martes, 27 de abril de 2010

Las parcelas morales

Como lo dijo hace poco Fabio Echeverri Correa, cada uno tiene su propio código moral.

Sucede con frecuencia que los códigos individuales no coinciden con los de los demás. Pero el individualismo extremo que se pone de manifiesto en los proyectos libertarios le concede a cada código igual valor que a los restantes, siempre y cuando, según se dice, se apoye en algún argumento plausible. Echeverri, por ejemplo, es un rabioso argumentador en torno de sus propios intereses y su distorsionada visión del mundo. Pero argumenta, así sea alzando la voz y retorciéndole el cuello a la lógica.

A menudo, esos códigos individuales y sus proyecciones grupales incorporan visiones muy peculiares acerca de lo que se considera valioso y de la jerarquía de los bienes. De hecho, como lo sugiere alguno, cada individuo se puede definir en función de lo que cree, de lo que le aporta sentido a su vida. Es precisamente el tema del clásico de Spranger, “Formas de Vida”.

Lo que me interesa destacar aquí son las parcelaciones o fragmentaciones del sentido moral que se ponen de manifiesto en esos códigos.

Una distinción muy socorrida es la que se establece de modo tajante entre la moral pública y la privada, como si entre ambas mediase alguna frontera nítida y no hubiera múltiples interacciones. Así las cosas, no es raro encontrarse con sujetos que parecen intachables en lo público, pero son unos desastres en su vida privada, o viceversa.

Es el caso de quienes son malos esposos, malos padres, malos hijos, malos hermanos, etc., pero se jactan de ser excelentes ciudadanos. También es el de los que entran a saco en el tesoro público o venden sus actuaciones como funcionarios, so pretexto de sacar adelante a sus familias. Una situación extrema es la que se menciona respecto de los nazis que   eran amantísimos jefes de hogar, en su intimidad se solazaban recitando poemas de Goethe o escuchando música de Mozart, pero en sus jornadas de labor se aplicaban a perseguir, atormentar y matar judíos.

Rousseau ilustra sobre esta dicotomía. Su filosofía política gira en torno de la Virtud, pero no entendida en el sentido aristotélico de hábito que tiende a perfeccionar la naturaleza, sino en el de entrega sin concesiones a la comunidad a través de la asunción plena de los dictados de la Voluntad General y el sacrificio del interés individual. Esa prédica no lo inhibió para abandonar en los hospicios a las criaturas que engendró con su concubina, lo que hoy se llamaría su compañera sentimental.

No sobra preguntarse acerca de qué diferencia lo público de lo privado y cuáles son las interacciones posibles entre lo uno y lo otro.

A no dudarlo, esa distinción está fuertemente teñida de coloraciones ideológicas. El pensamiento liberal tiende a acentuarla, mientras que el totalitario la minimiza. Lo que hay en realidad son dos perspectivas que guardan, como dice Gurvitch, reciprocidades entre ellas, la de lo individual y la de lo colectivo.

Pero hay otras parcelaciones dignas de considerarse.

Está, por ejemplo, la que señala que la política no se rige por normatividades morales, las cuales, en cambio,sí imperan sobre los demás sectores de la vida. Pero también hay que considerar la de quienes dejan por fuera  de la moralidad a la economía, o la muy frecuente hoy que establece que la vida sexual no es tema suyo.

Dentro de esta tónica, se habla de que el aborto es un asunto  que atañe exclusivamente a la salud pública y no debe decidirse al respecto por consideraciones morales, como si no fuera, como diré en otra oportunidad, síntoma de una gravísima crisis de civilización, como lo es también el problema de la droga.

Se sabe de profesores que enseñan muy orondos los famosos imperativos categóricos kantianos y proclaman a voz en cuello que debe tratarse al prójimo como fin en sí mismo, sin someterlo a fines ajenos, pero acto seguido salen a seducir a sus discípulas.

No se trata sólo de hipocresía. Muchas veces sucede lo que comentaba alguna vez un apreciado colega, acerca de quienes adoptan como regla la de “ser conservadores en la casa, liberales en la calle y marxistas en la cátedra”, sin cuidarse mucho de la compatibilidad de esas actitudes.

La   doble o triple moral es, pues, más frecuente de lo que se piensa y muchas veces incurrimos en ello sin darnos mucha cuenta. Es, como dice el Evangelio, la actitud  del que ve la paja en el ojo ajeno y no advierte la viga en el propio.

Conviene recordar lo que también dice la Sagrada Escritura acerca de que lo bueno y lo malo proceden del corazón del hombre.

Todo esto hay que traerlo a cuento a propósito del debate moral que constituye hoy el centro de la campaña electoral en curso.Insisto en que se hace menester definir los términos del programa de transformación moral que se le está  proponiendo al país. Volveré sobre el asunto.

2 comentarios:

  1. Don Chucho: Definitivamente un artículo para enmarcar y dar correa a nalga quitada a aquellos que hacen de la moral un costal de fique. Rotos por todo lado.
    Jealbo

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  2. Andrés F. Gordillo1 de mayo de 2010, 23:39

    De antemano agradezco a Jesús vallejo por poner en discusión las siguientes cuestiones: la primera, tiene que ver con el tema relacionado con el sentimiento creciente, por parte de algunos sectores, de ver en el proyecto mockuciano un cierto patriotismo negativo. La segunda, por la de preguntarse por cuál es o sería el esquema ético que mockus nos está planteando.
    Sin embargo, no sé hasta que punto sea correcto discutir tales inquietudes a partir de planteamientos filosóficos incorrectos o poco juiciosos. O mas bien, de hablar de forma decorada e intelectualoide, para que pensemos que se sabe de lo que se habla. Simplemente, es sano, poner hablar a los filósofos cuidadosamente, y sin nombrarlos, pues olvidamos que no todos somos intelectualoides.
    Así pues, quisiera preguntar al autor de este artículo:
    1. ¿olvida usted que Rousseau pensaba que el individuo humano era un ser “bueno” por naturaleza, Que es la sociedad la que lo corrompe y, que el estado para este autor, es un organismo que pretende dar alivio a las depravaciones de la sociedad?
    2. ¿que si bien rosseau habló de privado y público, no lo hizo en el sentido como usted lo plantea, puesto, que quien habló de privado y público en el sentido, que más o menos, se acerca a nuestra época fue Kant?
    3. ¿Que no debe poner a la par la moral de las religiones Abrahánicas, con las doctrinas orientales? Teniendo en cuenta que esto es lo que usted hace cuando dice, mas o menos, que mockus se sustenta sobre principios religiosos, como el de “la vida es sagrada”. Usted debe de saber que, las doctrinas o filosofías orientales pueden ser: ateas o politeístas.
    4. ¿Que no se puede poner dentro del mismo costal deontológico a el moralismo de los curas y sus supuestos conceptos bíblicos con el relativismo de los académicos modernistas o post – modernistas? Usted dice que básicamente estos dos grupos se sostienen en ideas deontológicas. Los primeros (curas), en los “conceptos” bíblicos y, los segundos, en esquemas racionales o ideológicos que toman como verdades absolutas. Se olvida que modernistas o post-modernistas no son lo mismo. En los primeros tenemos ha: toda la tradición racionalista y empirista, a Immanuel Kant, Hegel, Rousseau, Hobbes, en un concepto, a todos los pensadores del progreso. en los segundos tenemos a los filósofos del devenir o críticos de la modernidad: adorno, horkhimer, weber, Habermas, en cuanto a la escuela de Fráncfort. A Nietzsche, Foucault, Deleuze, guatari, canguilhem, es decir, a los filósofos franceses. Estos pensadores que algunos llaman post-modernistas en ningún momento pensaron en plantear una moral desde ideas racionales (a la platón). Eso no se puede decir ni siquiera de Habermas.
    5. en cuanto a Habermas, ¿usted se olvida que este es el intelectual de la comunicación o de la teoría de la “acción comunicativa”?. O ¿que el mismo dice en una de sus obras, que la forma como se debe plantear una sociedad racional o democrática, es a partir de el consenso y no el disenso como usted lo pretende mostrar?
    En últimas, aprecio su intento de poner en la mesa de discusión un tema tan actual para la sociedad colombiana, no obstante, yo sí quisiera pedir que sea más cuidadoso a la hora de tratar con conceptos. Pues como usted bien recordará, no es lo mismo un concepto a una palabra. El primero nombra el suceso. El segundo a la cosa.

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