lunes, 15 de marzo de 2010

La Gran Encuesta

Echa uno de menos aquellos tiempos en que, al cerrarse las votaciones, las emisoras de radio se dedicaban a informar  sus resultados con todo el detalle posible, pero dejando siempre constancia de que faltaban “datos de otros municipios”.

Con la televisión las cosas suceden de diferente manera. Los datos que se transmiten son globales y el espectador se queda sin saber muchas informaciones que pueden ser de su interés, como la votación en determinado municipio o la de cierto candidato.

De todas maneras, las elecciones constituyen la gran encuesta sobre el estado de la opinión y es a partir de sus resultados como debemos plantear los escenarios del futuro inmediato.

Aunque todavía faltan datos, como los de la consulta conservadora, lo que se conoce pone de manifiesto que la gran mayoría del país es uribista. Y ello es explicable, pues precisamente gracias a Uribe la gente pudo salir a votar libremente en muchas regiones en las que antes no se podía. El inesperado crecimiento del volumen de electores no es ajeno al hecho de que ya las Farc no pueden impedir en vastos territorios que las comunidades ejerzan su sagrado derecho al voto.

Todas las elecciones traen consigo sorpresas, gratas para unos y desagradables para otros. Los más sorprendidos casi siempre somos los que nos damos de zahoríes con vaticinios que rara vez se cumplen.

No se esperaba el caudal que arrojó el partido de la U, que lo consagra como la primera fuerza política del país. El Partido Conservador respondió a lo que se esperaba. Por su parte, el Liberal obtuvo más votos que los que presagiaban las encuestas que ubicaban a su candidato presidencial en un lugar muy discreto en la justa electoral.

Los fracasos del Polo y Cambio Radical estaban cantados. El resultado del Partido Verde también coincide con mis expectativas. Al PIN no le había prestado atención y resulta que es una fuerza digna de considerarse.

El que definitivamente se quedó con los crespos hechos es Fajardo. Aunque las encuestas presidenciales lo han hecho figurar como un contendor de cuidado, la irrisoria votación que obtuvieron sus patrocinados no lo avala como un protagonista serio en los comicios venideros. No tiene sentido, en efecto, buscar la Presidencia si no se cuenta con representación adecuada en el Congreso.

No sabemos si el Congreso venidero será mejor, igual o peor que el que está por terminar su período. Tampoco es posible formular augurios creíbles acerca de la competencia presidencial. Sólo cuando se conozca el resultado de la consulta conservadora podrá hacerse un pronóstico más realista.

Lo interesante, pese a los altos índices de abstención, es que el pueblo colombiano ha participado en elecciones periódicas durante  cerca de doscientos años. Como lo dijo en su hora Marco Fidel Suárez, “Colombia es tierra estéril para las dictaduras”.

Ojalá siga siéndolo.

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