazgo presidencial y su compromiso con las comunidades, a quien por su conocimiento de los problemas públicos, su reciedumbre de carácter y su rapidez para decidir, será muy difícil  remplazar. No cabe duda de que el país lo va a echar de menos y desde ya, por lo que hizo al arrinconar a la guerrilla y enfrentar a los vecinos que la han patrocinado, no será excesivo afirmar que pertenece a la preclara estirpe de los Libertadores.

Pero éstos, con todo lo que hicieron en bien de la Patria, quedaron sin embargo sometidos al juicio de la posteridad, que se encargó después de matizar las alabanzas con el juicio de responsabilidades.

Los gobernantes son humanos, quizás demasiado humanos. Y la personalidad de Uribe Vélez ofrece matices ciertamente  paradójicos y hasta contradictorios. Alguno ha dicho que en ella convergen el Dr. Jekill y Mr. Hyde, los célebres personajes de la novela de Stevenson.

Al lado de ciertos arrebatos de idealismo cercanos a la mística y de la expresión de estados interiores de profunda emoción patriótica, parecidos a los de Guillermo León Valencia, anda el político calculador y pragmático que, en aras de lo posible, transige quizás más de la cuenta con lo que no debería. No ha sido, a la hora de la verdad, lo suficientemente selectivo con sus colaboradores y sus aliados, lo que de seguro afeará su imagen histórica, lo mismo que ciertos impromptus no bien meditados.

No me quedó, la verdad sea dicha, buen sabor de mi colaboración con él. No obstante ello, no le guardo animadversión personal y estuve dispuesto a apoyar su segunda reelección, porque aún siendo consciente de sus defectos y sus errores, creo que la situación colombiana exige hoy un gobernante fuerte que sepa imponerse y llevar con mano diestra las riendas del poder.

Aspiro a que Noemí Sanín sea fiel a las enseñanzas de Mrs. Thatcher y se erija como una verdadera Dama de Hierro frente a las tendencias delicuescentes que amenazan con enseñorearse en el país.

Todo da a entender que tendremos qué habérnoslas con un Congreso no propiamente admirable, si es que alguno lo ha sido a lo largo de la historia.

1 comentario:

  1. LA UNICA PERSONA ALTAMENTE CAPACITADA PARA SEGUIR AL MANDO DEL PAIS ES EL HONORABLE Y SIEMPRE ILUSTRE DR. ALVARO URIBE VELEZ, PRESIDENTE POR EXCELENCIA; DESDE MI RINCON SE LE HACE UN LLAMADO A LA SOBERANA CORTE PARA QUE CEDAN A FAVOR DEL HONORABLE DR. URIBE.
    QUE VUELEN LOS ANGELITOS QUE CANTEN LOS QUERUBINES Y NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO DICE AMEN AMEN.

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