domingo, 21 de marzo de 2010

Noemí, viento en popa

Todos los candidatos tienen peros. Si se trata de darle gusto al feminismo radical en su empeño de adaptar el lenguaje a sus consignas mal llamadas de género, acerca de Noemí Sanín, la recién elegida candidata del Partido Conservador a la Presidencia de Colombia, habría qué decir que tiene peras.

De sus defectos y sus equivocaciones darán cuenta sus detractores. Pero este bloguero, que quizás equivocadamente  prefería que Uribe, pese a todo, continuara ejerciendo el mando, saluda con entusiasmo el triunfo de Noemí y declara su intención de votar por ella en los próximos comicios.

Para sustentar el apoyo a Noemí no es necesario desacreditar a los otros. Basta con examinar su experiencia tanto en el sector privado como en el público, siempre signada por el buen suceso.

Conozco a varias personas que han trabajado con ella. Todas coinciden en que es ordenada, exigente, acuciosa, emprendedora,  responsable.

Para los que creemos que el hontanar de las virtudes radica en la cuna, pese a cualquier defecto que se le haya adherido en la calle, sobre todo en un medio tan deletéreo como es el capitalino, Noemí cuenta con el respaldo de una edificante tradición familiar.

Tiene ancestros qué respetar y eso cuenta muchísimo a la hora de tomar decisiones, cuando de seguro pensará en cómo actuaría su padre, con quien tengo una incancelable deuda de gratitud, o recordará la dulce pero profunda sabiduría de su madre, a quién cualquiera que la haya conocido nunca podrá olvidar.

Lo de que su candidatura zarpa en medio de aguas turbulentas no es más que una salida en falso de El Colombiano, que en vez de felicitarla, aconsejarla y desearle éxitos, le dedica un editorial que deja traslucir no poca amargura.

No es el caso de poner en tela de juicio su firme decisión de mantener lo que sea digno de conservar de la política del presidente Uribe, que se traduce en las consignas de la seguridad democrática, la confianza inversionista y la cohesión social. Pero esta trinidad estratégica es susceptible de ajustes tácticos y cada uno de los candidatos que dicen ser fieles al legado de Uribe seguramente piensa en que algo de su cosecha habrá qué intentar, no sólo en razón de la dinámica de la sociedad, sino de su paso por la historia.

Recuerdo las discusiones que hubo en mi querido Chile hace cuatro años cuando se eligió a la señora Bachelet. ¡Qué no se dijo! Y los que de todo hablaron, hoy han tenido que guardarse sus palabras, pues la primera mujer que fue elegida para el oficio presidencial en ese país hizo tan buen gobierno que salió con las más altas calificaciones que haya obtenido gobernante alguno. Y eso que la precedió esa figura descomunal que es Ricardo Lagos.

Dan ganas de cambiar el viejo dicho que afirma que detrás de todo gran hombre siempre hay una gran mujer, por otro en cuya virtud después de un gran hombre en el gobierno debe de seguirse una gran mujer en la jefatura del Estado.

Varios amigos me han hecho comentarios elogiosos acerca del modo cómo Noemí jugó esta partida decisiva para sus aspiraciones. Fue capaz de desafiar a Uribe, ante quien los áulicos se doblan en genuflexiones, y de derrotar a Fabio Valencia, Luis Alfredo Ramos, Carlos Holguín Sardi y, por supuesto, la vigorosa y muy aceitada  maquinaria que se montó para detenerla.

Detrás de su sonrisa y su encantadora coquetería hay de veras una mujer fuerte, que no en vano recibió lecciones privadas de la Dama de Hierro, la Mrs. Thatcher que transformó a Inglaterra a fines del siglo pasado.

Me habría gustado que su compañero de fórmula hubiese sido Carlos Rodado Noriega, pero en mala hora éste se dejó tentar por el santismo. Ya habrá otro igual o mejor que se empeñe a fondo con ella.

Por lo pronto, formulo mis mejores votos por que haya buen tiempo y buena mar para esta candidatura.

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